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Crece la tendencia: más varones dejan sus trabajos para cuidar a niños o ancianos

Cuáles son los factores que consolidan este movimiento y cuáles las deudas pendientes.

A Ryan Burdick las preguntas incesantes sobre cuándo piensa volver a trabajar ya le resultan viejas. Por eso le pusieron el apodo de "Señor mamá".

Aun así, este padre de 38 años dice que no se arrepiente de la decisión, tomada diez años atrás, de hacer a un lado su carrera ascendiente como piloto comercial para quedarse en casa, donde ahora se ocupa a tiempo completo de sus hijos Walter, de 10, y George, de 7. "Siempre hago el mismo chiste: estoy retirado", cuenta Burdick, cuya esposa, Stephanie, de 36, es médica en un hospital en Grand Rapids, Michigan.

La esposa de Burdick era residente cuando el matrimonio se dio cuenta de que la niñera a la que acababan de contratar no iba a poder lidiar con las exigencias de sus empleos. Tras revisar otras opciones de cuidado de niños, la pareja decidió que sería más sensato que Ryan se ocupara de su atención y de las responsabilidades del hogar. Esa disposición permitió que Stephanie avanzara más rápido en su profesión, lo que alivió las tensiones financieras de mantener una casa con un solo ingreso. "Mi potencial laboral es mucho más alto debido a que él se queda en casa", afirma ella.

La lenta caída en la tasa de participación en la fuerza laboral estadounidense de hombres en el apogeo de su edad activa -que la Oficina de Estadísticas Laborales (OEL) ubica entre los 25 y los 54 años- deja perplejos a economistas y gobernantes, que la atribuyen a cantidad de factores, como la reducción de las plantillas en el sector industrial y otros por tradición dominados por los hombres, junto con el retraso en la capacitación de los varones.

En octubre pasado el 88,5 por ciento de los hombres de edad activa trabajaban o buscaban trabajo de manera activa. Es una caída de 9 por ciento desde el momento en que la OEL empezó a registrar los datos en la década de 1950. El fenómeno ha sido relatado ampliamente en libros con títulos fatalistas como El fin de los hombres o La crisis de los muchachos.

Los hombres que abandonan la fuerza laboral para asumir responsabilidades de cuidado han desempeñado un papel comparativamente pequeño en la tendencia general, pero las cifras vienen subiendo y, al menos según una medición, podrían haber marcado un récord el año pasado.

Los hombres representan el 5 por ciento del quinto de familias que el año pasado registraron un progenitor que se queda en casa, una suba desde el 1 por ciento de mediados de los años ‘90, que representa a 239.000 padres.

Las cifras oficiales que suelen citarse puede que subestimen el tamaño del grupo: el censo define a la categoría como esposos de matrimonios heterosexuales con hijos menores de 15 años que dicen específicamente que no trabajan para ocuparse de la familia, y cuyas esposas trabajan o buscan trabajo. Según esos términos, los hombres representan el 5 por ciento del quinto de familias que el año pasado registraron un progenitor que se queda en casa, una suba desde el 1 por ciento de mediados de los años ‘90, que representa a 239.000 padres.

Según un análisis más amplio del Centro de Investigaciones Pew -que expande el sector a los padres de un hijo menor de 18 años que no trabaje, al margen del motivo o de la situación marital, y que también incorpora a hombres en relaciones homosexuales- la cifra de padres hogareños llegó en 2021 a 2,1 millones, lo que equivale al 18 por ciento de todos los progenitores que se quedan en casa, una suba desde el 10 por ciento en 1989.

En el estudio de Pew, el 23 por ciento dijo que las razones por las que dejaron la fuerza laboral fueron el cuidado de los niños, frente a la pérdida de empleo (13 por ciento), la discapacidad (34 por ciento) o estudiar o haberse jubilado (20 por ciento). Un aumento frente al 4 por ciento que en 1989 había mencionado el cuidado, señala Pew.

