Los padres que han gastado mucho dinero en juguetes educativos para sus hijos probablemente sientan que este derroche estuvo justificado tras leer los resultados de un estudio realizado en la Universidad de Stanford, Estados Unidos, que demuestra que el aprendizaje temprano puede producir cambios en la estructura cerebral que se conservan de manera permanente.

El investigador Eric Knudsen y sus colegas de Stanford trabajaron con búhos para demostrar que cuando éstos adquirían ciertas capacidades en la primera etapa del desarrollo, podían recuperarlas fácilmente en la edad adulta aunque no las hubieran usado durante mucho tiempo.

La parte del cerebro de los búhos que les permite analizar el mundo que los rodea resultó la más apta para que se produzcan cambios en las conexiones neuronales. Las investigaciones sugieren que, si bien enseñarle letras y números a los niños es importante, que aprendan a explorar y a extraer conclusiones sobre el ambiente en que se mueven puede resultar mucho más relevante para la función cerebral en la adultez.