

Es sostenible una compañía que se desarrolla en un mundo global y diverso no lo sea hacia adentro? Difícilmente. Para proyectarse en el tiempo, una empresa debe componerse por una paleta de colores, no ser monocromática. Tiene que combinar con la sociedad en la que opera, con los usuarios o consumidores a los que les habla y a quienes les vende.
Los colores de nuestra empresa son las características de edad, género, culturales, raciales, físicas, de nacionalidad, religiosas y profesionales, entre muchas otras, de nuestros empleados.
Si creamos grupos diversos obtendremos mejores resultados porque la inteligencia colectiva diversa es superior a la inteligencia colectiva homogénea que sólo da lugar aún mismo tipo de pensamiento.
Una fuerza laboral representativa de la sociedad facilita la llegada a un mercado que es multicultural, permitiendo entender mejor a los clientes, así, la diversidad tiene su impacto cuantitativo en mayores ventas y utilidades. Además, facilita la diferenciación y singularidad de la empresa entre la competencia, genera equipos de trabajo complementarios que incrementa el grado de creatividad impulsando a su vez la innovación.
Ser una compañía inclusiva genera una imagen positiva para una mayor cantidad de público, lo que termina impactando en la reputación corporativa y en su marca empleadora. En paralelo, gracias a la construcción de una excelente reputación, se logra captar y retener a los mejores talentos, sin tener en cuenta su nacionalidad, edad o sexo.
La gran pregunta es ¿cómo logramos que esos equipos funcionen armoniosamente? Si construimos equipos diversos sin que este valor sea parte de nuestra cultura lo que produciremos será la frustración de los empleados, la desmotivación y hasta el abandono de la compañía por no sentirse integrados. La respuesta es gestión, presencia, fomento, impulso y respeto. Como también un fuerte trabajo con los líderes que deben sentir a la diversidad como un valor propio.
El hombre es un ser social que difícilmente logre sus objetivos sin la ayuda de alguien más. Sin embargo, trabajar en equipo no nos nace naturalmente como se pudiera suponer, sino que requiere un aprendizaje que lleva tiempo y que se renueva con cada equipo que integramos. Se trata de aprender que podemos potenciarnos a partir del entendimiento con los otros, mucho más si son personas diferentes a nosotros, pero que para lograr esa complementariedad tenemos que ceder autonomía, atributo sumamente valorado en las sociedades individualistas como la actual.
Habitualmente tendemos a juntarnos con quienes son similares a nosotros, por eso es difícil que en el marco de la empresa nos comportemos de forma diferente. En este punto, es central que, hasta que en la cultura de la compañía se internalice lo diverso como lo natural, se fomente activamente el encuentro y acercamiento a lo diferente.
En este sentido, el management de la empresa tiene que tener un compromiso real con la diversidad, que se vea reflejado en sus actos más que en sus proclamas. En una empresa diversa, la mesa directiva, los cargos de decisión y los puestos de conducción deberían seguir este criterio porque de lo contrario, no se lograrán equipos de colores exitosos y duraderos si los que deciden y dirigen son monocromáticos.










