

Hay una barrera en el horizonte de Cambiemos, que excede la alquimia electoral -por demás incierta- de las elecciones de 2019. Esa sombra que aparece en el horizonte es el 2020, el año en el que se diluye el financiamiento del Fondo Monetario Internacional, y en el que debe aparecer el crédito voluntario de los inversores para ayudar a cumplir los vencimientos de deuda.
En la jornada de ayer quedó en claro que ni el destino de Cristina Kirchner ni lo que haga la Reserva Federal a mediano plazo parecen actuar como disolventes de estas dudas del mercado. La decisión de la Cámara Federal de ratificar el procesamiento de la ex mandataria como responsable de una asociación ilícita que ejecutó el cobro de coimas, podría ser vista como un obstáculo casi insalvable para una dirigente que aspira a volver a la Casa Rosada. Pero en la Argentina (similar a lo que pasó en Brasil con Lula Da Silva) lo que diga la Justicia pasa a ser un insumo más en la pelea cotidiana entre el kirchnerismo y Cambiemos.
El tribunal que se pronunció ayer validó los famosos cuadernos como pruebas y aceptó también los testimonios de los arrepentidos. El fiscal Carlos Stornelli sostiene que todo lo que se conoce hasta ahora es la punta del iceberg y que todos los días aparecen pruebas nuevas y caminos que abren la investigación hacia otros rumbos. La ex presidenta ya tiene otros procesamientos y el recibido ayer probablemente disparará el pedido de desafuero al Senado, ya que el cargo está acompañado con prisión preventiva.
Ni este contexto, ni que la Fed haya mostrado alguna vocación conciliadora en su política de tasas, alteran el panorama financiero de la Argentina: el riesgo país seguirá alto no porque se dude del rebote de la economía, sino porque nadie quiere tener bonos locales en su poder mientras el país se cocina en este horno llamado incertidumbre.














