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La escena podría haber incomodado a Jorge Luis Borges. O, al menos, a una anécdota no confirmada de Borges que circula desde hace décadas en el campo literario argentino. Según una leyenda tantas veces repetida como discutida, el escritor habría rechazado leer una novela titulada “Matando enanos a garrotazos”, de Alberto Laiseca, con una sentencia fulminante: “¿Tengo que leer un libro que lleva un gerundio en el título?”.
Casi medio siglo después, “Defendiendo lo indefendible”, el libro del economista estadounidense Walter Block que el presidente Javier Milei le regaló a sus funcionarios durante un asado en la residencia de Olivos, vuelve a poner ese tiempo verbal en primer plano. Esta vez no desde la literatura, sino desde la economía política.
Publicado originalmente en 1976 con el título Defending the Undefendable, el libro propone un ejercicio sistemático de provocación intelectual. Block tomó una serie de figuras socialmente repudiadas —prostitutas, proxenetas, chantajistas, esquiroles, prestamistas, caseros de suburbios, entre muchas otras— y las analizó desde un axioma que está en la base de su trabajo: mientras no iniciaran el uso de la violencia y actuaran sobre la base de acuerdos voluntarios entre adultos responsables, no existía justificación moral ni económica para criminalizarlas.

Desde la introducción, el autor lo deja en claro. “Considero que son cabezas de turco —están a la vista, y se les puede atacar, pero deben ser defendidos, si queremos que la justicia prevalezca”, señala.
“El libertarismo no es una filosofía sobre la vida: no define las fronteras entre el bien y el mal, lo moral y lo inmoral”, escribió Block. “Se limita a analizar en qué condiciones está justificado el uso de la violencia”, agrega. Bajo ese marco, el Estado carece de legitimidad para “multar, castigar, encarcelar o aplicar penas” a quienes actúan de manera inmoral pero no agresiva.
Uno de los capítulos más citados es el dedicado a la prostitución, donde el autor sostiene que la persistencia de esa actividad, pese a la persecución legal y social, funciona como prueba de su valor económico. “Si tras contrastar las ventajas con las desventajas la prostituta elige continuar con su trabajo, es obviamente porque lo prefiere”, afirmó Block. La criminalización, agrega, no surge de los participantes directos de la transacción, sino de “terceros que no están directamente implicados”.
Además de las figuras mencionadas, el libro dedica un capítulo a un tema que aún hoy resulta fuertemente normado por leyes y tratados internacionales: el trabajo de niñas y niños.
En el apartado titulado “El que contrata niños”, Block sostiene que la prohibición de contratar mano de obra infantil perjudica a quienes, por razones económicas, buscan incorporarse al mercado laboral y a sus propias familias. “Quien contrata niños es tan amable y benevolente como cualquier otra persona, y está tan lleno de las virtudes de la bondad humana como los demás. Es más, la institución del trabajo infantil es honorable y poseedora de una espectacular trayectoria de buenas obras, y los malos de la película no son los que contratan niños, sino los que prohíben el mercado libre de trabajo infantil. Estos angelitos son los culpables de la indecible miseria de todos los que por ley están condenados al desempleo”, dice Block.
Este punto ya mereció el repudio de la Comisión Provincial para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil (COPETRI), que tiene como principal referencia a un enemigo declarado de Milei, el gobernador Axel Kicillof.
El tema del trabajo infantil no es, sin embargo, un problema exclusivamente filosófico, sino una realidad mundial urgente. Según un informe conjunto reciente de la Organización Internacional del Trabajo y UNICEF, más de 138 millones de niñas, niños y adolescentes trabajan en todo el mundo, y 54 millones realizan labores peligrosas que comprometen su salud, su seguridad y su desarrollo físico y psicológico, pese a los compromisos internacionales para erradicar esa forma de explotación laboral.
La reivindicación del libro de Block por parte de Milei no parece obedecer a un exabrupto. Antes de llegar a la Presidencia, el economista sostuvo posiciones que generaron fuerte controversia —como la posibilidad de habilitar un mercado de órganos, la legalización de las drogas o la despenalización de actividades hoy castigadas por la ley— y que dialogan de manera directa con el enfoque libertario que Block desarrolla en su obra.

