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¿Los inversores tienen que estar preocupados por la suba del precio del petróleo?

A veces importan, a veces no -y los datos no aportan ni una sola pista.

Hay un viejo chiste que dice que los saudíes tienen mucho dinero no por el petróleo, sino porque no dejan que sus esposas lo gasten. Con los precios alcanzando récords en 2023, decir que no debe ser cada vez más difícil, incluso si los ingresos del reino por petróleo en el primer semestre fueron una cuarta parte inferiores a los del año pasado.

La extensión de los recortes de producción por parte de Arabia Saudita y Rusia son supuestamente los culpables de la reciente suba de precios. Ambos países suministran cerca del 40% del petróleo mundial y tienen que comprar futbolistas y drones caros.

De ahí las habituales preocupaciones por el crecimiento y la inflación. Los mercados financieros se inquietaron. ¿Deberían estarlo?

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Una vez más, las narrativas populares no están respaldadas por datos. Es cierto que el encarecimiento del petróleo perjudica al crecimiento económico. El costo de producción de bienes y servicios sube. La riqueza se transfiere de muchos consumidores a unos pocos productores.

Hay muchos estudios que lo confirman. La regla general de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) es que un aumento de u$s 10 en el barril de petróleo significa un 0,5% menos de producción mundial al año siguiente. El FMI calcula que incluso una suba de u$s 5 supone una diferencia.

El efecto de los precios del petróleo en el valor de los activos es mucho más complicado. Por ejemplo, los bonos. Se podría pensar que es obvio que un aumento del costo de la energía significa un aumento de la inflación y de las tasas de interés, lo que es malo para los valores de renta fija.

Y a veces lo es, como demuestra un reciente estudio de la Universidad de Pretoria que analiza 161 años de datos estadounidenses. El problema es que la relación causal es bidireccional y variable en el tiempo, por utilizar el lenguaje estadístico. En otras palabras, los bonos pueden subir cuando sube el precio del petróleo, o pueden bajar.

Desde la Primera Guerra Mundial, la correlación ha sido mayoritariamente negativa (es decir, el petróleo sube y los bonos bajan), pero no siempre. Depende del periodo que se considere. Tampoco hay razón para que la relación no vuelva a ser positiva. Muy útil.

¿Qué explica la bidireccionalidad? La causalidad es obvia. Pero también sabemos que precios del petróleo más altos tienen un impacto económico negativo, lo que puede llevar a una demanda de bonos debido a que son activos de refugio.

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Mientras tanto, la investigación sobre la rentabilidad de las acciones es aún más confusa. De nuevo, parece contraintuitivo. Sin duda, por ejemplo, los costos energéticos más altos se traducen en márgenes y flujos de caja libres más bajos en el futuro. Descontarlos significa valoraciones más bajas.

Para algunos sectores, sí, se puede demostrar una relación causal. Un trabajo de 2015 de Bing Xu sobre las industrias del Reino Unido muestra que los precios del petróleo tienen un fuerte poder predictivo cuando se trata de valores energéticos (positivamente), así como para los sectores en los que el petróleo es un insumo importante, como los bienes de consumo (negativamente).

Bueno, obvio. Sin embargo, a nivel agregado -el efecto de los precios del petróleo en los índices bursátiles globales- los académicos no tienen ni idea. O más bien demasiadas pistas diferentes. Algunos trabajos no encuentran relación alguna, otros sí.

Un estudio sobre Japón concluyó que la correlación era negativa (el petróleo sube, las acciones bajan). En otros mercados, como Noruega, es positiva. Y no es sólo la composición de los índices lo que explica los resultados dispares. El gran problema es que los precios del petróleo se mueven por múltiples razones.

Si suben porque la economía mundial está en auge, el aumento de los costos de los insumos debería compensarse con un mayor crecimiento de los ingresos. De hecho, en esos periodos en los que todas las materias primas experimentan picos de demanda, incluso a las acciones japonesas les encanta que suba el precio del petróleo.

Pero es diferente cuando sólo el petróleo experimenta un shock de demanda, quizás cuando los compradores adelantan sus compras por temor a la producción futura. En estos casos, la relación vuelve a ser negativa.

En este caso, cabría esperar que un shock de oferta -o incluso una leve sorpresa como la que estamos viendo ahora- fuera igualmente negativo para los mercados de renta variable. Si los productores simplemente reducen la producción, los precios suben sin un trasfondo de mayor demanda.

Una vez más, los datos no acompañan. Las investigaciones de economistas como Lutz Kilian y Cheolbeom Park, entre otros, sugieren que el lado de la oferta es menos importante que las perturbaciones de la demanda mundial o incluso los movimientos específicos de cada sector en los precios del petróleo.

Por tanto, no se trata de la simple historia del petróleo que sugieren los titulares. De hecho, es aún más difícil para los inversores. Esto se debe a que no basta con identificar que dos variables tienen una relación causal. Lo que importa es prever con antelación que una de ellas va a cambiar.

Y nadie se equivoca más que los analistas petroleros. Por lejos, las llamadas más embarazosas que he oído durante mis años en el mundo de las finanzas eran predicciones sobre el precio del Brent o del WTI. Dada la importancia del petróleo para la subsistencia humana -no siempre para los mercados-, es lamentable.

Tanto es así que en 2011 la Reserva Federal de Estados Unidos encargó un documento de debate internacional que debería haberse titulado: '¿Cómo podemos pronosticar el precio del petróleo con precisión?'. Una respuesta es siguiendo la inflación estadounidense, según las pruebas de causalidad. También con mediciones ajustadas de la oferta monetaria.

Pero las tasas de interés y las fluctuaciones monetarias no tienen capacidad de predicción, según los expertos de la Fed. Tampoco los cambios en el PBI real predicen movimientos en los precios reales del petróleo. Y lo que es más importante, dado el número de bancos centrales que confían en ellos, los precios de los futuros no son más clarividentes que los precios al contado. De hecho, a uno o tres meses vista, son "inferiores a lanzar una moneda al aire".

Todo esto significa que los inversores no tienen por qué preocuparse por un petróleo a u$s 100. Tampoco a u$s 50, ni por la última previsión de la AIE de que la demanda de combustibles fósiles, incluido el petróleo, alcanzará su máximo antes de que termine la década. Sin embargo, todo el mundo nos dirá que deberíamos hacerlo.

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