

George W. Bush comienza hoy una visita de Estado de tres días a Gran Bretaña. El objetivo es ejemplificar lo que ambos lados dicen que es una relación muy especial entre el presidente estadounidense y Tony Blair, el primer ministro británico.
La realidad es más compleja. En tiempos en que Estados Unidos y Gran Bretaña luchan para mantener la seguridad en Irak de la posguerra, los asesores de Bush y Blair estarían mucho más felices si su relación no se estuviera festejando en este preciso momento con toda la pompa de una visita de Estado.
También en otras áreas, la guerra de comercio provocada por los aranceles para el acero estadounidense y las diferencias por la detención, sin juicio previo, de los prisioneros de guerra en la Bahía de Guantánamo, la publicidad de la visita de hoy es lejos de ser favorable.
Definitivamente, hay algo que esta semana deben festejar ambos lados. En 2000, el costado conservador de la entrante administración miraba con sospecha a Blair, y esta visita recalca cómo cambiaron las opiniones en EE.UU.. Hace tres años, el primer ministro británico era considerado en los círculos republicanos como un verdadero amigo y admirador político de Bill Clinton, el saliente presidente aborrecido por los seguidores republicanos de Bush.
Pero el incondicional apoyo de Blair a los Estados Unidos después del trauma del 11 de septiembre de 2001 y el inquebrantable respaldo a Bush en Irak obligó a los republicanos escépticos a reevaluar a Blair.Y debajo del rapport personal, hay un lazo de historia, idioma y hasta economías más entrelazadas.
Inversiones
Estados Unidos es el mercado único más grande de Gran Bretaña y el principal destino de las inversiones extranjeras británicas. El aporte más importante de Gran Bretaña a Estados Unidos es de inversión extranjera directa, u$s 283.000 millones en 2002 o 21% de la IED que ingresa a los Estados Unidos. Gran Bretaña recibe cerca de 16,8% del total de la inversión estadounidense y cerca de 36,5% de la inversión norteamericana en la Unión Europea.
Pero si bien los lazos comerciales forman parte del tejido de la relación entre Estados Unidos y Gran Bretaña, la participación británica del mercado total de importaciones estadounidense es de 3,5%, sexta en los ránkings detrás de Canadá, México, China, Japón y Alemania.
Y también hay una fuerte sospecha en los círculos comerciales británicos sobre en qué medida Estados Unidos realmente está del lado de Gran Bretaña. El presidente de la Conferderación de la Industria Británica contó que “tres CEOs de compañías norteamericanas que están invirtiendo en Gran Bretaña me dijeron en la cara que les han pedido que cierren, que lleven sus cosas a su casa y que operen en Estados Unidos .
Por sobre todo, Bush y Blair saben que siguen siendo políticos con tradiciones ideológicas distintas. Más allá de la asociación forjada en la lucha por derrotar a Saddam Hussein, Bush y Blair tienen agendas muy diferentes sobre temas claves de cooperación internacional.
Esta visita tiene desventajas para Bush. La Casa Blanca anteriormente trató de desestimar los indicios de que es muy reducida la popularidad el presidente en el exterior. La imagen de las decenas de miles de británicos marchando por las calles será una evidencia viva de la oposición a Bush en el extranjero.
Y el impacto político para Blair será peor. El primer ministro sigue siendo un firme creyente en los méritos de la relación especial. Pero la mayoría de los británicos verá la llegada de Bush con sombría aceptación.