Arielle Kuperberg, profesora adjunta de sociología y estudios de género en la Universidad de Carolina del Norte en Greensboro que efectuó su propia revisión de las estadísticas oficiales, dio con un récord de 15,2 por ciento de padres de hijos menores de 18 años que no trabajaron el año pasado, contra el 14 por ciento de 2019 y menos del 8 por ciento en 1980. Muchos hombres puede que sean "padres operativos en casa, aunque ese no fue el motivo que dijeron en el estudio" debido a un perdurable estigma social, aclara Kuperberg.

Las normas culturales sobre la masculinidad, el trabajo y la familia han tardado en evolucionar, opina Richard Reeves, autor del nuevo libro Of Boys and Men: Why the Modern Male is Struggling, Why It Matters, and What to Do About It. "Hemos reformulado a tal punto la maternidad y lo que significa ser madre que también hoy las madres pueden lleva el pan a sus casas -indica Reeves-. Pero no reformulamos la paternidad para que a los hombres les resulte más fácil, cultural, práctica y económicamente, convertirse en padres presentes".

Burdick coincide. "El mundo no está hecho para padres que se quedan en casa", observa, mencionando, entre otros impedimentos, la falta de puestos para cambiar pañales en los baños de hombres. Los administrativos de las escuelas por lo general llaman a su esposa en caso de consultas o emergencias, aunque él figura como el contacto principal.

Un factor importante en el cambio en las funciones de los sexos ha sido la divergencia en la evolución salarial de hombres y mujeres. Casi un tercio de las mujeres que estaban casadas o convivían aportaban al menos la mitad de los ingresos totales de la pareja en 2017, frente al 25 por ciento en 2000 y al 13 por ciento en 1980, agrega el informe de Pew.

"Todos estos años de mayor inscripción femenina en la educación superior empiezan a dar sus frutos ahora", observa Jennifer Glass, profesora de sociología en la Universidad de Texas en Austin, quien el año pasado publicó un estudio sobre el aumento de las mujeres proveedoras. "Tienen trabajos más estables, que pagan la atención médica y difícilmente se evaporen durante una recesión".

Agrega que, históricamente, las mujeres que eran la fuente principal de ingresos de un hogar eran solteras, divorciadas o viudas. En decenios más recientes, el aumento de las madres proveedoras se ha dado entre mujeres en pareja. Sus aptitudes demandadas en sectores como cuidado de la salud o educación mejoraron su poder remunerativo, que contrasta con la "caída en los ingresos ajustados por inflación" de sus equivalentes masculinos, una tendencia imputable en parte al achicamiento debido a las fusiones empresarias y al crecimiento del trabajo contratado.

La disparidad en potencial remunerativo es lo que en 2014 empujó a Jason Mitchell a ocupar el papel de padre de tiempo completo. En esa época Mitchell era profesor adjunto de composición inglesa en la Universidad Estatal de los Apalaches, en Boone, Carolina del Norte, mientras que su esposa tenía un doctorado y mejores perspectivas en la escuela de negocios de la universidad.

El matrimonio organizó lo mejor que pudo sus horarios luego del nacimiento de su primer hijo, algo que no les funcionó cuando nació el segundo. "Eramos como dos barcos que se cruzaban de noche", recuerda Mitchell, de 40 años, que ahora se ocupa de una tribu de cuatro hijos, de 4 a 11 años. "Con sinceridad, mi trabajo en literatura no iba a cubrir los costos de la atención médica de más de un hijo".

La pandemia aumentó más los costos ya elevados del cuidado infantil, lo que llevó al cierre de muchos centros de día y disparó el éxodo de su personal a trabajos mejor remunerados. En un trabajo reciente, el 58 por ciento de las familias señaló que en 2022 había gastado más de US$ 10.000 en guarderías, frente al 45 por ciento que dijo haber gastado esa cifra en 2019.

"Vemos más hombres que se identifican como cuidadores que antes".

Ni siquiera cuando su hijo menor empiece a ir a la escuela con doble turno cree Mitchell que volverá a trabajar, "solo porque hay tantas cosas para hacer", llevando el hogar y coordinando los horarios de cuatro niños. Aun así se considera afortunado. "Pensé que iba a extrañar la docencia -comenta-. Pero no hay comparación con poder ver crecer a los chicos y pasar tanto tiempo con ellos".

