Conocé a la dupla más exitosa del cine argentino

Luego de 'El ciudadano ilustre', Gastón Duprat y Mariano Cohn estrenaron 'Mi obra maestra'. Los creadores de Televisión Abierta llevan 25 años de carrera juntos, con 56 formatos para la pantalla chica y más de 20 títulos para la grande.  

Corría la década del '90 en una Buenos Aires donde florecían escenarios culturales alternativos. Y también expresiones innovadoras, como el videoarte. Aunque no estaba en auge, había varios artistas que incursionaban en ese movimiento que comenzó a desarrollarse en los ‘60 y que consiste en crear manifestaciones artísticas mediante sonidos e imágenes en movimiento. El videoarte se puede registrar o plasmar de diferentes maneras con obras que son grabadas y distribuidas en soportes como el DVD, por ejemplo. También hay performances de videoarte que se desarrollan en vivo, combinando videos, música y sonidos. Ese fue el punto de encuentro entre Gastón Duprat (48) y Mariano Cohn (42). Porque en el origen del videoarte también se incluye la intención de definir una aplicación artística o estética de los medios de comunicación, en función de la cual la televisión deja de ser un aparato para transmitir noticias, eventos deportivos o películas y se convierte en un dispositivo que exhibe ciertas imágenes dispuestas por el artista. 

 

Pasaron 25 años y ambos directores tienen en su haber un largo e interesante recorrido. Para la mal llamada caja boba, crearon 56 formatos, entre los que se encuentran Televisión Abierta (con temporadas en 1999, 2005 y 2014); el programa de citas a ciegas Cupido (2001 y 2013); El Gordo Liberosky, una ficción en formato de microprograma (2002) y Cuentos de terror, protagonizado por el escritor Alberto Laiseca (2003). Debido al carácter innovador de las propuestas, las creaciones de la dupla se han adaptado a países como Italia, España, Japón y los Estados Unidos. Como si fuera poco, Duprat y Cohn fundaron y dirigieron dos canales de televisión: Ciudad Abierta (2003), la señal pública de la ciudad de Buenos Aires: y Digo (2012), con contenidos autogestionados que dependía de Gobierno bonaerense.

Pero su capacidad de trabajo no se agotó allí. Mientras probaban suerte con el videoarte y la tevé, también realizaron 10 incursiones en el cine experimental, como El hombre que murió dos veces (1991), Un día más en la tierra (1993), Camus (1995), Circuito (1996), Venimos llenos de tierra (1998), Soy Francisco López (2000), Veinte Doce (2001) y Hágalo usted mismo (2002). Además, en su haber tienen 12 filmes de larga duración.

Pero por estos días sólo tienen cabeza para el estreno de Mi obra maestra, exhibida en la selección oficial del Festival de Venecia, uno de los encuentros cinematográficos más importantes del mundo. En el cinta, Arturo (Guillermo Francella) es un marchand de arte encantador y sofisticado, aunque un poco inescrupuloso; mientras que Renzo (Luis Brandoni) es un artista plástico talentoso y un poco salvaje que se encuentra en franca decadencia. Si bien al galerista y al pintor los une una profunda y vieja amistad, no coinciden en casi nada: sus universos e ideas son opuestos, lo que genera constantes peleas y desencuentros. Arturo intentará por todos los medios revertir la suerte de su amigo y colocar su obra en el mercado. Sin embargo, la obstinación y terquedad de Renzo harán fracasar cada tentativa. Pero cuando todo parece perdido, Arturo pondrá en marcha un plan tan extremo como genial.

Esta síntesis narrativa envuelve también diferentes aspectos reflexivos que el espectador, si lo desea, puede retomar como tema de debate: por un lado, el escenario de Buenos Aires como ciudad emblema para sentimientos encontrados de amor y de odio; por otro, la capacidad del arte de crear su propia realidad, laminada sobre el hecho artístico como posibilidad de fraude. Finalmente, y quizá una de las observaciones más picantes, el desarrollo del vínculo de amistad entre los protagonistas, quienes deben reconstruir la memoria en un mundo de grietas, trabajar en equipo a pesar del disenso y acercarse al otro sin prejuicios en una edad madura.

