Hace sólo unos meses, Donald Trump anunciaba la "era dorada" del dominio energético norteamericano. Los EE.UU. producían más petróleo que cualquier otro país del mundo. Ahora, el presidente promete usar las facultades del gobierno federal para ayudar a que el sector vuelva a ponerse de pie.

El gran golpe llegó el lunes cuando el precio del West Texas Intermediate de referencia cayó por debajo de cero. Pero incluso antes de ese derrumbe, el retroceso de 70% que registró la cotización del WTI desde enero -una reacción a la menor demanda de energía a raíz del coronavirus- había empezado a ponerle trabas al negocio del petróleo en EE.UU.

ExxonMobil, Chevron, ConocoPhillips, Occidental Petroleum y otros grupos redujeron gastos. Los productores independientes de shale detuvieron las plataformas de perforación y comenzaron a cerrar pozos. La producción norteamericana era de casi 13 millones de barriles diarios a principios de este año, pero podría ser de 2 a 3 millones b/d menos a fines de 2020, según Dan Brouillette, el secretario de energía de EE.UU.

Los analistas señalan que las quiebras y las pérdidas masivas de empleos son inevitables, dado que los productores se retiran frente a un petróleo de u$s 20 dólares el barril.

El martes Trump prometió que "nunca dejará caer a la gran industria del gas y petróleo de los Estados Unidos". Su gobierno estudia varias maneras de ayudar a la industria.

Un primer paso para Trump será presionar a Arabia Saudita para que vuelva a bajar su producción, tras el acuerdo de suministro sellado a mediados de abril. El problema es que es poco probable que disminuyendo la oferta de la OPEP+ se solucione un problema del lado de la demanda.

El American Exploration & Production Council, un grupo de lobby del sector de shale, propone otra medida -que la Casa Blanca presione a China para que compre más petróleo estadounidense. En su pico máximo en 2017, EE.UU. exportaba alrededor de 470.000 b/d al país asiático, mucho menos de los 1,3 millón b/d que según el gobierno se contraerá la demanda este año. Sin embargo, en un mundo inundado de crudo, China tiene muchas otras opciones para abastecerse barato.

Los aranceles a los proveedores de petróleo extranjeros también siguen sobre la mesa, aseguran los analistas.Esa alternativa recibe el apoyo de algunos ejecutivos del sector, como el amigo de Trump, Harold Hamm, director de Continental Resources. Pero la mayoría de las otras compañías y el American Petroleum Institute, un poderoso grupo de lobby, se oponen a la idea. Los aranceles causarían problemas a las refinerías estadounidenses creadas para procesar grados de petróleo extranjeros.

La caída en picada de la demanda es la fuente del problema, por lo que surgieron dos amplias ideas para crear demanda.

Primero, el gobierno federal podría comprar petróleo para almacenarlo en la Reserva Estratégica de Petróleo -una reserva de emergencia establecida en los años 70. Trump propuso eso por primera vez hace varias semanas, pero los legisladores demócratas se negaron a financiar las compras a menos que se invierta un dinero equivalente en energía verde.

Trump revisó la idea y dice que hay espacio para absorber 75 millones de barriles. Los analistas sostienen que la sobreproducción de EE.UU. es de 2 millones b/d, por lo que eso suprimiría parte del exceso.

Pero los precios del petróleo reflejan, en última instancia, los equilibrios globales y 75 millones de barriles son poco más de dos días de demanda mundial, que a su vez puede disminuir en 35 millones b/d, según la comercializadora Trafigura.

El gobierno federal también podría encontrar otros lugares para almacenar petróleo, tal vez cavernas de sal a lo largo de la costa del Golfo que ahora albergan gas natural y otros combustibles.

Una segunda idea que agrada a bancos y hedge funds es que el gobierno compre el petróleo que los productores extraen y dejan sobre el suelo hasta que los precios se recuperen. Los productores luego lo venden a un precio superior al que les pagó el gobierno, y le devuelven el dinero a la administración.

Es una forma que tiene el gobierno de mantener intacto el flujo de caja de las empresas y al mismo tiempo frenar la sobreproducción. El gobierno podría cobrar intereses a la tasa base de la Reserva Federal.

La otra posible respuesta es precaria -o incluso fatal- para los pequeños productores, pero apoyada por grandes grupos estadounidenses como ExxonMobil y Chevron: Dejar que actúen las fuerzas del mercado. Habría despidos, quiebras y una rápida consolidación del negocio del shale ya que los productores adinerados comprarían empresas independientes más pequeñas e impondrían nuevas eficiencias.

Traducción: Mariana Oriolo