

Ni los gobernadores, con la excepción del salteño Juan Manuel Urtubey, devenido en un cuasi vocero oficial. Ni Miguel Ángel Pichetto. Ni Eduardo Duhalde. Ni Sergio Massa, que prefiere seguir reconstruyendo su Frente Renovador, que incluye a la esposa del flamante jefe "de iure" peronista Luis Barrionuevo, antes de viajar a Chicago. Ninguno de ellos salió a respaldar la intervención del PJ Nacional, ya en manos de Luis Barrionuevo, con su sede de Matheu con nueva cerradura pero, al menos ayer, vacía.
Si bien el Gobierno de Cambiemos salió a despegarse de la medida judicial dictada por la jueza María Romilda Servini, el único apoyo que el gastronómico recibió ayer fue el del ministro de Trabajo, Jorge Triaca.
"Sabíamos que había presentaciones que se habían hecho. Quizás los tiempos o la designación del interventor puede ser que llamen la atención, pero es dentro del marco de institucionalidad que tiene la Justicia", opinó el ministro, respaldando el arribo de Barrionuevo, uno de los sindicalistas de dialogo con la Casa Rosada.
El jefe de Gabinete, Marcos Peña, salió más airoso en su argumentación al desentenderse: "Lamentamos profundamente son las teorías conspirativas de aquellos que muchas veces se han acostumbrado a manipular la Justicia y piensan que todos somos lo mismo".
En el peronismo intervenido anidan, hoy, dos hipótesis: una ve la mano del Gobierno en la decisión ("Que les va a salir el tiro por la culata porque en lugar de dividirnos, nos terminó uniendo", aducen); y, la otra, que fue una jugada individual de Servini, una magistrada incólumne oficialista a pesar del cambio de gobiernos que rara vez se desmarcó de Balcarce 50.
Si bien ambas son funcionales al macrismo ("Nos muestra a todos peleados", es la coincidencia general), discernir cuál es la correcta es importante para el futuro. Primero, si la intervención de Barrionuevo cuenta con apoyo oficial, sería difícil que la apelación sea avalada por la Cámara (luego de que la propia jueza la rechace entre viernes y lunes). En el otro caso, sólo jurídicamente la intervención se caería por su propio peso.
"Es un dictamen incomprensible de la jueza", lo criticó Hilda "Chiche" Duhalde ayer. Su marido ya le había hablado al presidente "en suspenso" del PJ (tal como lo denominan cerca suyo), José Luis Gioja, para jurar su inocencia, cuando otros los señalan como el motorizador en las sombras. Si bien no apoyó la medida judicial, como desde que se lo arrebató el kirchnerismo en 2005, Eduardo Duhalde insistió ayer con el concepto de "normalizar" el partido, formando una "mesa de negociación" entre interventores e intervenidos.
No sólo ven al ex Presidente como gestor sino que sectores PJ de diálogo con el kirchnerismo azuzan el pronóstico de que el siguiente paso de Barrionuevo sería intervenir el PJ bonaerense para entronizar, precisamente, al ex caudillo. Siguiendo el refrán "no nos une el amor sino el espanto", la profecía tiende a unirlos.
Algo parecido ocurre con los gobernadores, que si bien no pusieron el rostro al lado de Gioja, menos lo harán para una foto con Barrionuevo, con el mismo temor de su intromisión en las franquicias provinciales del PJ. Otro susto para hacer causa común.