Recluidos en su productora del barrio de Núñez, cuando Clase Ejecutiva llega a la cita, Duprat y Cohn mantienen las miradas fijas en sus computadoras, donde están editando su próxima película. A primera impresión, pertenecen a esa raza de artistas del séptimo arte que prefiere hablar por sus obras. Pero a lo largo de la charla se aliviarán esas tensiones iniciales, y dos de los mejores exponentes del cine argentino –y con mayor proyección internacional– revelarán su fórmula para abordar los más diversos géneros audiovisuales con la cuota de innovación necesaria para que capten el interés de la crítica y la audiencia, combinación que pocas veces se logra, y mucho menos con la continuidad récord que ambos consiguieron.

Celebración de las diferencias

Uno de los puntos de partida de 'Mi obra maestra' es la amistad entre dos adultos mayores, un tema poco frecuente en el cine mainstream.

GD: Creemos que hay dos elementos fundamentales de la amistad entre los personajes de Brandoni y Francella que enriquecen la historia. Por un lado, se muestra un vínculo de amistad muy creíble, no forzado, que ha crecido con los años y que el tiempo se ha encargado de modelar. El segundo elemento es que se trata de una amistad en tensión: el espectador va a sentir que en cualquier momento uno de los personajes va a estallar, y cuando algo está en tensión vuelve todo muy impredecible. Esta combinación hace posible preguntarse cuál es el límite de una amistad, hasta dónde puede llegar para reacomodarse si ambas personas se respetan y se quieren.

Ser productores, directores y en muchos casos autores de la historia, les otorga gran libertad para trabajar. ¿Cómo dieron con ese formato que parece ideal?

MC: Filmar se ha vuelto más fácil luego del reconocimiento y el éxito que tuvo 'El ciudadano ilustre'. Hasta esta película, fuimos los directores y productores de nuestros filmes. Y en muchas oportunidades el hermano de Gastón, Andrés, fue el guionista de las historias. Con 'Mi obra maestra' decidimos cambiar la dinámica, alternando la dirección y la producción. En este caso, la dirige Gastón y yo la produzco, y sucede exactamente lo contrario con el próximo trabajo, que ya filmamos: se titula '4 x 4', la estrenaremos el año que viene y está interpretada por Dady Brieva y Peter Lanzani. En este sentido, efectivamente hemos logrado absoluta libertad para contar las historias que nos parecían interesantes, o al menos las que teníamos ganar de filmar.   

GD: En el cine todos son proyectos muy duros, se tarda mucho en hacer una película. Entonces, hemos pensado distribuirnos el trabajo: mientras uno dirige, el otro produce. En la interna, son cuestiones formales: lo hacemos para que uno pueda estar más pendiente del rodaje y el otro pueda encargarse más de la producción y de la proyección internacional de la película, aspectos que consideramos igual de importantes.

¿Cómo explican que sus historias, tan argentinas, tengan mucha repercusión en los festivales internacionales?

MC: En esencia, nuestras películas dialogan sobre el ser argentino desde la actualidad y con una visión áspera o cáustica acerca de lo que no se habla o de lo que no se quiere hablar. Son cosas que acá las naturalizamos porque las vemos diariamente, y en las películas simplemente están puestas ahí, se retratan. Nos gusta acercarnos al género de ‘comedia incómoda’, que es una constante en todo lo que hacemos. Es un poco para que los espectadores tengan la risa como último recurso para descomprimir esa olla a presión.

Escriben, producen, dirigen. ¿Cómo dialoga esa libertad creativa con las reglas de la distribución del producto final, un canal que está fuera de su control?

GD: Aprendimos que hay que buscar el mejor modo de lanzamiento que se acomode al proyecto que tenemos. Por ejemplo: en el caso de 'Todo sobre el asado', que estrenamos luego de 'El ciudadano ilustre', antes de filmar la película ya teníamos las preventas internacionales. Para nosotros, siempre lo importante es que la mayor cantidad de gente vea la película, y nos pareció que en ese caso el lanzamiento adecuado, más protegido, era por televisión y plataformas online. La película se vio por la señal de tevé paga I–Sat y se pudo ver en Dinamarca por Netflix. Lo diseñamos así de modo anticipado, ya que el gran problema que tienen las películas chicas y particulares como esa es la distribución. Basta con ver las taquillas del cine para ver qué pasa cuando uno se equivoca con las salas.

¿Cómo es el trabajo en dupla en una disciplina donde las miradas personales pesan mucho?

