Sería una tremenda injusticia que yo vaya presa, estoy arrepentida de haber llevado el dinero, fue un error. Nunca jamás voy a ocupar un cargo público, ya aprendí la lección". La frase fue pronunciada ayer por la ex ministra de Economía kirchnerista, