Cuando un liderazgo tiene problemas con los cuales no puede lidiar y estos afectan la vida cotidiana como pueden ser la inflación o la recesión es momento de proponer desafíos mayores que minimicen los problemas reales y nos embarque a todos en un nuevo desafío.


Eso es lo que hacen los anuncios de la Presidente en los últimos días. Desde la alegría por la aprobación de la resolución de las Naciones Unidas contra los fondos buitres hasta el superedificio de la Isla Demarchi.


Es decir que ante la adversidad cotidiana tenemos como respuesta grandes desafíos.
La gran pregunta es si esta grandilocuencia logra afirmar un liderazgo o definitivamente termina de generar dudas sobre la capacidad de resolver los problemas más acuciantes de la población.

Los grandes proyectos

Hay un momento en que los presidentes en Argentina presentan enormes proyectos imposibles de concretar. Normalmente los plantean cuando ya están en una posición de debilidad política significativa. El traslado de la Capital Federal a Viedma de Alfonsín, el puente a Colonia o la isla para trasladar el aeroparque de Menem y ahora el edificio de la Isla Demarchi.


Se trata siempre de mega obras que no resisten un solo análisis de rentabilidad, que necesitan millones de pesos (o dólares) imposibles de fondear, pero que otorgan la ilusión de que hay un desafío colectivo trascendental.


Sin ser un experto politólogo, puedo inferir que se trataría de una necesidad de los políticos que ven su ciclo pronto a terminar; el inconveniente es que generan mayor desconcierto e incertidumbre que seguridad y mejora en la realidad de sus gobernados.

El contexto económico del edificio

Mi pregunta es ¿qué tipo de lectura de la actual realidad económica permite presentar la construcción del edificio más alto de América Latina como proyecto factible?

Veamos. El sector inmobiliario está en los menores niveles de ventas de los últimos años. La construcción está cayendo y los metros cuadrados de oficinas vacías continúan en crecimiento.
Dice la Presidente que el sector privado será el responsable del financiamiento. Ahora bien, ¿en qué contexto podemos pensar que una empresa constructora privada conseguirá $ 2.000 millones para construir un edificio, cuando si ni siquiera YPF puede hacerlo en el mercado interno? ¿Qué condiciones de mercado de capitales o de ganas de invertir se ven desde el Gobierno para poder presentar un proyecto de tales características?

Claro que si no lo pone el sector privado, deberá financiarlo el Estado. Un Estado en el cual el déficit fiscal sin rentas de la propiedad creció en el primer semestre de este año, comparado con el mismo semestre del 2013, un 250%. Todo financiado con emisión que luego el BCRA debe absorber para que no presiones tanto la inflación.

¿Acaso resulte posible o lógico pensar que se trata de un Estado en condiciones de enfrentar obras faraónicas? Quizás sea por esto que estos megaproyectos siempre terminan igual, no concretándose. Básicamente porque no tienen ningún sustento en la realidad. Son proyectos que surgen de la necesidad política de recuperar iniciativas, pero que se encuentra a una enorme distancia de la vida de la mayoría de la población.

Nadie en la Argentina de hoy tiene como expectativa que Buenos Aires cuente con el edificio más alto de América Latina. No es lo que se necesita, por lo tanto termina debilitando la credibilidad del gobernante más que consolidando su liderazgo.

Distracción o lectura errónea

La duda acerca de la política económica es si realmente existe una lectura errónea de la situación económica y, por lo tanto, se piensa como factible la concreción de este tipo de proyectos. O simplemente se los utiliza como una estrategia de distracción momentánea.
Si es una distracción, entonces estamos ante un equipo económico que no tienen ninguna medida de fondo para solucionar los problemas de la economía que solo compra tiempo y lo seguirá haciendo hasta que termine el mandato.

No obstante resulta mucho más preocupante que realmente crean que el proyecto es viable. Porque entonces la evaluación que hace el equipo económico de lo que está pasando en la economía no tiene sustento real y, por lo tanto, las medidas económicas que vengan serán en la línea de ir agravando los problemas que ni siquiera identificaron.

Los anuncios de megaobras nunca fueron seguidos luego con su inauguración. De hecho, ninguno de los mencionados ni siquiera se inició. Sabemos por experiencia que luego de rimbombantes anuncios, las situaciones económicas empeoraron y terminaron en hiperinflación a fines de los 80 e hiperrecesión en los 90.

Esperemos que este nuevo anuncio de un megaedificio no tenga el mismo final.