Cada pocas décadas, el mundo alaba una nueva forma de milagro del capitalismo. En la década de 1950, fue el capitalismo de las partes interesadas de Alemania el que impulsó el Wirtschaftswunder (milagro económico) de la Europa de posguerra. En la década de 1970, el capitalismo desarrollista japonés inspiró el milagro económico de Asia Oriental. En la década de 1990, el capitalismo de accionistas estadounidense impulsado por Wall Street generó rendimientos bursátiles aparentemente milagrosos. Desde la década de 2010, ha sido, en gran medida, el capitalismo tecnológico, conforme unas pocas compañías tecnológicas estadounidenses han llegado a dominar la economía digital global y las valoraciones bursátiles. Pero la historia sugiere que justo cuando el modelo de un milagro del capitalismo se vuelve universalmente popular, sus fallos salen a la luz y las burbujas del mercado estallan.¿Sucederá lo mismo hoy en día? La fascinación por el capitalismo tecnológico estadounidense se mostró en todo su esplendor la semana pasada en Londres, cuando Jensen Huang, cofundador de Nvidia, fue el centro de atención al entregarles cheques por valor de U$S 500 millones a empresas "startup" británicas como si fueran paletas e invitó al primer ministro Sir Keir Starmer a subir al escenario como telonero. El fabricante de chips es el mejor ejemplo de las empresas "startup" respaldadas por capital de riesgo estadounidense que han generado una gran riqueza. Con una capitalización de mercado de U$S 4.3 billones, supera con creces el valor de U$S 3 billones del FTSE 100 del Reino Unido. En su último informe sobre el imperativo de crecimiento de Gran Bretaña, la organización sin fines de lucro The Purposeful Company sostiene que el Reino Unido se encuentra en un momento crítico y necesita urgentemente seguir este enfoque de innovación impulsado por el capital de riesgo. Al otro lado del Canal de la Mancha, el exprimer ministro italiano Mario Draghi ha estado diciendo algo similar, alegando que la Unión Europea enfrenta un "desafío existencial" debido a la falta de competitividad económica y necesita poner en marcha su motor de innovación. No cabe duda de que Europa se beneficiaría enormemente si adoptara plenamente muchos aspectos del capitalismo tecnológico y creara un Nasdaq paneuropeo mucho más grande que potenciara las empresas "startup" de más rápido crecimiento de la región. Sin embargo, las valoraciones del mercado bursátil pueden a veces ser engañosas, y las Siete Magníficas se encuentran actualmente embriagadas por la manía especulativa de la inteligencia artificial (IA). También hay cierta ironía en que otros elogien la máquina de innovación estadounidense en el mismo momento en que se están desmantelando sus cimientos. Como ha argumentado el economista William Janeway, la economía de innovación de EE.UU. se está viendo sistemáticamente socavada por el ataque del presidente Donald Trump a las universidades de investigación y las agencias gubernamentales que sustentan su capacidad tecnológica. Es probable que las últimas medidas restrictivas del gobierno contra los titulares de visas H-1B para trabajadores extranjeros también frenen la llegada de emprendedores, que han sido tan importantes para el éxito de Silicon Valley. "Esperamos que los mercados financieros sufran episodios de volatilidad", dice Janeway. "Pero aquí es el Estado el que está implosionando". Quizás Europa podría aprender más del "Estado ingeniero" de China, como lo llama el autor Dan Wang, que tiene sus propias pretensiones de convertirse en el próximo milagro del capitalismo. Como explica Wang en su libro Breakneck, Beijing ha asimilado muchas de las lecciones del capitalismo tecnológico estadounidense, añadiéndoles también algunas características chinas. Al igual que EE.UU., China tiene una enorme actividad empresarial, inversionistas de capital riesgo muy activos y una competencia feroz entre las empresas "startup". A diferencia de EE.UU. actualmente, China también cuenta con un gobierno impulsado por misiones que invierte fuertemente en investigación fundamental, energía verde e infraestructura pública. Sin embargo, como dice Wang, este modelo se ve empañado por un control político represivo y un estado de derecho arbitrario. En cualquier caso, Europa cuenta con todos los recursos necesarios para revitalizar su propio modelo de innovación, dice Nicolas Colin, autor del boletín Drift Signal. La inversión de capital de riesgo puede haber sido el mecanismo perfecto para financiar compañías de software con poco capital y altamente escalables, pero las futuras ganancias de productividad de la IA provendrán de la aplicación de la tecnología a la fabricación de hardware, sostiene. En ese ámbito, el rico patrimonio industrial de Europa, su mano de obra altamente calificada y su sofisticada experiencia en financiación bancaria constituyen una ventaja. Siempre es fantasioso imaginar que los países pueden simplemente copiar las formas de capitalismo de otros, tan profundamente arraigadas en las culturas, historias y psicosis nacionales. Europa tiene que reinventar su propio modelo, y rápido.