

Es evidente que Cristina Kirchner y sus funcionarios no se sienten cómodos al tener que explicar el acuerdo entre YPF y Repsol por el que la Argentina deberá endeudarse por dos décadas para pagar u$s 5.000 millones en efectivo. La Presidenta ensayó una parábola contradictoria en su discurso del martes en el Congreso para justificar su decisión. Explicó que la privatización de la petrolera argentina había sido necesaria por el valor de mercado de la compañía en ese tiempo del mismo modo que ahora es necesaria su expropiación compulsiva. Las cosas por su nombre. Los Kirchner apoyaron la iniciativa impulsada hace 17 años por Carlos Menem y jamás quedó claro el itinerario por el mundo de los u$s 500 millones de regalías pertenecientes a Santa Cruz.
Con un discurso muy diferente, la Presidenta se embandera hoy en la estatización y no hace ninguna mención a la inacción del Estado durante esta década en la que los representantes oficiales avalaron el management y la falta de inversiones de Repsol. En las dos ocasiones hubo decisiones equivocadas que le hicieron perder reservas energéticas y mucho dinero a los argentinos. Los errores no tienen ideología y lo más adecuado es reconocerlos a tiempo para corregirlos sin faltarle el respeto a la sociedad que termina pagándolos con su esfuerzo.













