El Cronista en Uruguay

El Frente Amplio aventaja en la previa de las elecciones, pero hay una incógnita

Mientras la fuerza que gobernó por 15 años se juega su regreso el domingo tras un recambio generacional forzado, la Coalición multicolor llega una vez más dividida con el compromiso de ensamblarse en un balotaje. Qué se pone en juego en esta elección con toques argentinos

Las elecciones presidenciales en Uruguay jamás pasan desapercibidas del otro lado del Río de la Plata. Y esta vez no será la excepción. El Frente Amplio, la fuerza multipartidaria que gobernó la nación charrúa por 15 años de la mano de sus líderes originales, se juega su regreso al poder tras un recambio generacional forzado que intenta encender otra vez la chispa de la épica progresista oriental. 

Enfrente, la Coalición multicolor -como se dio en llamar a la inédita alianza en 2019 del Partido Nacional (o Blanco), el Colorado y otras tres fuerzas más, una de las cuales se disolvió en el camino- somete a evaluación la gestión de Luis Lacalle Pou con el compromiso de reunificarse solo en un eventual balotaje. Otro dato llamativo: el candidato natural por imagen positiva -arriba del 50% tras cinco años- y gestión hubiera sido el propio mandatario pero la Constitución le impide volver a competir sin un período de por medio.

A partir de las próximas horas, la campaña presidencial en Uruguay ingresa en el cono del silencio de la veda electoral. Con una cruzada política sin grandes debates y carente de la mística de antaño, las y los uruguayos podrán elegir entre once candidatos a la presidencia si bien son tres los que concentrarán la mayor atención si de chances reales se trata: Yamandú Orsi (FA); Álvaro Delgado (Blanco) y Andrés Ojeda (Colorado). 

En la previa, las encuestas marcan una preferencia clara por el Frente Amplio pero ninguna arriesga una victoria en primera vuelta con más del 50% de los votos. A contramano de ello, el paisaje de un balotaje el 24 de noviembre asoma mucho más brumoso, atado en gran medida a quiénes serán los dos que queden en pie la noche del domingo. 

Orsi cerró su campaña acompañado del expresidente "Pepe" Mujica

En 2019, la batalla entre la Coalición y el Frente Amplio se saldó por una diferencia de 37.042 votos en un padrón de 2,6 millones de personas habilitadas para votar. Tanto en la primera como en la segunda vuelta, el 90% dijo presente. Uruguay suele ser un país de alta participación. Pese a ello, los analistas leen que en esta oportunidad no existe esa necesidad o urgencia de cambio, más bien prevalece cierta pretensión de ajuste o sintonía fina.

"La particularidad de esta elección es que la gran mayoría de los uruguayos (72%) no cree que su día a día cambiará sustancialmente si uno u otro candidato termina imponiéndose. El 57% de los encuestados que desean continuidad no se refieren a un candidato o a una fuerza política en particular sino a la previsibilidad de las políticas públicas que pretenden que el candidato ganador impulse una vez que sea electo presidente", describe un estudio de los equipos de Methodo.

Combinando relevamientos telefónicos y online con entrevistas cualitativas, sus analistas llegaron a la conclusión de que el concepto de "cambio" no pone en discusión el rumbo económico del país -solamente el 12% desea que se cambie la dirección actual- sino que se trata más bien de mejorar las dinámicas económicas -un crecimiento estancado en el 1% durante la última década- y las condiciones de vida, entre las que sobresale la seguridad.

"El 40% de los ciudadanos consideran a la inseguridad como el principal problema del país y este número aumenta al 52% en Montevideo que además de ser la capital, representa en términos electorales el 40% del país. La preocupación en relación a este tema está vinculada principalmente por los robos, la violencia y por una creciente percepción de que el narcotráfico lentamente está avanzando", indica el informe. En segundo lugar, con el 29%, figura la economía, con el predominio del empleo.

 Como secretario de la Presidencia de Uruguay, Delgado enfrenta el desafío de competir a la sombra de un Presidente con alto nivel de popularidad. "Lacalle es el líder de su partido y se preocupa más por mostrar sus logros de gestión que por transferirlos al candidato de su partido", indica a El Cronista Mariana Pomiés, directora de la consultora CIFRA, en Uruguay.

