El gobierno de Obama prepara un cambio de gabinete que pondrá el sello del presidente a lo que probablemente será una agenda muy nutrida para el comercio y la economía internacional. Después de un primer mandato que mayormente hizo a un lado las prioridades locales, el gobierno ya tiene dos grandes negociaciones comerciales para este año.

Estados Unidos y la Unión Europea intentan anunciar en marzo el lanzamiento formal de las negociaciones para un acuerdo comercial bilateral.

Además, Norteamérica y algunos países asiáticos también quieren acordar el Trans Pacific Partnership (TPP), que apunta a crear una asociación de países de la región Asia Pacífico para septiembre, antes de una cumbre regional en Indonesia.

En las próximas semanas Obama designará un nuevo representante comercial en reemplazo del saliente Ron Kirk, y también un jefe del Departamento de Comercio, responsable de la promoción de exportaciones y la administración de normas comerciales.

El vicepresidente Joe Biden, que concluyó ayer una gira de cinco días por Europa, intenta determinar si EE.UU. está cómodo con el nivel de compromiso político que muestra la UE en las negociaciones.

Ambas partes han hablado extensamente sobre cómo enfocar las negociaciones, que de tratar simples aranceles pasaron a cubrir cuestiones más complicadas de regulación interna que rigen desde alimentos y servicios médicos hasta productos electrónicos.

EE.UU. y la UE quieren estar seguros de haber preparado las mejores condiciones para la negociación, dijo Joao Vale de Alemida, embajador de la UE en Washington. Nadie quiere meterse en esto y fracasar.

El TPP también enfrenta grandes obstáculos, además de lograr un acuerdo antes de septiembre, como avanzar más allá de los actuales socios negociadores (sureste asiático más Canadá y Australia) para poder incluir a Japón.

En todo diálogo con la UE y Asia, un factor a tener en cuenta es el crecimiento de China. Cualquier acuerdo transatlántico se promociona en ambos mercados como una forma de fijar normas comerciales para una significativa porción de la economía global, de tal manera de que China sienta presión para cumplirlas.