El fin del cepo cambiario para las personas humanas fue una mala noticia para las cuevas que venden dólar blue. "Pero siempre brecha va a haber, y seguramente estará el puré de comprar en el oficial y revenderlo en el paralelo", pensaban los primeros días luego de la salida del cepo, pensando en los nuevos negocios en el horizonte que podían llegar a hacer. Lo cierto es que la brecha cambiaria entre el oficial y el informal se achicó a mínimos que no se veía ni siquiera cuando Mauricio Macri había sacado el cepo. Y, lo cierto, es que sin brecha no hay negocios. Por eso las cuevas hoy están pasando el peor momento económico de sus vidas, al punto que el volumen negociado se redujo a menos de la mitad: de alrededor de u$s 5 millones por día a u$s 2 millones, según los cálculos de los mesadineristas más avezados de la City porteña. De hecho, hasta se ven menos arbolitos en la calle Florida y Lavalle, y el voceo que hacen ahora es "pago más", porque los pocos clientes que se acercan a los kioskos de la peatonal y galerías comerciales que venden divisas es en busca de pesos para pagar las cuentas, ya que la inflación sigue superando a las actualizaciones salariales. La pregunta que cae de maduro es cómo hacen entonces las financieras del blue para mantener sus oficinas. "Se están achicando al máximo, tanto en estructura de personal como en metros cuadrados", revelan quienes conocen al dedillo los movimientos de estos corredores de cambios. Incluso, hasta ellos mismos deben vender sus ahorros en dólares para salir a bancar su financiera, y así poder hacer frente al pago del alquiler y de los salarios de los empleados, ya que con lo que facturan con la venta de dólares no les alcanza. "Lo único que nos salva que es que pagamos mejor que el banco, porque tenemos menos brecha entre la punta compradora y vendedora, pero no vemos horizonte al negocio", se quejan.