

La pregunta que se harán hoy los inversores es qué puede cambiar en el mapa político con el histórico triunfo de Juan Schiaretti en Córdoba. Nadie augura una candidatura presidencial sorpresiva, pero sí un rol más activo en la definición del sector que aspira a ser el tercer actor decisivo de la competencia electoral de octubre. La buena noticia para el Gobierno es que hay más votantes dispuestos a acompañar una alternativa racional que un regreso al pasado, un aspecto que también debería ser considerado positivo para los mercados. La mala noticia es que Cambiemos podría no ser el vehículo imprescindible para expresar esa voluntad.
Es cierto que la elección de ayer tuvo componentes estrictamente locales. El peronismo ha tenido gestiones razonables (tres de José Manuel de la Sota y otras dos de Schiaretti), y por eso los cordobeses le abrieron la puerta a una segunda reelección de su actual mandatario. Pero eso no quedó ahí: también conquistaron la intendencia de Córdoba, un bastión histórico de la UCR.
La elección de ayer no se dio en una provincia cualquiera para el Gobierno. Los votos que obtuvo Macri allí fueron claves para su victoria presidencial. Para retenerlos, Cambiemos debería tener una propuesta política superadora a la impulsada por su propio gobernador. Schiaretti podría poner a Córdoba del lado de Macri en un ballotage. Pero en octubre será una seria competencia.
Donde más duele el resultado es en la UCR. El radicalismo se preguntará cuánto de la derrota es mérito propio, por haber ido dividido, o de ir asociado a Macri. Está claro que la alianza oficialista debe dar un salto político superador para ser más competitiva: apostar al temor a Cristina ya no alcanza.














