

Libertad María de los ngeles Vichich filmó más de 40 películas en la Argentina, México y Venezuela, pero apenas una decena se proyectaron aquí. Fue la gran provocadora de los revoltosos años 60 y 70; la eterna rival de Isabel Sarli, el otro gran ícono del erotismo vernáculo; la expulsada de una familia terrateniente que no toleró su temprano divorcio y su exhibicionismo en la pantalla. En tiempos en que los ecos del feminismo sonaban lejanos, desafió al machista mundillo del espectáculo latinoamericano negociando personalmentesus contratos. Vive, desde que saltó a la fama en 1962 con La flor del Irupé, en el mismo piso del Botánico, y es el orgullo del coqueto consorcio “porque no se comporta como una artista , según revela una vecina de la mujer que es conocida en toda América como la Diosa Blanca o, simplemente, la Liber.
–¿Cómo se presentaría ante toda una generación que conoce su leyenda de boca de sus padres o que ha visto alguna película suya en el canal Volver?
–Soy una artista que logró cosas que parecían imposibles para las mujeres de esa época. En ese momento, era de avanzada porque hacía teatro independiente, estaba divorciada y tenía que mantener a mi hija, a la que hice estudiar en Suiza, donde actualmente trabaja como especialista en rehabilitación de niños con Síndrome de Down. El motor de mi carrera fui yo misma, porque quería que saliéramos adelante.
–¿Cuál fue su estrategia para saltar a la fama?
–Me hice invitar al festival de cine de Colombia a principios de los 60. En ese momento, las estrellas eran Graciela Borges y Gilda Lousek, prototipo de las actrices ingenuas del momento. Mientras entrevistaban a Gra junto a la piscina, como al pasar, me zambullí con mi diminuta bikini. Enseguida, toda la prensa me rodeó y así conseguí mi primer contrato en cine. Todo en mi vida fue a base de esfuerzo, pero también de viveza. Cuando fui a promocionar la película a Venezuela, como no teníamos dinero para la campaña de publicidad, hice imprimir unos afiches que decían “Libertad Leblanc, rival de Isabel Sarli , porque la Coca ya era famosa. Armando Bo se enfureció porque había explotado la fama de Isabel, pero fue la estrategia de marketing que estaba a mi alcance.
–Suele decir que Libertad Leblanc es un personaje que le pertenece exclusivamente. ¿Cómo lo construyó?
–Yo tuve la virtud de detectar una necesidad latente en la población. Si bien estaba la Coca, ella cumplía con el rol de mujer sumisa manejada por un señor. Yo no: yo inventé a Libertad Leblanc y la manejé siempre sola. Me di cuenta de que si bien era rubia y de rasgos finos, podía hacer algo distinto a lo que hacían las divas de teléfono blanco. Entonces, exageré el personaje: en vez de ser una mujer sexy, la convertí en travesti. Exacerbé todos los rasgos y coqueterías femeninas: me puse dos líneas de pestañas postizas, me maquillé abundantemente, me ceñí la ropa, me puse hasta dos pelucas. Hice un personaje obvio, porque en todas las épocas el ser humano necesita ver en otro lo que no se anima a hacer. Eso es lo que yo le di al público. Y el público no me falló, me amó locamente.
–Bien mirada, lo que más impacta de su carrera, es su faceta desconocida de mujer de negocios. ¿Cómo fue para Vichich ser la representante de Leblanc?
–Fui transgresora, porque en ese momento no existían artistas que negociaran sus contratos, ni siquiera en Hollywood. Mi secreto fue, sin aportar un centavo, convertirme en productora asociada de las películas, con lo cual me aseguré un porcentaje de la exhibición. Pero no fue fácil, porque eso me comprometía incluso a llevar los rollos de las películas en mis valijas para ganar un lugar en los cines latinos.
–¿Qué reacción generaba su rol simultáneo de protagonista y empresaria?
–Superé negociaciones muy duras, porque obviamente me subestimaban por ser mujer, sex symbol y empresaria. Cierta vez, durante una fiesta en México, el productor de cine más exitoso me pidió que mi agente fuera a su oficina porque me quería contratar. Al día siguiente, me puse mi trajecito sastre y fui a su despacho. ¡Menuda sorpresa cuando se enteró de que debía pactar conmigo! Hicimos 8 películas juntos. Un día le preguntaron qué opinaba de mí: “Como mujer, es bellísima. Pero, al negociar, le aparecen los bigotes . Fue el mejor piropo que recibí. De todos modos, no ha sido fácil. En esa época le hacían la vida imposible a una mujer que quería ser independiente. Luché contra los molinos de viento, como Sancho Panza. Pero yo era una aplanadora, avanzaba y no había nada que hacer a mi paso.
–¿Nunca dudó?
–Nunca, nunca, nunca. Para triunfar, no tenés que dudar. Cuando estás segura, sentís una vocecita en el cerebro que te dice todo el tiempo que sí.
–¿Logró todo lo que se propuso profesionalmente?
–Renuncié en grande. En el 65, Hollywood me ofreció un contrato para estudiar inglés, actuación y filmar películas como la sucesora de Marilyn Monroe. Pero se frustró porque mi ex marido no me dejó sacar a mi hija del país.
–¿Qué hizo durante estos 20 años de ostracismo?
–Viví. Me había cansado del personaje, y me di el lujo de volver a ser yo misma. Tras el Rodrigazo, perdí el 60% de mi fortuna, que recuperé con tres programas de televisión que hice en Venezuela. Entonces, invertí en bienes raíces en toda Europa, llevé a mi hija a estudiar a Suiza y me dediqué a viajar. Yo siempre tuve amor por la carrera, pero no sentí su ausencia. Viví a mi aire, dormí de cara al cielo en el Sinaí y al día siguiente en un hotel cinco estrellas. No me peinaba, no me maquillaba, andaba en zapatillas. Y de repente, me iba a París y me vestía como una reina. Lo mejor fue la sensación de que podía elegir cómo y dónde estar. He vivido como quise, en honor a mi nombre
–¿La reconocieron durante sus exóticos viajes?
–Un día estaba en la orilla del Mar Muerto, y sentí que gritaban ¡libertad! Pero interpreté que se referían al valor humano más universal. Cuando me vuelvo, descubro a un grupo de rosarinos que tenían una gasolinera toda empapelada con fotos de mi juventud. Es bonito, pero lo es más aún caminar por la calle y que, sin saber quién sos, susurren admiración por tu belleza. Vamos, todavía sigo en carrera. Cuando alaban a Leblanc yo refunfuño, porque es a la otra a quien halagan.
Andrea del Río









