El Banco Central es uno de los nervios de la economía local. La entidad, que suele registrar ganancias en pesos de las cuales podría inferirse el éxito de una gestión financiera, suele convivir con un balance que ofrece claroscuros. Los títulos públicos, las letras intransferibles aceptadas a cambio de las reservas que se ceden al Tesoro para pagar los vencimientos de deuda y los Adelantos Transitorios han dibujado un escenario donde una parte cada vez más importante del activo son papeles, es decir, compromisos futuros, con todo lo que eso implica. Por supuesto, en ese combo entran las Letras Intransferibles en dólares, que crecen año tras año por la devaluación siempre vigente pero también por la mayor cantidad de reservas que se ceden para afrontar los pagos de la deuda.

Así, a mayor depreciación de la moneda nacional, mayor es el activo en pesos del BCRA, que surge del producto del incremento en pesos de la deuda que acumula el Tesoro. El dato es que, por ese inextricable andarivel, el BCRA se hace de ganancias que distan bastante de serlo. Esas Letras Intransferibles se metamorfosean en las cuentas fiscales oficiales y su actualización, por estar denominadas en dólares, genera utilidades en el BCRA que se transfieren al Tesoro, emitiendo pesos. Tiene lugar entonces una paradoja, ya que cuantas más reservas cede el BCRA al Tesoro y cuanto mayor sea la devaluación del peso, mayores serán las ganancias del BCRA y mayores las emisiones de pesos, sin respaldo, para remitir al Tesoro. En el saldo, es un camino que implica menos reservas, más daño patrimonial al BCRA y mayor inflación.