El papa Francisco expone que los católicos ignoran el verdadero regalo de la vida: "corremos el riesgo de..."

La Misa es una de las ceremonias más importantes para todos los cristianos, ya que durante esta reunión los creyentes adoran a Dios, meditan sobre su fe, reflexionan internamente y profundizan su conexión con Cristo. Aunque esta celebración se realiza principalmente los domingos, en muchas comunidades también tiene lugar a lo largo de la semana, casi a diario.

Por ello, para mantener un vínculo continuo con la fe cristiana, el Vaticano actualiza diariamente las lecturas y el evangelio. ¿Cuáles son las de hoy?

El mensaje de este martes, 13 de agosto presenta dos pasajes bíblicos y la interpretación del Sumo Pontífice.

Lectura de este martes, 13 de agosto

• Ezequiel 2, 8-3, 4

Esto dice el Señor: "Hijo de hombre, escucha lo que voy a decirte y no seas rebelde como la casa rebelde. Abre la boca y come lo que voy a darte".

Vi entonces una mano tendida hacia mí, con un libro enrollado. Lo desenrolló ante mí: estaba escrito por dentro y por fuera; tenía escritas lamentaciones y amenazas. Y me dijo: "Hijo de hombre, come lo que tienes aquí; cómete este libro y vete a hablar a los hijos de Israel".

Abrí la boca y me dio a comer el libro, diciéndome: "Hijo de hombre, alimenta tu vientre y sacia tus entrañas con este libro que te doy". Me lo comí y me supo dulce como la miel. Y me dijo: "Hijo de hombre, anda; dirígete a los hijos de Israel y diles mis palabras".

 Evangelio del día

Mateo 18, 1-5. 10. 12-14

En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: "¿Quién es el más grande en el Reino de los cielos?"

Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: "Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí.

Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo.

¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿acaso no deja las noventa y nueve en los montes, y se va a buscar a la que se le perdió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella, que por las noventa y nueve que no se le perdieron. De igual modo, el Padre celestial no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños''.

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La palabra del papa Francisco para este martes, 13 de agosto

"Todos somos hijos. Y esto nos reconduce siempre al hecho de que la vida no nos la hemos dado nosotros mismos, sino que la hemos recibido. El gran don de la vida es el primer regalo que nos ha sido dado", indica la reflexión del día.

En el texto citado, el Papa Francisco destaca que todos somos hijos, lo que nos recuerda nuestra dependencia fundamental de la vida y de la existencia, un regalo que hemos recibido. Además, resalta la importancia de reconocer nuestra condición de hijos a lo largo de toda nuestra vida.

"A veces corremos el riesgo de vivir olvidándonos de esto, como si fuésemos nosotros los dueños de nuestra existencia y, en cambio, somos radicalmente dependientes. En realidad, es motivo de gran alegría sentir que, en cada edad de la vida, en cada situación, en cada condición social, somos y permanecemos hijos", continúa.

Para aclarar este tema, el Sumo Pontífice usa a los niños como ejemplo para recordarnos nuestra condición de hijos. Los niños perciben la realidad con confianza y pureza, manteniendo una fe espontánea en sus padres y en Dios: "portan su modo de ver la realidad, con una mirada confiada y pura. El niño tiene una confianza espontánea en el papá y en la mamá; y tiene una confianza natural en Dios, en Jesús, en la Virgen. Al mismo tiempo, su mirada interior es pura, aún no está contaminada por la malicia, la doblez, las «incrustaciones» de la vida que endurecen el corazón", señala.

Los niños también tienen la capacidad de expresar y recibir ternura, un atributo que la Biblia describe como tener un corazón "de carne" en lugar de "piedra".