

Más que full time, el de algunos abogados es un trabajo full life. Por épocas, las horas en los estudios se hacen eternas y a las 18, cuando el resto de los profesionales baja la cortina y arranca para su casa, los abogados están promediando su día laboral. Es bastante habitual que las jornadas se hagan interminables y abarquen 12, 13, 14 y hasta 15 horas diarias de trabajo. ¿Por qué ocurre esto? ¿Qué efecto tienen estas maratones de trabajo en el rendimiento de los profesionales? ¿Cómo se compatibiliza semejante intensidad laboral con la vida familiar? Éstas y otras tantas preguntas circulan por los pasillos de los estudios en los días previos a las fechas de cierre, cuando los hombres trajeados y ojerosos hacen fuerza para no sucumbir ante el sueño.
“Somos bomberos y cada transacción es un incendio , grafica Miguel Menegazzo-Cane, de Baker & McKenzie. “El problema es que el nuestro es un servicio taylor made que se adapta a las necesidades de cada cliente , agrega Patricio Martin, de M. & M. Bomchil, uno de los estudios, junto con Brons & Salas, conocido en el mercado por trabajar horas eternas.
Los transactors son famosos por trabajar contra reloj en los días de cierre y la resistencia termina siendo una ventaja en las horas finales. “Alguna vez me pasó de colgar el teléfono a las 8 de la mañana, luego de negociar con mi contraparte durante una noche larga. A las 9.30 ya tenía la nueva versión del contrato listo. Fue un golpe de efecto genial, un cambio de ritmo que levanta el ánimo del equipo y ayuda a lograr las mejores condiciones para el cliente , explica Menegazzo-Cane. La clave, dice, es manejar los humores y los tiempos de una operación. Su estrategia es rotar las personas que trabajan en su equipo (entre 7 y 9) para evitar el desgaste excesivo de alguno de ellos. Si uno estuvo toda la noche trabajando, entrega la posta al otro día. Claro que el tema de la rotación de gente que señala Menegazzo-Cane tiene, según la visión de Martin, algunos inconvenientes relacionados con la especificidad de los temas que se tratan. “En una negociación larga los temas se vuelven muy complejos y es difícil sumar abogados. Se pierde mucho tiempo poniéndolos en tema , considera.
Todos coincidieron, sin embargo, en que la carga fuerte de trabajo no es constante sino que responde a ciclos de la economía. Hay picos y valles y resulta fundamental administrar energías. También hay consenso en que el ritmo ya no es el de los frenéticos años 90, cuando la explosión de las inversiones dejaba a los abogados sin dormir. “Entonces trabajábamos al ritmo dramático que nos imponían las transacciones. Pasamos noches sin dormir e incluso navidades en la oficina. Fueron momentos muy intensos, pero divertidos , dice Alfredo Vítolo, de Cárdenas, Di Ció, Romero y Tarsitano.
Vítolo recuerda, por ejemplo, un viaje de negocios a Suiza a principios de los 90 en el que las negociaciones se prolongaron durante toda una noche, hasta las 5 de la mañana. La idea era descansar un par de horas, pero decidieron dar un golpe de efecto y trabajar hasta la 9 para tener el contrato listo cuando el resto se levantase. Todavía no existían las computadoras portátiles, por lo que terminaron escribiendo con un Word en alemán, pero lo lograron y la operación fue un éxito. “Los suizos habían organizado una serie de visitas para el día siguiente que no pudimos hacer. Estábamos muertos , cuenta.
Martin también señala aquella década como muy cargada de trabajo. “Durante los procesos de licitación había tres días para hacer las impugnaciones y el ritmo era agotador , explica. Hoy ya casi no hay licitaciones y el clima de negocios está deprimido, pero el abogado de M. & M. Bomchil recuerda tiempos más cercanos en que los días tampoco terminaban nunca: la crisis del 2001 y la consecuente renegociación de todos los contratos. Obligados a adaptarse abruptamente a nuevas reglas de juego, los estudios recibían consultas desesperadas de sus clientes que intentaban entender las nuevas normativas de la economía. La emergencia del sistema financiero contribuyó al caos y en Marval O’Farrell & Mairal, por ejemplo, implementaron una rotación de abogados que cubrían las 24 horas del día y se dedicaban a redactar amparos contra el corralito, entre otras cosas. La diferencia es que el frenesí de la avalancha de inversiones resultaba estimulante. El de la crisis, en cambio, deprimía.
