

Desde el primer día en que la pisó, Mauricio Macri se resistió a sentirse parte de la arena política. La esquivó, cuestionó a aquellos que la caminaban y se presentó en sociedad como la opción ciudadana diferente, que venía a aportar su expertise empresario para salir de una crisis económica y social sin precedentes. Creyó, Macri, que podía prescindir de la política para hacer política. Y se equivocó.
Tras un intento fallido por ser electo jefe de Gobierno en la Ciudad de Buenos Aires, y un paso casi intrascendente por el Congreso como diputado, el hoy Presidente aterrizó en la gestión porteña en 2007. Los ocho años que prosiguieron lo mostraron más atento al juego político, sostenido por funcionarios con mejor cintura para convivir con un gobierno nacional que lo eligió como adversario directo. Pero el mensaje que reinó, y que él mismo asumió, fue el de siempre: el gobierno del PRO sobresalió por cómo administró, no por cómo rosqueó.
Esos antecedentes hacían imaginar que la presidencia Macri iba a destacarse mucho más por los logros en materia económica que por sus gestas políticas. Pero casi cuatro años después, con el mandato prácticamente cumplido, las decisiones de gestión que surgieron desde el Ejecutivo terminaron siendo mucho más exitosas que las que salieron de Hacienda.
Del mandato de Macri difícilmente se rescate alguna decisión económica, especialmente después del crítico 2018, que tuvo como antesala el recordado 28D, el año previo, en el que se mezcló a Federico Sturzenegger, titular del Banco Central (BCRA) entonces, con Marcos Peña y Nicolas Dujovne en el anuncio del cambio de metas de inflación, dólar y crecimiento. Un año después de esos números recalibrados, el dólar había subido 107%, la inflación 47%, la actividad había registrado un retroceso de 2,6% y la pobreza se ubicaba en los mismos estándares que durante el kirchnerismo y crecía hasta por encima del 30%. Números para el espanto, que pusieron en riesgo la gobernabilidad.
Si el gobierno de Macri se encamina hoy a convertirse en el primero democrático y no peronista desde 1928 en terminar un ciclo presidencial, en gran medida tiene relación con el rédito que trajeron algunas decisiones políticas que le permitieron surfear la crisis, como la depuración de medio gabinete en septiembre del año pasado, o la buena previa al colapso económico, logrando avanzar con algunas leyes clave del Congreso, acelerando los tiempos de la Justicia en causas trascendentes y, Patricia Bullrich mediante, combatiendo de manera efectiva el narcotráfico y la inseguridad.
Así, tal vez se recuerde a la versión 15-19 de Macri como la que decepcionó para resolver la coyuntura económica pero demostró muñeca para lidiar con la compleja política cotidiana. La reconversión del Gobierno de los CEO, aprendices en economía, expertos en política.