Desde luego que la mayoría de las familias estadounidenses no pueden darse el lujo de vivir con un solo ingreso. Kristopher Park, de 34 años, renunció a su trabajo como procesador de beneficios alimentarios y otros programas de ayuda estatal en el estado de Delaware. Lo hizo al comprobar que, comparadas las opciones, sus dos cheques quincenales de US$ 1000 no cubrirían los US$ 2.500 mensuales que cuesta la guardería de sus hijos de 5 y 2 años.

Parecía más sensato que su esposa Nicole, de 32 años, aceptara un puesto de US$ 50.000 anuales como contadora en la Dirección de Vivienda de Wilmington y ellos cuidaran a los niños (en octubre nació una tercera hija) que desviar todos los ingresos de él a niñeras o guarderías.

Aunque de momento está empeñado en ocuparse de los chicos a tiempo completo, Park emplea sus horas libres para mejorar sus aptitudes en programación informática y diseño en 3D, con la esperanza de que le abra las puertas a puestos mejor remunerados que hagan que valga la pena salir a trabajar. "La realidad es que solo con el ingreso de ella no tenemos protección ante una emergencia", admite.

El aumento en el costo de criar hijos va parejo con el de los adultos mayores. Los gastos extras destinados a los ancianos subieron 41 por ciento entre 2009 y 2019. La cifra de cuidadores de mayores, igual que la de proveedores de cuidado infantil, se mantiene tercamente por debajo de los niveles anteriores a la pandemia.

Mario Matthews con su madre.

La falta de opciones económicas es lo que en 2020 impulsó a Mario Matthews a mudarse de Los Angeles a su natal Oklahoma City para cuidar a su madre de 60 años, Kathy Grant, a quien dos años antes le habían diagnosticado principio de demencia.

"Algunos días recuerda su nombre, otros no", cuenta Matthews, de 42 años, que dejó su trabajo como camarero en lugares de famosos como Beauty & Essex o Soho House una vez que la menor independencia y sus pocos ahorros desterraron a la madre de la institución donde vivía pagando US$ 5000 mensuales.

La mujer ya no puede comer ni vestirse sin ayuda. Habla en estructuras en vez de en frases, aclara Matthews, y está poseída por el miedo a caerse, incluso cuando camina por su casa. "Lo veo en sus ojos", dice acerca de esa ansiedad. Ahora la madre tiene que ser sedada para ir a sus visitas de rutina a odontólogos u oftalmólogos.

Los hombres representaron el 39 por ciento de los proveedores de cuidado familiar en 2020, un alza frente al 27 por ciento de 1997, señalan la AARP (Asociación Estadounidense de Jubilados) y la Alianza Nacional de Cuidado (NAC en inglés). "Vemos más hombres que se identifican como cuidadores que antes, tal vez poniendo de manifiesto el cambio cultural que está ocurriendo en torno al cuidado, quién lo aporta y quién se siente cómodo hablando al respecto", señala Fawn Cothran, director de investigaciones de la NAC.

Alrededor del 9 por ciento de los cuidadores de personas con Alzheimer u otras formas de demencia dejaron de trabajar por completo el año pasado, muestran cifras de la Asociación del Alzheimer y la NAC. El 18 por ciento pasaron de jornadas completas a trabajo temporario o redujeron sus horas laborales.

Matthews barajó buscar un trabajo de 9 a 17 tras mudarse a Oklahoma City pero pronto decidió que lo que ganara iba a ir directo a pagar una enfermera. Dice que por muchos motivos prefiere encargarse él de su madre que tener que vigilar a los posibles cuidadores. Aunque la mujer perdió muchas de sus habilidades reacciona positivamente a la música y se alegra cuando Matthews baila alrededor suyo o hace caras raras. "Es muy divertido verla reír", confiesa.

Esta nota se publicó en el número 349 de revista Apertura.

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