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La histórica disputa entre Argentina y el Reino Unido por las Islas Malvinas volvió al centro de la escena diplomática tras las recientes declaraciones de Peter Lamelas, designado por el expresidente Donald Trump como próximo embajador en Buenos Aires.
Durante su exposición ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos, Lamelas reafirmó la postura de neutralidad que Washington sostiene actualmente sobre el conflicto de soberanía.
"No reconocemos la soberanía de Argentina ni del Reino Unido", afirmó el diplomático, en un tono que reavivó viejos reclamos y renovó las tensiones con un tema particularmente sensible en la agenda bilateral.
Una neutralidad que no fue
Si bien hoy Estados Unidos sostiene una posición de equidistancia formal en el conflicto, no siempre fue así. Durante la Guerra de Malvinas en 1982, el gobierno de Ronald Reagan rompió con cualquier pretensión de imparcialidad y ofreció un respaldo logístico, militar y político clave al Reino Unido.
Según la historiadora e investigadora del Conicet Ana Laura Bochicchio, "la ayuda de EE. UU. fue determinante para el desenlace del conflicto" y su intervención dejó en evidencia la subordinación a los intereses británicos en el marco de la Guerra Fría.
Washington no solo abandonó su rol de mediador, sino que suspendió la entrega de armamento ya abonado por Argentina y redirigió recursos estratégicos de la OTAN para apoyar a Londres. Misiles, sistemas electrónicos y repuestos salieron de los arsenales europeos directamente hacia el Atlántico Sur.

Una herencia ambigua que se mantiene
Desde entonces, la posición de EE. UU. osciló entre el silencio diplomático y una ambigüedad funcional, sin intervenir directamente pero sin cuestionar la administración británica de las islas.
La declaración de Peter Lamelas, lejos de ser una novedad, se inscribe en esa línea. Según Bochicchio, su mensaje representa "una continuidad de la visión imperialista que define la política exterior estadounidense hacia América Latina desde el siglo XIX".
Para la historiadora, esa mirada parte del concepto del Destino Manifiesto, que ubica a EE. UU. como un actor con una supuesta misión civilizadora sobre el continente, lo que le otorga legitimidad para intervenir en defensa de sus intereses geopolíticos y económicos.
Malvinas y la disputa con China en el fondo del escenario
Más allá del conflicto específico con Argentina, las palabras de Lamelas también se vinculan con un reposicionamiento estratégico en la región, especialmente frente al avance comercial y diplomático de China.
El diplomático expresó su intención de recorrer las 23 provincias argentinas con el objetivo de atraer inversiones estadounidenses y frenar la expansión del gigante asiático, que ya consolidó vínculos en países clave como Brasil y Perú.
En ese contexto, la Cuestión Malvinas vuelve a funcionar como una pieza geopolítica en el tablero regional. Mientras Reino Unido refuerza su presencia militar y administrativa en el archipiélago, Argentina insiste en la vía diplomática y el diálogo bilateral.
Pero la pasividad estadounidense limita cualquier avance, más aún con un posible embajador que parece reafirmar la distancia en lugar de construir puentes.
Sin avances concretos, pero con fuerte impacto político
La intervención de Lamelas no altera la política exterior formal de EE. UU., pero sí marca el tono de una gestión que podría consolidar una visión más alineada con los intereses de Londres, en línea con el apoyo que Trump brindó a sus aliados históricos durante su presidencia.
En un escenario donde Javier Milei busca fortalecer su vínculo con Washington, la respuesta sobre Malvinas podría funcionar como un termómetro de hasta dónde está dispuesto Estados Unidos a comprometerse con los intereses argentinos, o si priorizará, como lo ha hecho históricamente, su alianza con el Reino Unido.