En paralelo, caracteriza a Orsi como "una persona conciliadora, que busca acercar posiciones más que mostrar diferencias" aunque su equipo lo mantuvo lejos de la exposición mediática, evitando los debates públicos: "En su caso, sabiendo que se trataba de un duelo de 4 contra 1 -por los candidatos de la oposición que se alían en segunda vuelta- prefirieron no exponerlo a una discusión con todos a la vez".

Así y todo, no fue el único que evitó el debate sobre las ideas y prefirió una campaña de "atributos". Con la estrategia más disruptiva por lejos, Ojeda centró su campaña sobre dos ejes centrales: mostrarse como un candidato auténtico, hablándole a las y los uruguayos en un spot desde su rutina de pesas en el gimnasio o boxeando en el ring, y poniendo sobre la mesa temas ajenos a los tradicionales como la salud mental o el bienestar animal.  

Delgado enfrenta el desafío de competir a la sombra de un presidente con alto nivel de popularidad como Laclle Pou.

En los números, fue la única de las campañas que marcó una aceptación ascendente en las encuestas, a diferencia del desplome de Delgado y cierto estancamiento de Orsi luego del boom inicial post primarias. No pasa desapercibido cierto rumor que circuló en la Coalición multicolor que Lacalle Pou hizo por Ojeda todo lo que no hizo por su "propio" candidato, apuntalando la emergencia de una nueva figura colorada que desplace a los antiguos caudillos y, a la vez, no le haga sombra dentro del Partido Blanco.

No suena descabellado considerando que el mejor futuro político de Lacalle Pou para los próximos años parece ser el de convertirse en jefe de la oposición y mantenerse vigente para volver a competir al final del próximo mandato.

La Argentina estuvo ausente en la campaña, a no ser por la participación de algunos consultores de aquel lado del río como Mario Riorda -asesorando al candidato del Frente Amplio- y Carlos Pérez, detrás del campeón escogido por el oficialismo blanco. En la previa hubo cierta discusión respecto a si la escena política de cierta apatía podía dar margen a la emergencia de un candidato anti-sistema competitivo, con el antecedente del militar retirado Guido Manini Ríos jugando a ser el "Bolsonaro" uruguayo en 2019. Cosa que no ocurrió.

Sí alcanzó, no obstante, para que Uruguay viera surgir a una suerte de versión marginal de Milei oriental que dice representar a "los uruguayos cansados de los mismos candidatos de siempre" y acuñó un nuevo término para la casta local: "cleptocorporatocracia". Se trata de Gustavo Salle (Identidad Soberana) que si bien compite por la Presidencia, en paralelo, busca una banca en el Senado y podría conseguirla, como parte de un conjunto de nuevos partidos que también son novedad en esta elección.

Por último, dato no menor, dos plebiscitos se someterán a votación popular, en campaña que discurrieron en paralelo -y por momento con mayor atención- que las presidenciales y legislativas. Uno de ellos lo impulsa el oficialismo con el objetivo de levantar el veto a los allanamientos nocturnos con orden judicial, hoy prohibidos en la Constitución. Es un anhelo del actual Presidente bajo el argumento de golpear al narcotráfico y que no consiguió pasar por el Congreso. Lo resiste el Frente Amplio.

El otro, sin embargo, corta de manera transversal a las fuerzas políticas en pugna, al punto que economistas de FA y hasta su futuro ministro de Economía, Gabriel Oddone, salieron en público a rechazarlo: una reforma que da marcha atrás con los cambios al sistema previsional de Lacalle Pou sobre la edad jubilatoria y va más allá, equiparando jubilaciones mínimas a los salarios mínimos y nacionalizando el sistema privado a cargo de las AFAPs, el equivalente a las AFJPs en la Argentina.

Esta última campaña tuvo a la central sindical PIT-CNT como el articulador principal a la par de otras organizaciones de la sociedad civil contra el marcado rechazo del Gobierno, la mayor parte del empresariado y la dirigencia política. Sorprendió incluso el propio líder histórico del Frente Amplio, el expresidente José Mujica, poniéndose en la vereda opuesta. Pese a ello, fuentes de la campaña por el SI afirmaron a El Cronista que se sienten optimistas y que aún una derrota serviría para fortalecer su posición a futuro. Ayer cerraron su propia campaña. Fue el último escalón hacia el domingo.

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