Mujeres IT: las disciplinas más destacadas
Inteligencia artificial, lingüística computacional y optimización son algunas de los ámbitos en los que se destacan las investigadoras locales.
Nada más alejado del solitario encierro en un laboratorio o del mero trabajo frente a una máquina que hacer investigación en ciencias de la computación. Así lo ven sus protagonistas: como un trabajo interdisciplinario, que demanda cooperación e intercambio con colegas locales y del exterior, cuyos resultados se aplican a los ámbitos más disímiles —salud, economía, empresas, educación, deportes y transporte—, que permite viajar y que se desarrolla a fuerza del trabajo en equipo. De estas posibilidades dan cuenta las mujeres que desempeñan investigación científica, quienes disfrutan de su profesión y tratan de explicar por qué sería positivo que más mujeres se inserten, como ellas, en este campo.
La magra participación femenina en el ámbito científico, principalmente en las llamadas “ciencias duras”, es una preocupación mundial. Sin embargo, en los últimos años, la proporción de mujeres y hombres que realizan la carrera de investigación en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) se fue equiparando, aunque todavía predominan los varones en los puestos de dirección. Mientras que en 2006, sobre un total de 4.759 investigadores, había 2.213 mujeres y 2.546 hombres (46,50 por ciento y 53,50 por ciento respectivamente), durante 2011 sobre un total de 6.939 investigadores, la relación era de 3.434 mujeres (49,49 por ciento) y 3.505 hombres (50,51 por ciento). En el segmento de becarios —cargo con el que se inicia la carrera de investigador en el CONICET—, la tendencia se invierte: sobre un total de 8.801 becarios, 5.324 son mujeres y 3.477 son varones (60,49 por ciento y 39,51 por ciento respectivamente). Mientras que las becas doctorales son cursadas por 4.325 mujeres y 2.762 hombres, en las posdoctorales hay 999 mujeres y 715 hombres.
“En las cifras globales está repartida la proporción de ambos sexos, y si bien se ha ensanchado la pirámide con mayor cantidad de mujeres, en los puestos de decisión, coordinación y supervisión, aquellos de mayor poder y prestigio, hay mayor participación masculina”, analiza María Elina Estébanez, investigadora del Centro Redes a cargo de Ciencia, Tecnología y Sociedad. “Hay que prestar atención a cómo evoluciona esta composición en el tiempo; si con los años se verifica un proceso de recambio, donde las mujeres lleguen a ocupar realmente los puestos de jerarquía. Porque suele suceder, y ha pasado en países como España, que a medida que se avanza en la carrera, las exigencias de tiempo, cumplir horarios laborales sumamente extendidos y viajes son mucho mayores, lo que hace que muchas mujeres no puedan compatibilizar sus obligaciones laborales y familiares, y así deben abandonar las posibilidades de ocupar niveles más altos”, completa Estébanez.
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El bajo número de investigadoras es un reflejo de la baja matrícula femenina en las carreras vinculadas a computación e informática. Irene Loiseau, licenciada en Matemática, doctora en Informática, profesora asociada e investigadora con dedicación exclusiva del Departamento de Computación de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEN-UBA), dice que esto no siempre fue así: “Cuando yo estudiaba, hace casi 40 años, en la carrera de computación científica la mayoría eran alumnas mujeres; pero hacia finales de los ’80 y en coincidencia con la entrada de las computadoras personales en los hogares, comienza a declinar de manera terrible la cantidad de mujeres que estudian estas disciplinas”, explica. “Creo que hay una visión sesgada, incompleta, de las posibilidades que ofrece esta carrera. Al momento de elegir un estudio, tal vez las adolescentes no logran identificarse con una profesión que, según creen, implica ser un ‘nerd’ y trabajar aislado, todo el día frente a una máquina. Ese panorama no es atractivo para las chicas: lo ven como un trabajo aburrido, con poca interacción personal, comunicación y sin aplicación con fines sociales”, razona.
“Pero por el contrario pocas carreras ofrecen tantas alternativas como la informática; se puede trabajar solo si uno quiere, pero también en equipo y con profesionales de distintas disciplinas, tanto del país como del exterior. Hay que pensar problemas y modelarlos. También se viaja mucho y se hacen desarrollos con aplicaciones concretas en distintos ámbitos, como la medicina o la economía”, expresa Loiseau, que investiga sobre problemas de optimización. Para revertir esta “visión sesgada” que tienen las adolescentes sobre esta profesión, a su entender, es necesario difundir información adecuada acerca de los contenidos y la variedad de opciones laborales.
Luciana Benotti (33) es licenciada en Ciencias de la Computación por la Universidad Nacional del Comahue, doctora en Lingüística Computacional por la Universidad de Nancy (Francia) y hoy se desempeña como investigadora y docente con dedicación exclusiva de la Universidad Nacional de Córdoba. En su área de especialización —la lingüística— “hay más participación femenina que en otras áreas como la ingeniería de software”, admite. “Quizá porque es muy interdisciplinaria; en mi equipo hay psicólogos, pedagogos y profesionales de las ciencias cognitivas, que son los ámbitos que atraen más a las mujeres”, agrega. Y coincide con Loiseau en que “las mujeres se interesan más por los desarrollos con aplicación social, y la computación no siempre se percibe de esa manera, sino por el contrario como un trabajo aislado y aburrido. Pero eso un mito”.
