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El Ártico se convirtió en el nuevo campo de batalla geopolítico entre las superpotencias mundiales.

Mientras el cambio climático derrite las capas de hielo y abre nuevas rutas comerciales, Estados Unidos y Rusia intensifican su competencia por el control de esta región estratégica.

Con enormes reservas de petróleo, gas natural y minerales en juego, la pregunta ya no es si habrá tensiones en el Ártico, sino cuán lejos están dispuestas a llegar las naciones para asegurar su dominio.

El Ártico, de frontera olvidada a epicentro de la geopolítica del siglo XXI. Fuente: Shutterstock.
El Ártico, de frontera olvidada a epicentro de la geopolítica del siglo XXI. Fuente: Shutterstock.

El dominio ruso en las aguas heladas: una ventaja nuclear

Rusia construyó una formidable flota de rompehielos nucleares que supera ampliamente las capacidades estadounidenses en el Ártico. Con más de 40 embarcaciones especializadas, incluyendo los poderosos rompehielos nucleares clase Arktika, Moscú estableció una hegemonía prácticamente indiscutible en estas aguas.

La flota rusa no solo es más numerosa, sino tecnológicamente superior. Sus rompehielos nucleares pueden operar durante meses sin reabastecimiento, atravesar hielo de hasta 4 metros de espesor y mantener rutas comerciales abiertas durante todo el año.

Esta capacidad les otorga un control efectivo sobre la Ruta del Mar del Norte, una vía marítima que reduce significativamente los tiempos de navegación entre Asia y Europa.

En contraste, Estados Unidos depende principalmente de rompehielos diesel-eléctricos más antiguos y menos potentes. El USCGC Polar Sea, que durante décadas fue el orgullo de la flota ártica estadounidense, fue retirado del servicio en 2010, dejando a Estados Unidos con capacidades limitadas.

Estados Unidos acelera la construcción de nuevos rompehielos

Consciente de su desventaja, Estados Unidos lanzó el Programa de Seguridad Polar para modernizar su flota ártica. El plan contempla la construcción de tres nuevos rompehielos pesados de 22,900 toneladas, con el primero programado para entrar en servicio en los próximos cinco años.

Equipados con tecnología de propulsión avanzada y sistemas de navegación de última generación, buscan cerrar la brecha tecnológica con la flota rusa. Sin embargo, el proceso de construcción enfrenta desafíos logísticos y presupuestarios significativos.

La urgencia del proyecto refleja la creciente importancia estratégica del Ártico para la seguridad nacional. De hecho, funcionarios del Pentágono identificaron el control ártico como una prioridad crítica, especialmente considerando que la región alberga aproximadamente el 13% de las reservas mundiales de petróleo y el 30% del gas natural sin explotar.

Mientras el hielo cede, la flota rusa avanza: una hegemonía nuclear en el techo del mundo. Fuente: archivo.
Mientras el hielo cede, la flota rusa avanza: una hegemonía nuclear en el techo del mundo. Fuente: archivo.

La batalla por los recursos árticos: petróleo, gas y minerales estratégicos

Las estimaciones sugieren que bajo el hielo ártico yacen recursos valorados en trillones de dólares, incluyendo vastas reservas de hidrocarburos y minerales estratégicos esenciales para la tecnología moderna.

Por este motivo, Rusia se posicionó como la nación más agresiva en la reclamación de territorio ártico, presentando demandas ante las Naciones Unidas para extender su plataforma continental hasta el Polo Norte. Esta expansión le otorgaría derechos exclusivos de exploración sobre vastas extensiones del lecho marino

Las nuevas rutas marítimas árticas también representan un punto de inflexión comercial. La Ruta del Mar del Norte podría reducir los tiempos de navegación entre Asia y Europa hasta en un 40%, generando ahorros de miles de millones de dólares anuales en costos de transporte.

El control de estas rutas marítimas implica una influencia directa sobre las dinámicas del comercio global, posicionando el Ártico como un escenario geopolítico estratégico donde cada acción conlleva repercusiones.