Ciudades ocultas en el medio del territorio ruso: ¿qué fue de uno de los secretos mejor guardados del comunismo?
Durante décadas, la Unión Soviética escondió ciudades enteras dedicadas a actividades militares y científicas clave.
En la vasta extensión de lo que hoy es Rusia, hay lugares que nunca aparecieron en mapas ni se mencionaron públicamente. Estas ciudades ocultas, creadas durante la era soviética, jugaron un papel fundamental en el desarrollo militar, especialmente en la carrera armamentística nuclear de la URSS. El hermetismo que rodeaba a estos lugares no solo los convertía en secretos de Estado, sino también en lugares donde los residentes llevaban una vida completamente aislada del mundo exterior.
Estas urbes, conocidas como ciudades cerradas, eran zonas altamente controladas, vigiladas y con acceso restringido. Durante décadas, los residentes no podían abandonar estas ciudades sin permisos especiales, y sus nombres reales eran sustituidos por códigos o números que impedían su identificación. De hecho, las identificaciones de los habitantes ni siquiera mostraban su lugar de residencia verdadero.
Arzamás-16 y la carrera nuclear
Una de las ciudades más emblemáticas fue Arzamás-16, situada a unos 450 kilómetros de Moscú. Este enclave se convirtió en el centro neurálgico del desarrollo de las armas nucleares soviéticas tras la Segunda Guerra Mundial. El propio Lavrenti Beria, uno de los hombres más temidos del régimen de Stalin, supervisó la construcción de la ciudad, que desapareció de los registros y fue borrada de los mapas oficiales.
El desarrollo de Arzamás-16 y otras ciudades como Zheleznogorsk o Cheliábinsk-40 fue clave para mantener a la URSS a la vanguardia tecnológica en la Guerra Fría. El precio de esta supremacía, sin embargo, fue alto. Muchos de los trabajadores expuestos a radiación en estos centros sufrieron graves problemas de salud, lo que marcó la vida de los residentes de estas zonas secretas.
La vida dentro de las ciudades cerradas
Aunque la seguridad y el aislamiento eran evidentes, la vida en las ciudades cerradas ofrecía ciertas ventajas. Los residentes disfrutaban de un nivel de vida superior al del resto de los ciudadanos soviéticos. Había mejores servicios de salud, acceso garantizado a alimentos y un sistema educativo de calidad. Sin embargo, todo tenía un precio. El control era absoluto, y aquellos que vivían en estos enclaves no podían discutir ni divulgar ningún detalle de su vida o trabajo, ni siquiera a sus familiares más cercanos.
Con el colapso de la Unión Soviética en 1991, muchas de estas ciudades se abrieron al mundo, pero otras siguen siendo inaccesibles. En la actualidad, alrededor de 40 ciudades cerradas permanecen activas, principalmente bajo control de la agencia nuclear rusa Rosatom y el Ministerio de Defensa, lo que refleja la importancia que aún tienen estas zonas para la seguridad del país.
Las ciudades cerradas hoy en día
A pesar del paso del tiempo, algunas de estas ciudades siguen siendo fundamentales para la estrategia militar de Rusia. En Ozyorsk, también conocida como Ciudad 40, la producción de armas nucleares continúa siendo una realidad. Aunque los residentes de estas ciudades disfrutan de ciertos privilegios, el costo en términos de salud y aislamiento social sigue siendo elevado. Para muchos, la vida en estas ciudades es una especie de prisión dorada: confort y acceso a bienes, pero con estrictas limitaciones.
Hoy, las ciudades ocultas de la URSS son un recordatorio de los extremos a los que llegó el gobierno soviético para mantener sus secretos militares y científicos. Aunque algunas han desaparecido o se han convertido en atracciones turísticas, como Skrunda-1 en Letonia, otras continúan existiendo en la sombra, protegidas por muros y regulaciones estrictas.