GD: La clave es que debatimos mucho –pero realmente mucho– las ideas. Y, sin consenso, no tenemos punto de partida. En el caso de 'Mi obra maestra', el punto inicial fue que queríamos contar una historia de amigos. Y en la selección de los actores nos dimos cuenta que Francella y Brandoni eran amigos pero no habían trabajado juntos en cine –sólo lo habían hecho en tele–, algo así como una gran metáfora de la película.

MC: Esta metodología de trabajo hace que el proceso pueda ser un poco más largo. Pero también nos reafirma como compañeros de trabajo y nos da más confianza en el resultado. Con 'Mi obra maestra' fueron más de dos meses de filmación en Buenos Aires, Jujuy y Río de Janeiro. Pasaron casi tres años desde que concebimos la idea hasta que logramos terminarla. Para el caso de 'El ciudadano ilustre', fueron casi 8 años de trabajo en su totalidad.

GD: Esencialmente, es poder hacer lo que queremos. No somos directores a sueldo, sino que somos nuestros propios productores. Y cuando no filmamos, tenemos una vida común y corriente.

MC: Fundamentalmente, no hacemos focus group de las escenas o de los finales, sino que más bien los pensamos entre nosotros, buscamos opciones y alternativas e incluso conversamos con los actores, pero no ponemos a juicio de un productor externo la decisión de que cómo resolver un filme. En la industria se sabe que el productor es un facilitador para quien dirige pero, al mismo tiempo, es quien debe poner los límites. En mi caso, no soy de los que van todos los días al rodaje, sino que dejo que el director avance tranquilo.  

Hacen comedias no tan cómicas, sus dramas nunca responden al concepto clásico y no encaran un documental de modo convencional. ¿Es una declaración de principios contra los géneros?

MC: Es una diferenciación que no nos gusta hacer. Y por lo que veo, ya tampoco algunos grandes festivales como el de Venecia, que quitó algunas categorías para unificar. Nosotros avanzamos en la historias y vamos agregando ingredientes dramáticos que veces tienen que ver con un género y en otras ocasiones, con otros. Lo que nos sucedió con esta película en particular es que en las artes plásticas suceden muchas cosas insólitas que el público no tiene por qué avalar porque importan más los críticos, que le dan entidad de obra de arte a algo. Y ese es un mundo propicio para la película porque abundan las exageraciones, los malos entendidos y las desproporciones. 

GD: No hacer esa diferenciación de géneros nos hace sentir más cómodos, sobretodo trabajando con los actores argentinos que son tan versátiles y te permiten pasar de una comedia a un drama en sólo una escena. En el caso de 'Mi obra maestra', es una comedia bien de personajes que causó buena impresión entre los curadores del Festival de Venecia, quienes la vieron como una comedia del neorrealismo italiano, como una de esas películas de diálogos chispeantes y crítica social debajo, con un humor muy serio pero humor al fin.

Mundos de artistas

Las primeras imágenes de 'Mi obra maestra' son obras de Carlos Gorriarena, salvo un paisaje norteño que fue pintado por Germán Gargano, su discípulo, a pedido de los realizadores. De hecho, una de las particularidades de la película es que la mayoría de la obra atribuida a Renzo –el personaje que interpreta Brandoni– pertenece en realidad al pintor considerado uno de los más grandes exponentes del arte argentino. Las demás piezas que se ven, de fondo o en primer plano, también son de artistas reales: hay una miniatura de La civilización occidental y cristiana, de León Ferrari; un cuadro de Tulio de Sagastizábal; esculturas de Cristina Schiavi, Irene Banchero y Martín Di Girolamo, y la serie Panorámicas, de Eduardo Stupía, en el Museo Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat, que fue escenario de algunas escenas.

Planteado así, el filme es, en algún sentido, un homenaje al arte bohemio o, si se quiere, al artista bohemio. Y, al mismo tiempo, defenestra de manera contundente el esnobismo y la frivolidad que derivan del art system. Si se tiene la oportunidad de ver en forma correlativa 'El artista', 'El hombre de al lado' y E'l ciudadano Ilustre', que fueron dirigidas y producidas por la dupla DC y escritas por Andrés Duprat –arquitecto y curador, el guionista es, además, el actual director del Museo Nacional de Bellas Artes–, se pueden observar denominadores comunes que las atraviesan: esencialmente, el encuentro entre mundos –aparentemente– incompatibles.

