Hoy las calles de Buenos Aires cambiaron su color. Desde los balcones de los departamentos y las puertas de los locales colgaban banderas con la consigna #NiUnaMenos, una oración que pasó de ser un tuit a un grito de justicia para ponerle fin a los femicidios que forman parte de las estadísticas sangrientas de nuestro país. Cifras que ascienden con el tiempo, como un marcador que no para de aumentar mientras muchos miran para otro lado.

Pero después de la marcha, el que mira para otro lado es porque quiere: madres, militantes, activistas, artistas, lesbianas, abuelas, oficinistas, hombres, chicos se unieron para exigir que la violencia pare. Violencia machista que logró interpelar a sectores sociales y políticos tan diversos -y hasta opuestos- que no dejó resquicio para la grieta. Hoy cada uno marchó con su bandera pero bajo una misma causa.

La movilización fue histórica y quiebra un idea que ronda en la cabeza de muchos: quien lucha por los derechos de la mujer es una feminista retrógrada, una loca que levanta discursos setentistas y habla del empoderamiento de género como una batalla épica contra el patriarcado.

Se calcula que marcharon cerca de 150.000 personas y el discurso fue claro: que el Estado tenga, finalmente, una política real contra la violencia de género, que exista la categoría de femicidio, que permite diferenciar estos crímenes de otros, y su registro necesario para realizar efectivas políticas públicas. Y esto es parte de esa tenacidad que no vive solo en las redes sociales.

Lo de hoy fue solo un punto de encuentro. Queda en nosotros profundizar este grito para hacer justicia y que no haya una más nunca más.