El ex gobernador de Massachusetts se midió con un presidente en funciones cuyo brillo se había opacado en su esfuerzo por enfrentar la peor crisis financiera en 60 años, una profunda recesión y un masivo desempleo.

Pero su campaña cometió muchos errores estratégicos al momento de aprovechar la débil posición de Barack Obama y su propia campaña fue superada por una organización mejor, que movilizó a los votantes de los estados clave, en particular los ubicados en la industria región central del país.

Al final, Romney no logró convencer a los votantes que no confiaban en sus recetas económicas o simplemente no creían que un ex ejecutivo multimillonario de un fondo de inversión cuidaría de ellos.

Romney nunca pudo sacarse de encima la acusación del partido demócrata de que él formaba parte del privilegiado 1% de los norteamericanos. Además, lo reforzó cuando fue captado por una cámara diciendo en forma despectiva que el 47% del país era una minoría dependiente del gobierno demócrata.

Pero su derrota también puede retrotraerse en parte a noviembre de 2008, bastante antes de que anunciara su candidatura, cuando escribió un artículo de opinión en el New York Times titulado “Permitamos que Detroit quiebre”.

En Ohio pagó un alto precio por su oposición al rescate financiero del sector automotriz, que salvó 1,45 millones de puestos de empleo. En las últimas semanas de su campaña, publicó avisos en Ohio que erróneamente aseguraban que Jeep, que pertence a Chrysler, estaba mudando puestos de empleo a China. Los ejecutivos de la automotriz de inmediato denunciaron que eso no era cierto, sino que estaban expandiendo su producción en Ohio.

Romney también se restó posibilidades de éxito al virar a la derecha durante la campaña de las primarias republicanas durante la primera mitad del año.

Se enfrentó a candidatos incondicionalmente conservadores, como Rick Santorum, lo que lo obligó a adoptar posiciones propias del Tea Party. Eso lo perjudicó en las elecciones generales, en particular en el crucial tema de la inmigración.

Su suave apoyo a una ley antiinmigratoria en Arizona y su idea de que la vida de los inmigrantes indocumentados debería ser tan miserable como para que ellos quieran “autodeportarse” hizo que fuera más difícil para él mostrarse a favor de una reforma inmigratoria equilibrada. El precio que pagó se vio con claridad el día de los comicios, cuando un sorprendente 71% de los latinos votó a Obama.

Romney también recibió críticas desde la derecha por haber elegido al legislador Paul Ryan, el adorado de los conservadores de la Cámara de Representantes que pidieron la reestructuración de Medicare.