Pero 'Mi obra maestra' también habla del artista en decadencia, una nueva reminiscencia a la historia cinematográfica de Duprat–Cohn. “Dos sensaciones encontradas me invaden al recibir el Premio Nobel de Literatura. Por un lado, me siento halagado. Pero por otro lado, y esta es la amarga sensación que prevalece en mí, estoy convencido de que este tipo de aprobación unánime tiene que ver, directa e inequívocamente, con el ocaso de un artista , sentencia el personaje de Oscar Martínez en 'El ciudadano ilustre'. Esas palabras las podría decir el personaje de Luis Brandoni, un artista de perfil ermitaño que reniega del presente: su obra –y su vida– están en caída libre, pero su personalidad le impide ver las cosas tan claras como al personaje de Oscar Martínez. Sin avanzar en la resolución de la historia, se puede afirmar que el pensamiento innovador es, una vez más, el que permite cambiar las cosas. Es esa forma tan argentina de encarar un problema y detectar de qué manera se puede resolver sin apelar a las mismas estrategias de siempre.       

Según explican Cohn y Duprat, el rol del guionista es clave en su corpus de películas. La dinámica general prescribe que los autores escriben, después aparece un director o un productor con quien se pacta un precio y pasa a prevalecer la mirada del director. “Nosotros trabajamos distinto, quizás porque ninguno de los tres proviene de la academia del cine. Andrés empieza con la idea del guión, nos comunicamos todo el tiempo y cada uno hace devoluciones que sirven muchísimo, aunque a veces sean destructivas, porque en definitiva terminan enriqueciendo el producto. Es muy común ver películas de sensaciones, que no tienen trama, son meramente climas, situaciones que pegan no por un lado intelectual sino más en la experiencia sensible , explica Gastón Duprat. “Las historias de Andrés son poderosas, fuertes, con miles de cambios y giros. Y, al tener esa estructura, generamos un material que no se rompe ni se distorsiona porque tiene una historia muy poderosa de base. Entonces, podemos intercalar las ideas desde el punto de vista del lenguaje visual, agregar situaciones o apostillas, y la historia resiste. Andrés se involucra en la edición también porque, en definitiva, es una escritura. Y para no–sotros es increíble que en la industria del cine el guionista no pueda acceder a la edición final siendo quien escribió la historia original , concluye Mariano Cohn.

Crédito: Gastón Duprat y Mariano Cohn.
El método DC

Duprat y Cohn no están en el medio cinematográfico desde la academia ni desde los estudios de cine. Han encontrado su método particular para hacer películas taquilleras y aprobadas por la crítica: encaran cada proyecto como algo ya concebido entre dos, desde el principio, así todo va ocurriendo de modo natural. La estructura vertical, casi militar del cine, donde el director decide y todo el mundo acata, a ellos no le funciona.

En el planeta DC, todo es más abierto, porque no creen en ese tipo de esquemas organizativos y porque saben que uno de los mayores peligros para el director es esa soledad de la zona en la que nadie le dice que no y los caminos creativos se estrechan. En la productora que ambos dirigen, en cambio, se discute todo, no hay un “lo hago porque sí , con lo cual se limitan las posibilidades de equivocarse y todo está más protegido. Es verdad que haciendo las cosas entre dos se pierden ciertos impulsos que a veces parecen muy buenos pero que al final no admiten defensa y quedan en el camino. También es cierto que los directores que trabajan solos delegan casi todo: la fotografía, la dirección de actores, la puesta en escena, la producción. Esos rubros, con el método de la dupla, quedan bajo su responsabilidad compartida. 

Hacia el final de la entrevista, puestos a hablar de cinefilia, otra coincidencia entre los socios y amigos: ambos se muestran reacios a declararse amantes de ciertos directores o géneros. Creen que hay bastante uniformidad en las historias que les gustan y consumen. “Somos más de cine contemporáneo, por ejemplo. Y nos gustan mucho los tanques pochocleros de Hollywood , revela Cohn. “Nuestros referentes son Quentin Tarantino, Woody Allen y Nanni Moretti: sus películas van componiendo un estilo y, a la vez, no están reñidas con el gran público , agrega Duprat. Eso explica que si algo define a 'El artista', 'El hombre de al lado', 'El ciudadano ilustre' y 'Mi obra maestra' es la búsqueda del cruce entre el prestigio del cine de autor y la popularidad de un programa del prime time televisivo.

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