También licenciada en Ciencias Matemáticas y doctora en Computación de la UBA, Flavia Bonomo (34) es investigadora full time y profesora adjunta del Departamento de Computación de la FCEN-UBA. “No hay una dificultad intrínseca de esta disciplina o de la mujer para hacer investigación en tecnología; es un trabajo totalmente apto para nosotras —observa Bonomo—. Creo que en la escuela secundaria la computación se enseña de una manera despareja e incompleta: en algunos colegios se enseña programación, y en otros a usar la PC y una planilla de cálculo. Pero eso no tiene nada que ver con la carrera ni con la investigación. Creo que la escuela no motiva mucho a estudiar computación. Hay estereotipos negativos y desconocimiento.”
Compatibles
Según Benotti, la aplicación de políticas activas es fundamental para incluir a la mujer en la carrera científica. “Los equipos mixtos e interdisplinarios son muy ricos y el género les da una perspectiva extra”, afirma. Y agrega que en la universidad “las investigadoras que quieren ser madres tienen muchas ventajas, como licencia por maternidad de seis meses que se puede compartir con la pareja”.
En su opinión, “hay un desbalance muy marcado de géneros en el campo de la computación, pero es un círculo vicioso que hay que romper con la incorporación de mujeres”, sostiene. Al respecto, Benotti menciona que en la Unión Europea “se implementan programas especiales de becas para tratar de insertar a más mujeres y que en empresas como Microsoft e IBM fomentan la incorporación de minorías y otorgan subsidios y premios para que las mujeres desarrollen proyectos”. Y admite que “en la Unión Europea se ven más mujeres ocupando roles jerárquicos”.
Para Ana Maguitman (41), doctora en Ciencias de la Computación por la Universidad de Indiana (Estados Unidos), investigadora adjunta del CONICET especializada en inteligencia artificial y docente de la Universidad Nacional del Sur (UNS), “el trabajo de investigación científica es muy compatible con las mujeres; no sólo porque les gusta y les interesa mucho, sino también porque la posibilidad de tener una mayor flexibilidad horaria y de trabajar en casa son muy importantes para aquellas que quieren ser mamás y tener una familia”.
“Además, la realización de viajes al exterior para asistir a congresos, que nos gusta y nos sirve para avanzar, no es algo excluyente u obligatorio; de hecho, durante algún período una puede arreglarse para investigar y trabajar sin viajar —agrega—. Al trabajar en equipo, se pueden repartir tareas; y cuando una tiene obligaciones como cuidar a un bebé son otros los que viajan. En mi caso, desde que soy mamá no he viajado y lo hacen los becarios que trabajan conmigo; retomaré los viajes cuando mis chicos estén más grandes.”
Flavia Bonomo coincide en que su trabajo es “bastante libre y flexible”. “Por supuesto hay que estar en la facultad para dar clases, estar disponible para los alumnos y para trabajar en equipo con los colegas; pero ante situaciones particulares es posible trabajar desde la casa”, señala.
Maguitman destaca otro rasgo positivo: “Hacer investigación es un crecimiento personal, en el que se invierte tiempo; si es necesario, una puede trabajar el fin de semana, a la noche o durante la licencia por maternidad porque hay mucho interés y motivación”. Sin embargo dice que entre sus alumnos las mujeres son escasas: la materia Lenguajes Formales y Autómatas —que se estudia en las carreras de Ciencias de la Computación, Ingeniería en Sistemas de Computación e Ingeniería en Sistemas de Software— la cursan 82 varones y 13 mujeres. “No veo por qué la computación le deba gustar más al hombre que a la mujer —se cuestiona—. Una cosa es sólo programar, pero también se puede ser creativo y desarrollar nuevas herramientas y teorías.”
Visión diferente
Sobre las consecuencias que puede tener en la elección de los problemas y temas de investigación la escasa participación de mujeres en las actividades científicas, las opiniones son diversas. De acuerdo con Loiseau, la baja proporción de investigadoras no afecta a los temas que se abordan, “porque estos se determinan en función de las tendencias y modas de la ciencia en cada momento, o bien con las necesidades de desarrollo”. Flavia Bonomo, por su parte, señala que “en otras ciencias es más claro distinguir temas de investigación por género, como por ejemplo en el campo de la salud; pero en nuestro caso, se trata de cuestiones más generales, no particulares de la mujer”. Luciana Benotti considera que “alentar a que la mujer haga investigación en esta disciplina permite incorporar otra visión y, quizá, ir por áreas menos desarrolladas”.
En cambio, María Elina Estébanez, del Centro Redes, advierte que la escasez de mujeres en el ámbito científico “puede incidir en los intereses temáticos o bien que el mismo sea estudiado desde una perspectiva diferente; es positivo que las perspectivas femenina y masculina estén presentes y se complementen en la producción de conocimiento. No sólo por razones de igualdad y equidad de género, sino porque el conocimiento gana en variedad y en riqueza; lo mismo ocurre con la toma de decisiones acerca de la orientación de las líneas de investigación, el diseño de las tecnologías y la elección de las herramientas a utilizar. Ambos enfoques deben estar presentes para no privar a la comunidad de un conocimiento más rico”.
La edición original de este artículo se publicó por primera vez en la revista Information Technology N°182 (noviembre de 2012).
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