

Elisa Carrió debutó cuestionando el Pacto de Olivos frente al propio Raúl Alfonsín en medio de la discusión del núcleo básico de coincidencias que el ex presidente había firmado con Carlos Menem y que incluía la reelección. Fue en Santa Fe en el marco de la Convención Nacional Constituyente. Desde entonces, Carrió creció políticamente, construyó y destruyó en la misma proporción. La UCR llegó finalmente al poder, gracias a su alianza con el Frente Grande, con Fernando de la Rúa y Carlos “Chacho” Álvarez. La alianza duró apenas un poco más que Carrió dentro de aquel gobierno de solo dos años de duración. Fue el segundo portazo de la entonces diputada nacional que dejó su propio distrito, Chaco, para ser candidata por la Ciudad de Buenos Aires.
Armó y desarmó sus propios partidos: el ARI y la Coalición Cívica. Trabajó codo a codo, entre otros, con referentes que no se despegaban de su lado y la acompañaron en toda denuncia contra la corrupción: La “Hormiguita” Graciela Ocaña, Adrián Pérez y Patricia Bullrich. Todos la dejaron, con todos confrontó.
El “matrimonio” electoral de la última elección en Capital sorprendió por su efectividad pero más porque llegara a buen puerto, incluso Carrió junto a ‘Pino’ Solanas, a pesar de sus roces y sus formas de ser. De todos modos pocos confiaron en que UNEN pudiera replicarse a nivel nacional, ya desde su gestación. Casi desde su génesis fue difícil imaginar que llegaran juntos hasta las próximas PASO, menos que coordinaran una estrategia para la general.
Demasiados egos o demasiadas diferencias políticas entre los precandidatos presidenciables en todo tipo de cuestión y cada vez más respecto de cómo ganarle al oficialismo: solos, con Mauricio Macri o con Sergio Massa. La UCR se dobla pero no se parte, suele decirse. Pero sí parte Carrió. Lo advirtió Bullrich al PRO desalentando que le abran las puertas del macrismono solo por su incapacidad para la construcción política sino por su capacidad de destrucción de los socios que ha tenido. Para muestra basta una opinión: dijo en los últimos días que los narcos están tanto en el massismo como entre sus socios del centenario partido.
La UCR se quedó con el socialista Hermes Binner pero barrió bajo la alfombra los acuerdos en las provincias donde para ganar van en alianzas tanto con el macrismo como con el Frente Renovador. En los distritos, entonces y casi ezquizofrénicamente, a Carrió, le dan la razón.
A su favor hay que decir que Carrió ostenta virtudes que son al mismo tiempo sus "defectos": rompe todo código o lógica de la política, no se "traga sapos" y denuncia con vehemencia más allá de su propia "convenincia".














