

Cada día que pasa parece sumar nuevos desafíos a la política económica que deberá instrumentar el próximo gobierno. Es que a todos los desequilibrios internos que arrastra la Argentina, se le sumó en los últimos meses un intenso viento de frente. El lunes negro que tuvieron ayer los mercados hizo temer que ese fenómeno se transformara en tempestad.
Hagamos un repaso. La crisis política que desató en Brasil el escándalo de corrupción en torno a Petrobras profundizó su mala racha y ya se espera que en 2016 continúe en recesión. Luego resurgió Grecia, que en su pelea con los países fuertes de la UE debilitó al euro y fortaleció al dólar, empujando hacia abajo a los commodities. El petróleo entró en el mismo sendero bajista -potenciado por una interna entre los países productores- y puso en duda la única fuente de inversiones a gran escala que tenía el país, el reservorio de Vaca Muerta. Por último, China empezó a mostrar que su desaceleración está cerca de transformarse en un freno más brusco.
La reacción de los inversores tradujo el temor a un menor crecimiento global. En los mercados no se veían caídas tan fuertes desde la crisis de 2009. Y la consecuencia que más sufrirá la Argentina es que en un mundo hostil, habrá más aversión al riesgo emergente y menos facilidades para conseguir el financiamiento externo con el que los economistas de los candidatos esperan levantar o flexibilizar el cepo al dólar. Las promesas de campaña sobre la economía de 2016 necesitarán un nuevo guión.














