

En los noventa descubrió que los juicios no sólo se ganan en los tribunales. Fue uno de los pioneros en advertir que, en paralelo al expediente judicial, las causas se tramitan en otro ámbito igual de influyente: los sets de televisión. Mariano Cúneo Libarona es uno de los panelistas del programa Animales Sueltos, y además volvió a un viejo amor: la enseñanza, como decano en la Universidad del Museo Social Argentino (UMSA).
¿Cómo llegó a decano de Derecho en la UMSA?
Yo empecé a estudiar en 1979, año difícil de la Argentina. Di examen de ingreso en la UBA, en el Salvador y en el Museo Social Argentino. Entré a las tres, y la que primero empezó fue la del Museo. Me sentí muy bien ahí. Era una facultad de saco y corbata, orden y sin política, con buenos profesores. Estudiábamos acá con mis hermanos. Mi papá era profesor. Me enamoré de la facultad.

¿Después fue profesor?
Sí, cuando ya tenía 24 o 25 años. Dejé en el 97 las cátedras. Volví en el 2010 como profesor. Y hace cinco años fui convocado como decano en Derecho. Me divierte, aún con los problemas que tenemos: la pandemia, la inflación, más el cambio de "clic" que tenemos que hacer ante una juventud distinta. Yo creé materias nuevas: oratoria, derecho deportivo y empresario, ética profesional. El secreto es hacer pensar a los alumnos. La única solución que tienen los chicos para atacar la pobreza es la formación. La educación es lo que te da trabajo; te quita de la delincuencia y de la pobreza. Y al trabajo llegás con educación, no hay otra vuelta.
Fue uno de los primeros que concretó el empalme entre derecho penal y medios de comunicación, ¿Cómo fue?
Te diría que sí. No lo inventé, pero fui un gran promotor.
¿Cómo se dio cuenta que era importante atender a la prensa?
En 1997 hubo un fenómeno: el caso Cóppola. Ahora va a salir una serie. Yo advertí que al margen del expediente judicial, había otro juicio paralelo: la prensa. Coppola no necesitaba solamente ser liberado de la causa. Necesitaba poder caminar por la calle con. Ser liberado en los medios. Porque la opinión pública ya lo había condenado.
¿Y no se puede dar una inequidad: ser eficaz en la defensa mediática, aún cuando la persona sea culpable?
O al revés. Vos podés ganar el juicio, pero que la sociedad te condene. El hombre va por la calle y la gente lo insulta. Son dos campos de batalla distintos. Obviamente, si ganás el judicial es más fácil ganar el público. A Carlos Menem logré que lo absolvieran, pero la sociedad lo condenaba.

¿La judicialización de la política es un fenómeno negativo?
Antes se fusilaba en la historia argentina. Recordá la época de Manuel Dorrego. Ahora a un político lo llenan de causas. Pero no es un paradigma argentino. En Estados Unidos, Donald Trump está viviendo lo mismo. Sarkozy, en Francia. Perú es terrible. Te llevan a Tribunales para destruirte como político.
¿Y qué propone para evitar esa tendencia?
Independencia, que los jueces se unan. Y educación, nombrando nuevos jueces. Hay que nombrar buenas personas, buenos ciudadanos, que sean honestos. Si saben derecho, mejor. Vos tenés que nombrar gente con criterio, con sentido jurídico. Honestos, que vayan a hacer patria.
¿La Policía es parte del problema?
La policía es terrible, pero es terrible por nuestro sistema. Cobran $4000 por día. Entonces le das un arma a alguien a quien no le das educación, medios ni formación. Caímos en una enorme decadencia: en los sesenta la policía era respetada socialmente y temida por los delincuentes.
¿Y los servicios de inteligencia?
Son muy precarios. Lo único que hacen es intervenir teléfonos. Son muy berretas. Trabajé con los servicios de inteligencia cuando estaba en la justicia, que se requerían en causas de drogas. Otra institución que hay que formar y es muy peligrosa. Deberían estar restringidos a seguridad nacional y lucha contra el narcotráfico, pero siguen a los políticos, escuchan a las esposas.
¿Es necesario reformar y ampliar la Corte Suprema?
¡Cinco miembros y listo, impecable! Piden 25 para federalizarla. Si Lorenzetti es de Santa Fe, Rosatti también. ¿Para qué federalizarla? Que nombren a los mejores. Si tienen cuatro buenos, que nombren a uno más. ¡Nueve tiene Estados Unidos! Nosotros con cinco nos arreglamos perfecto.