Vale recordar, además, la declaración del diputado Alberto “Bertie” Benegas Lynch, quien sostuvo que “la libertad también es que si no querés mandar a tu hijo al colegio porque lo necesitás en el taller, puedas hacerlo”.
La idea de que cada individuo es propietario exclusivo de su cuerpo (sus críticos dirían, capciosamente, “menos las mujeres que quieren abortar”) y de los frutos de su acción —principio de “autopropriedad”— atraviesa tanto el libro como muchas de las intervenciones públicas que Milei realizó cuando todavía no ocupaba cargos ejecutivos.
A lo largo del libro, Block insiste en una distinción que considera central: defender una actividad frente al castigo estatal no implica celebrarla ni considerarla moralmente superior. “Este libro no defiende que el mercado sea una institución económica moral”, aclara. El mercado, escribe, debe entenderse como “amoral, es decir, ni moral ni inmoral”, comparable “al fuego, una pistola o un cuchillo”, capaz de producir resultados nobles o destructivos según su uso.
En ese punto, la concepción amoral del mercado que plantea Block no coincide plenamente con el enfoque que Milei expresó en algunos de sus discursos. En el American Business Forum, en Miami, el presidente afirmó que “no creemos que el capitalismo sea moralmente correcto por el hecho de sacar a más del 90% de la población global de la pobreza, sino porque logró hacerlo precisamente por ser el modelo más moral de todos los existentes”, una definición que incorpora una dimensión ética explícita que el autor de Defendiendo lo indefendible evita deliberadamente.
Para otros reesulta, además, una contradicción simbólica que Milei regale un libro que, bajo la lógica del mercado absoluto, podría llegar a reivindicar incluso actividades como el narcotráfico —siempre que no se ejerza violencia directa— mientras su propio gobierno se presenta comprometido con la persecución de organizaciones delictivas y con políticas destinadas a reforzar el combate al narcotráfico.
Quien es Walter Block
Walter Block nació en Estados Unidos en 1941 y desarrolló su carrera académica como economista dentro de la tradición de la Escuela Austríaca. Fue profesor durante décadas en la Loyola University New Orleans, donde ocupó la cátedra Harold E. Wirth Eminent Scholar Endowed Chair in Economics. Su obra se centró en la defensa del libertarismo radical y del anarcocapitalismo, con una crítica sistemática al Estado como institución coercitiva.
Discípulo intelectual de Murray Rothbard, Block llevó el principio de no agresión a consecuencias extremas, lo que le valió reconocimiento dentro de los círculos libertarios y fuertes cuestionamientos en el ámbito académico.
En su época, la recepción de Defendiendo lo indefendible no se limitó a un elogio acrítico en círculos libertarios. Críticos académicos y analistas señalaron que la obra, si bien estimula el debate, incurre en “estilo sensacionalista” y en una visión excesivamente mecanicista del comportamiento humano que ignora las complejidades sociales más allá de los intercambios voluntarios.
Desde una perspectiva crítica, cabe señalar que buena parte de sus argumentaciones descansan en una premisa liberal clásica: la igualdad formal de los individuos ante la ley como base suficiente para validar cualquier transacción voluntaria. Sin embargo, como señalan diversas corrientes críticas —incluida la tradición marxista— esa mirada oculta las desigualdades materiales y de poder que actúan como condicionantes estructurales de las relaciones sociales. En situaciones como la prostitución o el trabajo de menores, las asimetrías de clase, género y edad impiden hablar de verdadera voluntariedad, porque la supuesta “libre elección” opera en contextos de coerción económica.
Casi cincuenta años después de su publicación original, Defendiendo lo indefendible vuelve a circular no por un debate académico, sino por un gesto político. El gerundio que, según la leyenda, incomodó a Borges reaparece ahora como una declaración de principios: no una defensa cerrada y estática, sino un acto permanente, incómodo y deliberadamente provocador frente a lo que el autor —y quienes hoy lo reivindican— consideran consensos injustificados.















