
Los mercados emergentes están paralizados por protestas callejeras sin precedentes. Hoy es Brasil. Hace unos días era Turquía. Antes fueron Rusia, Indonesia, India y Sudáfrica, todos países que vivieron grandes manifestaciones en 2012. Y aún antes de eso, fue la Primavera rabe.
Es peligroso establecer analogías entre países con condiciones políticas, económicas y sociales muy diferentes. Si bien el presidente ruso Vladimir Putin fue elegido para un tercer mandato, su régimen autoritario tiene poco que ver con el pluralismo democrático que caracteriza a Brasil, Turquía, India y hasta Indonesia. Las fuerzas islámicas que han jugado un papel clave en Turquía y Medio Oriente son insignificantes en otros lugares. Sudáfrica es única en su sufrimiento por el venenoso legado del apartheid. En Brasil e India la corrupción oficial ha sido el gran blanco de los manifestantes. En India e Indonesia, son los recortes de los subsidios a los combustibles.
Pero la actual ola de ira pública es más que una coincidencia. En primer lugar, las protestas engendran protestas. Igual que las manifestaciones europeas de fines de los 60 y la revuelta anticomunista en Europa Oriental de 1989-1991, el fervor de los reclamos se propaga rápidamente cruzando fronteras. Las autoridades con gran velocidad pueden salir a suprimir la información, como hicieron en los Estados del Golfo cuando las marchas de la Primavera rabe llegaron a Egipto a fines de 2010. Pero las comunicaciones móviles e Internet beneficiaron a los manifestantes.
En segundo lugar, las manifestaciones se producen en medio de dificultades económicas globales. Aunque los mercados emergentes crecen mucho más rápido que el mundo desarrollado, aquellos también enfrentan desafíos económicos, desde el desempleo juvenil en los países árabes y los deficientes servicios públicos en Brasil, hasta el déficit fiscal provocado por los subsidios en India.
Asimismo, un buen número de los países golpeados por las protestas son gobernados por administraciones veteranas que pueden lucir anticuadas para la juventud. Putin conduce a Rusia desde 2000 y Erdogan, a Turquía desde 2002. En Brasil, el Partido de los Trabajadores está al frente desde 2003. En Sudáfrica, el Congreso Nacional Africano está al frente desde 1994. En India, el partido Congreso sólo no gobernó nueve años desde la independencia del país. En Egipto, las marchas de 2011 derrocaron un régimen que había gobernado desde los 50.
Finalmente, miremos los niveles de ingresos. India e Indonesia son países relativamente pobres con ingresos anuales per cápita de u$s 4.000 y u$s 5.000 respectivamente, sobre la base de la paridad del poder adquisitivo. No es sorprendente que los manifestantes se hayan enfocado en un tema económico básico, el costo de los combustibles.
En Sudáfrica, Brasil, Turquía y Rusia, los ingresos van de u$s 12.000 a u$s 18.000 , el extremo más alto de las economías emergentes y nivel en que las clases medias comienzan a exigir más. Con las necesidades básicas mayormente satisfechas, adoptan una mirada más amplia y presionan para lograrlo todo, desde mejores servicios públicos (Brasil) y libertades sociales (Turquía) hasta participación política (Rusia) y el fin a la brutalidad policial (Sudáfrica).
La historia indica que esas demandas son el corolario normal del desarrollo económico
De los pocos mercados emergentes que han logrado el status de mundo rico desde la Segunda Guerra Mundial, sólo dos son países de tamaño considerable: Corea del Sur y Taiwan (los otros son Singapur y Hong Kong). En los 80, los regímenes autoritarios en Corea del Sur y Taiwán se vieron obligados, por las manifestaciones públicas, a liberalizar su control del poder. Curiosamente, sus niveles de ingresos eran más o menos comparables a los de Brasil, Sudáfrica, Turquía y Rusia hoy en día.
Pero la historia no determina el futuro. Países ricos en materias primas como Rusia podrían resistirse a la liberalización, como lo han hecho algunos Estados del Golfo.
Los que apoyan la liberalización social, económica y política no pueden dar nada por sentado. Pero quizás el tiempo esté de su lado.











