

Una semana atrás, en la cresta de las encuestas, Sergio Massa deseaba el cierre de la campaña para que se contaran los sufragios legislativos ya mismo. Con toda la atención en el post-operatorio presidencial por un hematoma craneal, pasó a ser la Casa Rosada la que querría distribuir las urnas en las escuelas lo antes posible. Con más intuición que guarismos metodológicos sobre la mesa, en el comando electoral del candidato K, Martín Insaurralde, sueñan que el ya bautizado Efecto Cristina frene la crecida de la marea renovadora bonaerense y los salve de una derrota más amarga que la de las PASO. Paradoja: ese revés electoral fue interpretado como un mensaje a su gestión.
Hoy podemos estar como en las Primarias, a cinco puntos de diferencia, se entusiasman en el Gobierno, apostando que las últimas medidas de Cristina Fernández de Kirchner antes del reposo médico, como la suba de piso de Ganancias, se sumen a un ansiado voto emotivo. Con Massa debajo de los 40 puntos o que la diferencia no se estire a los dos dígitos, es una derrota digna K.
Otros son más precavidos: Faltan dos semanas, todavía podría pasar un episodio como el del robo (a la casa del country del intendente de Tigre) que cambie todo el escenario en el tramo final. Aunque la renovada esperanza es indisimulable en los despachos, creyendo haber dejado atrás los recientes oscuros augurios de una brecha que se extendía día a día, llegando hasta a los 10 puntos.
La intervención quirúrgica en la Fundación Favaloro cambió todo. Y a todos. Cada campaña está siendo replanteada. En el FpV evalúan cada paso como si fuera el último. En lo operativo, con un Insaurralde más sciolista que kirchnerista (en lo discursivo y compartiendo el mismo marketing), la ausencia presidencial no le modificó su agenda electoral que culmina el 27: se preveían pocos actos con Cristina Kirchner. Ahora, internada y lejos de los flashes, está más presente que nunca. Incluso opacando al supuesto (y negativo) Efecto (Amado) Boudou, con el denunciado Vice en la marquesina por su interinato. Este fin de semana el jefe de Gabinete Juan Manuel Abal Medina contará con el primer testeo de imagen presidencial con la colección subdural crónica. Ahí sabremos si, como parece, la operación generó empatía y si puede haber traslación al voto, concluyen en la Rosada. Pero no medirán sólo eso sino qué hacer a continuación. Los únicos afiches que Insaurralde comparte con Cristina (y Daniel Scioli) son los que sobrevivieron en las calles de la primera campaña. Sin consultar al comando central, el Movimiento Evita cubrió su nueva cartelería con CFK.
La duda que perdurará en el búnker K, hasta no tener las encuestas, es si cristinizar la campaña no puede resultar un arma de doble filo. Podría quedar que usamos sus problemas de salud como estrategia electoral, se sinceró un funcionario.
Más allá de su efecto al exterior, el reposo presidencial causó un reacomodo puertas adentro. Con la estricta orden de la mandataria de redoblar la gestión, para evitar la sensación de parálisis oficial, el Gobierno se está mostrando hiperactivo. Lo que derivó en la reaparición de ministros que se perdieron (si no se quiere pensar mal) la anterior campaña. Como Florencio Randazzo (Interior y Transporte) que se mostró con Insaurralde en Florencio Varela. Hay un activación general, nos llaman intendentes que habían desaparecido, se alegran en la Casa Néstor Kirchner.












