A medida que la inteligencia artificial generativa cambia la forma en que las personas usan la tecnología, se están trazando nuevas líneas de batalla en torno al control de los datos de los clientes. Este no es solo un tema para las empresas tecnológicas: cualquier compañía que posea datos críticos de clientes controla un insumo clave en la nueva economía de la IA. Para algunos, cobrar o bloquear por completo el acceso a esa información empieza a verse como una estrategia defensiva conveniente. La semana pasada, Bloomberg reveló que JPMorgan había propuesto imponer tarifas a las empresas fintech por acceder a las cuentas bancarias de sus clientes. El objetivo más obvio de esos cargos son las aplicaciones de pago que redujeron una línea de negocios rentable para los bancos. Pero nuevas tarifas por acceso a datos también marcarían una postura en un momento en que la IA amenaza con transformar los servicios digitales de todo tipo, incluyendo las finanzas. Por ejemplo, la IA podría dar lugar a todo tipo de herramientas inteligentes de planificación y asesoría financiera, que solo funcionarían si tuvieran libertad para acceder a toda la información financiera de los usuarios, situando a empresas como JPMorgan en la posición de actuar como guardianes del acceso. En una carta a los accionistas de su banco este año, el CEO Jamie Dimon resaltó la importancia de los datos de los clientes: "Los bancos brindan servicios fantásticos, y es hora de defendernos". El mensaje: no pensamos ceder los servicios de mayor valor sin luchar. El software está en la primera línea de esta batalla. Salesforce sacudió la industria recientemente al bloquear a otras empresas de software para que no indexen o copien datos de Slack, su aplicación de mensajería para oficinas. Las conversaciones en Slack contienen una enorme cantidad de información sobre lo que ocurre dentro de las empresas, algo que otras compañías de IA podrían aprovechar para obtener información clave. La defensa de Salesforce es la que suelen esgrimir las compañías que restringen el acceso a sus sistemas: solo están "reforzando salvaguardas" para proteger a sus clientes. Mientras algunas empresas de IA buscan absorber datos a gran escala para entrenar sus nuevos modelos, parece razonable cierto nivel de cautela. Sin embargo, bloquear aplicaciones de terceros que cuentan con el permiso explícito del cliente parece una clara barrera competitiva y un caso de "lock-in" diseñado para retener a los usuarios en los servicios de una sola compañía. Esto apunta a una disrupción más amplia que podría golpear al software. La IA generativa promete nuevas formas de acceder, recopilar y presentar información, sin importar de dónde provenga. En este escenario, las aplicaciones individuales probablemente serán menos relevantes que antes. En cambio, los asistentes y agentes potenciados por IA podrían convertirse en la "cara" principal del software. Para las empresas que actúan como "sistemas de registro" -es decir, que almacenan datos importantes en nombre de los clientes- esto supone una amenaza evidente. Ninguna empresa quiere terminar siendo solo una utilidad en segundo plano. En otro sector del software, la start-up alemana Celonis demandó este año a SAP tras denunciar que le bloquearon el acceso a los datos de clientes almacenados por la empresa más grande. El negocio de Celonis, conocido como minería de procesos, depende de poder examinar al detalle las operaciones de los clientes para eliminar ineficiencias, algo que solo es posible si acceden a todos los procesos digitales de una empresa. Las fuerzas que provocaron estos conflictos probablemente se intensificarán si los agentes de IA se vuelven de uso generalizado. Muchas empresas -no solo tecnológicas- sueñan con ofrecer a sus clientes agentes que utilicen sus servicios y datos para automatizar actividades. Por su parte, muchos usuarios probablemente preferirán agentes que puedan moverse con libertad, accediendo a diferentes aplicaciones y silos de datos. Para que esto funcione, los agentes deberán "comunicarse" entre sí, negociando permisos y acceso a datos. La industria tecnológica apenas comienza a debatir cómo deben establecerse estas reglas de interacción. Hay una solución que suena lógica para todo esto: en todo lo que implique datos que pertenecen a los clientes, deberían ser ellos quienes tengan la última palabra sobre quién puede acceder a esa información y cómo se utiliza. En algunos sectores, como la banca, se intentó plasmar esta idea en regulaciones. En otros, tiene sentido como principio general. En la práctica, la vida no es tan simple, y los costos de cambiar de proveedor suelen impedir que los clientes se vayan cuando no están conformes. El lock-in adopta muchas formas y siempre fue parte del modelo de negocio tecnológico. No hay razón para que eso cambie con la IA.