El tiempo es oro. En el caso de la renegociación de la deuda, en lugar de oro deberíamos decir dólares. El proceso que puso en marcha el gobierno de Alberto Fernández parece ambicioso, a juzgar por los plazos que se fijó el equipo que lidera Martín Guzmán para completar la tarea. Es posible. Pero hay que entender que nadie discutió dentro del Poder Ejecutivo si hubiera sido mejor hacer la gestión en seis meses. No se está hablando de un ideal, sino de hasta cuándo alcanzan las divisas antes de que se comprometa la posición de reservas del Banco Central.

El ministro de Economía se planteó un horizonte de cuatro meses a partir del 10 de diciembre para completar la reestructuración. Su antecesor, Hernán Lacunza, dijo antes de irse que quedaban recursos para afrontar los vencimientos en dólares hasta el mes de abril. En eso, al menos, hay coincidencia.

Para la deuda en pesos, el Gobierno parece haber encontrado una fórmula con la que se siente cómodo: ofrece entregar un título nuevo a cambio del que vence, como sucederá hoy con el denominado Bono Dual. Como la mayoría está en manos de inversores institucionales, no les resulta un problema aceptar un canje de activos, ya que lo que deben evitar es que baje su patrimonio, y cualquier alternativa en esta línea les resultará mejor que una quita o una reprogramación más larga, como sucederá para la deuda en moneda extranjera.

El cronograma que estableció Economía termina el 31 de marzo, En lo inmediato vienen dos instancias relevantes. La primera es la contratación del banco asesor, una figura que en algún momento se pensó evitar pero que finalmente será quien se ocupe de hacer llegar la oferta a los acreedores. La segunda es la presentación ante el Congreso del análisis de sostenibilidad, los números que le darán sustento a la oferta que se conocerá en marzo.

Muchos analistas se preguntan si el equipo económico tomó en cuenta el proceso de decisión de los fondos de inversión, ya que desde ese momento quedarán solo 45 días para procesar la propuesta y dar una respuesta. Habrá dos instancias de diálogo y consulta, y los funcionarios esperan que sea tiempo suficiente.

En su equipo destacan un dato que los analistas no ponderan de igual manera: lo que se va a negociar no es deuda en estado de default, como ocurrió en 2005, sino performing. Lo que se está pidiendo es una actualización del contrato, de buena fe y en forma voluntaria. Es complejo, pero menos.

También hay otras hipótesis en danza: que no se reestructure toda la deuda, sino algunos bonos (los emitidos por Macri por ejemplo). De todos modos, en ese mismo plazo debería resolverse también la deuda con el FMI, cuyos vencimientos el Gobierno espera poder aplazar al igual que los que tiene con el sector privado. La intensa gira de Alberto demuestra que para esta gestión el tiempo también es poco.