La adrenalina no es lo único que queda luego de las largas horas pasadas en el estudio. La familia de los abogados es la primera que sufre las ausencias y no siempre es fácil lograr un equilibrio entre la exigencia laboral y la necesidad de descanso. “Cuando estás estresado por el cansancio pensás poco claro y no sos útil, ni siquiera para el cliente. Lo importante es no intoxicarse con el trabajo, ni morir detrás del escritorio. El mito del abogado que trabaja 18 horas y está impecable, con la camisa planchada y sin olor a chivo es falso. Si te creés que sos Batman, te comen los murciélagos , dice Menegazzo-Cane.
Su técnica de desenchufe es escaparse a la Patagonia cada vez que puede. “Lo importante en estos casos –aclara– es estar ubicable. Me ha pasado de recibir un llamado a la mañana en Bariloche y esa misma noche tomarme un avión de Ezeiza para Dinamarca, sin siquiera pasar por Buenos Aires. La que se embroma ahí es tu secretaria, que tiene que ir a tu casa a hacerte la valija. Por su parte, Vítolo considera que el apoyo familiar es fundamental. “De lo contrario se hace muy cuesta arriba , explica.
La familia y las largas horas resultan un tema de particular importancia para las mujeres que pretenden ejercer la profesión y también criar hijos. Mientras que un hombre tiene más margen para ausentarse de la casa, para una mujer puede ser más difícil. Además, el embarazo y el período de posparto las alejan de los estudios y muchas veces terminan resultando incompatibles con un trabajo tan demandante. ¿Deben entonces decidir entre la carrera y la familia? María Laura Barisic, de Nicholson y Cano, cree el equilibrio entre la vocación de madre y de abogada es posible. Claro que para esto es necesario ser flexible y adaptar las reglas. Cuando quedó embarazada, hace dos años, negoció irse todos los días a las 17, pero nunca lo logró porque el estudio la asignó como abogada de uno de sus grandes clientes, el HSBC. Hoy no hace las horas eternas de sus colegas, pero entra más temprano que el resto, no sale a almorzar y se organiza para que su tiempo rinda.
Barisic entiende, sin embargo, que su caso es bastante particular y que lo que ella logró –tener tiempo para su hijo y seguir progresando en el estudio al mismo tiempo– no es lo habitual. “El problema es que los estudios no tienen una práctica empresarial en recursos humanos y negocian cada caso en particular y como si fuese algo excepcional. A mí me fue bien, pero también me podría haber ido mal , dice.
En los estudios hay un culto de las horas eternas y muchos consideran que el mejor abogado es el que menos duerme. Una abogada de un importante estudio cuenta siempre que una vez atendió a un socio que buscaba a uno de sus colegas y, al enterarse que ya se había retirado, preguntó si estaba trabajando part time. Eran las 18.30. Esta cultura hace que muchos se queden porque tienen trabajo impostergable, pero otros lo hagan sólo para simular que lo tienen. “Con el tema de los horarios hay mucho de declamación , admite Menegazzo-Cane. La práctica de dejar los sacos en las sillas durante la hora del almuerzo, por ejemplo, está en esta línea.
Consciente de esto, Fabián D’Aiello, de Muñoz de Toro, intenta inculcar en su equipo de siete abogados que, cuando puedan, se vayan temprano del estudio. “La práctica establece que antes de determinada hora no te podés ir, pero esa cultura es contraproducente. Yo prefiero que si no hay trabajo, se vayan y guarden la energía para cuando sí sea necesario quedarse , explica.
Acosados por la planilla donde diariamente informan qué hicieron hora a hora y hasta cúando se quedaron, los abogados muchas veces viven presos de un mandato autoimpuesto: trabajar hasta reventar. Romper esa máxima no es sencillo.










