Los temores que abrió el 22J quedaron diluidos. Tanto el Gobierno como los inversores esperaban que una vez conocidas las fórmulas presidenciales que competirán en octubre, tanto fondos de inversión como ahorristas se desprendieran de activos en pesos, lanzando un proceso de dolarización de carteras que podría complicar el mercado cambiario. La foto que se esperaba ver, dos meses atrás, era un dólar en alza que volviera a complicar la inflación y las chances reeleccionistas de Mauricio Macri.

Pero finalmente eso no sucedió. De todas las sorpresas que podían ocurrir, la combinación resultante produjo un efecto contrario. La primera y principal, es que Cristina Kirchner nominó a Alberto Fernández como candidato y se reservó para ella la nominación a la vicepresidencia. Ese hecho cortó la idea en Wall Street de que el kirchnerismo se iba a mirar otra vez en el espejo de Venezuela y abrió un sendero de moderación. La segunda sorpresa fue la respuesta de Macri, quien eligió al peronista Miguel Angel Pichetto como compañero de fórmula. Esa opción no solo redujo los temores sobre el mediano plazo de la Argentina, sino que potenció la posibilidad de que Cambiemos (rebautizado ahora Juntos por el Cambio) llegue mejor parado a la elección y obtenga mayores probabilidades de triunfo.

Lo que se vio entonces en los últimos diez días fue lo que no se esperaba: una calma financiera que ubicó otra vez al dólar mayorista abajo de los $ 44, un notable repunte de las acciones tanto en la bolsa porteña como en Nueva York, y un descenso de los indicadores de riesgo. Los eventos políticos que ocurrieron después no llegaron a alterar demasiado el panorama. Roberto Lavagna se unió a Juan Manuel Urtubey y Sergio Massa aceptó competir como primer candidato a diputado en la lista del kirchnerismo bonaerense.

La primera conclusión que deja este recorrido es que no hay que apresurarse a igualar el efecto de una foto con el de la película completa. Ni para un lado ni para el otro. Estamos viendo una imagen que un mes atrás no estaba en el radar.

La segunda conclusión es que no hay que esperar que este impacto financiero sea permanente. De hecho, no es bueno que el dólar baje tanto, porque alimenta la sensación de que está barato, y ayuda a revivir la circunstancia original que generó la crisis (el déficit externo de 6% del PBI en 2017). El rebote es altamente probable, pero el lado positivo es que la altura a la que llegará la cotización difícilmente supere el nivel que ya está absorbido en los precios.

Ahora hay que esperar una nueva ronda de encuestas, a ver si alguna mueve el amperímetro. Afortunadamente para la Argentina, la Fed anestesió al mercado con su predisposición a bajar las tasas.