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Un descubrimiento reciente dejó perpleja a la comunidad científica: una misteriosa “nueva luna” de la Tierra parece haberse mantenido oculta de la observación humana por más de medio siglo.

Su presencia, inadvertida durante décadas, reabre preguntas sobre la dinámica orbital y los secretos aún escondidos en nuestro propio Sistema Solar.

Los astrónomos confirmaron que se trata de una cuasi-luna desconocida hasta ahora, denominada PN7. Este objeto silencioso sigue a la Tierra desde mediados de los años 60.

Su hallazgo genera asombro y desconcierto, mientras que alimenta la idea de que aún quedan compañeros celestes invisibles orbitando la Tierra sin que la ciencia los detecte con facilidad.

El objeto es una roca del tamaño de un edificio que acompaña a la Tierra en su viaje alrededor del Sol, en una configuración orbital tan peculiar que lo convierte en una cuasi-luna errante. Aunque se observó recién esta temporada, se encuentra junto al planeta hace décadas.

PN7 fue detectada por el observatorio Pan-STARRS en Hawái a finales de agosto. Según los especialistas, se sincronizó con la Tierra alrededor de 1965, incluso antes de que el ser humano llegara a la Luna, y se proyecta que abandone esta configuración y adopte otra órbita cerca de 2083.

Este nuevo hallazgo vuelve a poner sobre la mesa la riqueza y complejidad de las órbitas compartidas, un fenómeno en proceso de estudio para la ciencia.

¿Qué son las cuasi-lunas?

La Tierra ya cuenta con otras cuasi-lunas, cuerpos que orbitan el Sol pero que, debido a sus trayectorias en bucle —a veces adelantándose al planeta, otras quedando atrás— dan la impresión de ser pequeñas lunas.

Estas se diferencian de las mini lunas, satélites naturales capturados temporalmente por la gravedad terrestre.

Cabe señalar que ninguna de estas acompañantes se compara con la Luna verdadera, el único satélite natural del planeta. Estos otros objetos solo pueden observarse mediante telescopios extremadamente potentes, capaces de captar la tenue luz solar reflejada en pequeñas rocas que se desplazan rápidamente en la oscuridad.

Las cuasi-lunas no son exclusivas de la Tierra: la primera fue descubierta alrededor de Venus en 2002. Con el hallazgo de PN7, ya se conocen al menos siete de estos acompañantes orbitando junto a nuestro planeta, aunque se sospecha que hay más pendientes de detección.

Estos cuerpos entran y salen de su trayectoria compartida por pura casualidad gravitacional dado que reciben mínimas fuerzas de atracción por parte de la Tierra. Hasta ahora, las cuasi-lunas observadas miden entre 9 y 300 metros, y se estima que PN7 es una de las más pequeñas.

Para la científica Kat Volk, del Instituto de Ciencias Planetarias de Arizona, estas cuasi-lunas ofrecen una experiencia única: pueden verse evolucionar en tiempo real, a diferencia de los objetos transneptunianos que ella estudia, cuyos períodos orbitales son tan largos que no completarán una vuelta durante toda su vida.

El asteroide 2025 PN7 no es una luna tradicional, pero comparte la órbita terrestre durante décadas.(Fuente: ESO)

Otro ejemplo es Kamoʻoalewa, descubierta en 2016, que lleva un siglo siendo cuasi-luna y lo seguirá siendo durante al menos 300 años más.

Las minilunas, en cambio, sí son atrapadas por la gravedad terrestre. Suelen permanecer menos de un año y sus órbitas son muy inestables. Solo se han registrado cuatro, la última del tamaño de un autobús escolar, que se liberó el año pasado.

La mayoría son tan pequeñas como rocas, lo que las vuelve casi imposibles de detectar. Aunque ahora no hay ninguna miniluna activa, se estima que la Tierra tiene al menos una de varios metros orbitándola en cualquier momento.

¿De dónde vienen estas lunas adicionales?

El origen de estos pequeños acompañantes sigue siendo un misterio. Una de las teorías es que podrían ser asteroides cercanos a la Tierra, fragmentos desplazados desde el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, empujados por la poderosa gravedad de Júpiter.

Otra teoría sugiere que podrían ser fragmentos arrancados de la Luna tras antiguas colisiones. Estudios sobre Kamoʻoalewa indican que su composición es más similar a la superficie lunar que cualquier asteroide observado hasta ahora.

China ya lanzó una misión que llegará a Kamoʻoalewa el próximo verano para recolectar muestras rocosas y traerlas de regreso a la Tierra, lo que podría revelar pistas cruciales sobre su origen.

Alerta mundial: la NASA advirtió que dos asteroides del tamaño de una casa se están acercando a la Tierra, ¿cuándo será el impacto? Foto: Reuters

También existe la hipótesis de que estos cuerpos sean los últimos vestigios de una antigua población de asteroides fusionados que se formaron cerca de la Tierra durante los primeros días del Sistema Solar.

El avance de los telescopios —especialmente el nuevo Observatorio Vera C. Rubin— permitirá detectar más objetos pequeños como PN7. Cada hallazgo se relaciona con el antiguo estudio de la mecánica celeste, disciplina que expulsó a la Tierra del centro del universo conocido.