En Buenos Aires y más allá, miles de mochilas de colores recorren calles y avenidas sorteando el tránsito y las condiciones climáticas. Detrás de cada pedido entregado hay una ecuación económica que hasta ahora carecía de parámetros claros: ¿cuánto trabajo real representa sostener una vida trabajando en plataformas de delivery?

La respuesta que acaba de publicar la Fundación Encuentro es contundente: en septiembre de 2025, un repartidor debió completar 461 pedidos promedio para alcanzar la Canasta Básica Total de un hogar tipo de cuatro integrantes.

El dato surge del nuevo Coeficiente de Alcance del Pedido Promedio (APP), un indicador que por primera vez establece una relación objetiva entre el valor que cobra un repartidor por pedido —sin incluir propinas— y distintos umbrales de costo de vida. La cifra de 461 pedidos mensuales equivale a realizar aproximadamente 15 entregas por día, todos los días del mes, sin descansos ni fines de semana, solo para no vivir bajo la línea de pobreza.

El pedido promedio: $ 2553 que valen cada vez menos

El cálculo parte de un valor concreto: en septiembre, el pedido promedio entre Rappi y PedidosYa fue de $ 2553,60. Este número, que surge del promedio entre ambas plataformas considerando diferentes tipos de vehículos, pedidos y horarios, se convierte en la unidad de medida para dimensionar el esfuerzo laboral en la economía de plataformas.

Pero la comparación con julio revela una tendencia preocupante: mientras el valor del pedido promedio se mantuvo prácticamente estable mes a mes, el costo de vida siguió escalando. En apenas dos meses, sostener un hogar tipo requirió 11 pedidos adicionales. Para alquilar un departamento promedio en CABA se necesitaron 11 viajes más.

El mercado inmobiliario presiona especialmente: cubrir el alquiler de un monoambiente en la Ciudad demanda 184 pedidos mensuales —más de 6 entregas diarias—, mientras que un alquiler promedio de 1 a 3 ambientes exige 271 pedidos, casi 9 por día.

Más allá del hogar: la radiografía completa del esfuerzo

El indicador APP no se limita al hogar tipo. Sus mediciones complementarias traducen a “lenguaje de pedidos” prácticamente todos los aspectos de la vida económica de un repartidor, revelando la precariedad estructural de este trabajo:

Subsistencia básica: para cubrir únicamente su alimentación personal (Canasta Básica Alimentaria individual), un repartidor necesita hacer 67 pedidos al mes. Si se amplía a todos los gastos esenciales individuales (Canasta Básica Total individual), la cifra trepa a 149 pedidos. Son números que, leídos en términos diarios, significan entre 2 y 5 entregas solo para cubrir necesidades básicas personales.

Crianza de hijos: sostener los gastos de un hijo promedio demanda 190 pedidos mensuales —más de 6 entregas diarias—, mientras que criar un bebé menor de un año requiere 171 pedidos. Estas cifras, que aumentaron 4 y 3 pedidos respectivamente entre julio y septiembre, evidencian cómo la inflación erosiona el poder adquisitivo incluso cuando el valor nominal del pedido se mantiene.

Fundación Encuentro

Ingresos formales como horizonte lejano: para alcanzar el ingreso promedio individual de la Argentina (según datos del INDEC al segundo trimestre de 2025), un repartidor debe completar 344 pedidos. El Salario Mínimo Vital y Móvil, en tanto, requiere 126 pedidos: más de 4 entregas diarias durante todo el mes.

Costos operativos y fiscales: incluso los gastos más pequeños se acumulan. Llenar un tanque de nafta de 3,5 litros cuesta 2 pedidos, mientras que pagar el Monotributo categoría A —la obligación fiscal mínima para trabajadores independientes— demanda 15 pedidos mensuales.

La opacidad de un sector sin parámetros

Lo más revelador del informe de Fundación Encuentro no son solo los números, sino el vacío que vienen a llenar. A diferencia de cualquier otro sector de la economía, el trabajo en plataformas carece de referencias salariales, convenios colectivos o estadísticas oficiales sobre condiciones laborales.

No hay datos públicos sobre cuántos repartidores trabajan en Argentina, cuántas horas dedican, cuánto ganan en promedio o cómo varían sus ingresos según la región, el clima o la demanda.

Esta opacidad dificulta tanto la organización de reclamos como el diseño de políticas públicas. Sin parámetros compartidos, es imposible evaluar si las condiciones son “justas” o “injustas”, si mejoran o empeoran en el tiempo. El APP surge precisamente para ofrecer ese anclaje: un número objetivo, comparable y replicable que permite seguir la evolución del poder adquisitivo de los repartidores frente al costo de vida.

¿Trabajo independiente o precarización disfrazada?

Los 461 pedidos necesarios para sostener un hogar tipo plantean una pregunta incómoda sobre el modelo de negocio de las plataformas: ¿es sostenible un esquema donde un trabajador debe realizar 15 entregas diarias, todos los días del mes, para mantenerse en el umbral de la pobreza?

La economía de plataformas se presenta a sí misma como una oportunidad de trabajo flexible e independiente. Pero la flexibilidad tiene un costo que el APP ayuda a cuantificar: la incertidumbre de los ingresos, la ausencia de protecciones laborales y la volatilidad frente a factores externos como el clima, la demanda o los cambios algorítmicos en la asignación de pedidos.

En un contexto donde cada vez más jóvenes y migrantes encuentran en las plataformas su principal —o única— fuente de ingresos, entender cuánto trabajo real representa sostener una vida ya no es una cuestión académica: es una urgencia social que el APP comienza a visibilizar con números imposibles de ignorar.