

Tres buenos datos de la coyuntura inmediata trajeron algo de alivio a la Casa Rosada y al Ministerio de Hacienda. Se trata de una burbuja de oxígeno en medio de tanta turbulencia, pero alcanzó para subir levemente el optimismo en sangre de la administración Cambiemos.
Podría decirse que ayer arrancó el plan déficit 0 y emisión 0 con un tríptico positivo: una mejora de 32% en la recaudación tributaria (con 37% para el IVA Impositivo y las nuevas retenciones aportando ingresos); la reversión del déficit comercial con Brasil por primera vez desde 2014, lo que marca uno de los primeros efectos de la fuerte corrección cambiaria, y un retroceso del dólar después de que el BCRA encendiera la aspiradora de pesos vía Leliq. El costo que deberá pagar el Gobierno por este día de tranquilidad no es menor: una tasa de interés que llegó a 72% y que promete ser el nuevo verdugo de las expectativas.
Si hay algo que cabe reconocer, es que uno de los objetivos del Central era que el mercado dejara de estar pendiente de la variación del dólar. Si el costo del dinero sigue arriba de 70%, es probable que lo consiga rápidamente, aunque no de la mejor manera. Tanto Guido Sandleris como Nicolás Dujovne señalaron que harán falta tres o cuatro semanas para que inversores y ahorristas tengan en claro cómo funcionará esta polea de transmisión.
Para la economía real, el resultado no es bueno: según el resumen del BCRA, en tres días la tasa promedio de plazos fijos bajó de 41,9% a 37%, los préstamos entre bancos pasaron de 56% a 67% y los adelantos en cuenta corriente crecieron de 69,6% a 71%. Solo con esos números, es fácil entender por qué se desató una guerra por el financiamiento entre empresas y proveedores, ya que nadie quiere hacerse cargo de ese peso. La receta moderará los altibajos del dólar. Le falta incorporar una válvula de escape financiera para que el torniquete no ahogue al músculo.














