
El Partido Comunista de China hizo recientemente dos cambios políticos altamente simbólicos. Ambos sugieren una retirada de importantes ámbitos de la vida de la gente: sus dormitorios y sus cuentas bancarias. El primer cambio el fin de la política de hijo único se robó todos los titulares. Pero es el segundo la eliminación aparentemente extraña del tope de las tasas de interés para depósitos bancarios el que podría augurar un giro más significativo.
La eliminación de la política de hijo único después de tres brutales décadas definitivamente representa un hito importante. La política, introducida en 1979, fue el ejemplo más gráfico del instinto controlador del partido comunista. También fue el más odiado. Los millones de funcionarios oficiales encargados de hacer cumplir la política a través de multas, esterilizaciones e incluso abortos forzados se encuentran entre los más despreciados. En 2012, las fotografías publicadas online por los familiares de una mujer que fue obligada a abortar un feto de siete meses de edad, provocaron indignación. Los efectos en la sociedad fueron igualmente grotescos. Debido a la preferencia por los varones, los abortos selectivos dieron lugar a un inmenso desequilibrio de sexos. En su peor momento, en el año 2008, en China nacían 120 varones por cada 100 mujeres.
Eliminar el tope de las tasas para depósitos bancarios es el último avance hacia la desregulación de las tasas de interés internas. Durante muchos años, las tasas de depósito se mantuvieron artificialmente bajas. Esto permitió que el estado reciclara el elevado ahorro familiar en las industrias favorecidas ofreciendo tasas de préstamos artificialmente bajas. En China "la represión financiera" encontró un paralelo en la política de hijo único. En ambos casos, los intereses de las personas fueron sacrificados en beneficio de los intereses del Estado.
Así como la política de hijo único hace mucho tiempo se volvió contraproducente, de igual manera el instinto del partido de controlar la economía podría obstaculizar el reequilibrio que buscan lograr. China actualmente debe asignar mejor su capital. Es necesario invertir menos dinero en la industria pesada, y más en los servicios y en las industrias innovadoras, muchas de las cuales están fuera del control gubernamental. China también necesita que una mayor porción del ingreso permanezca en los bolsillos de la población para que pueda gastar más.
Si perdura, poner fin a la represión financiera es un paso importante hacia la dirección correcta. Es un avance entre un sinnúmero de medidas establecidas después del tercer pleno del Partido Comunista hace dos años. El documento resultante, que previó un "papel decisivo" de los mercados, incluyó menos subsidios a las empresas de propiedad estatal, más énfasis en el consumo y menos intervención por parte del Estado.
El progreso ha tenido altibajos. Cuando el mercado de valores comenzó a derrumbarse y cuando una modificación en el sistema del tipo de cambio causó estragos, los antiguos instintos de intervenir se manifestaron de inmediato. El último plan quinquenal un concepto con un matiz decididamente soviético pone la mayor parte del énfasis en duplicar la producción de 2010 para el año 2020. Esto implica un crecimiento de un 6,5% en el resto de la década. Si el ritmo se desacelera, puede que la tentación sea invertir en el relanzamiento económico de las viejas partes de la economía, precisamente los sectores que un sistema bancario verdaderamente liberalizado rechazaría o penalizaría con tasas de interés para préstamos más altas. La naturaleza de "parar y comenzar" que mostraron las recientes reformas sugiere que existen facciones del Estado que desean retirarse de la planificación económica y facciones que son reacias a abandonarla. La misma tensión debe haber sido responsable de mantener la política de hijo único vigente mucho tiempo después de su "fecha de caducidad".
Sin embargo, el Partido Comunista sólo tiene que dirigir su mirada al otro lado del Estrecho de Taiwan para ver los límites del control. En Taiwan, donde la gente tiene la libertad de tener tantos bebés como deseen, la tasa de natalidad es, precisamente, de 1.0. En la China del "hijo único" es de 1.6. Como Hans Rosling, un académico sueco, dijo: "existen fuerzas en el dormitorio que son más fuertes que el Partido Comunista". Esto se aplica igualmente a las fuerzas del mercado, lo que explica por qué son tan aterradoras.














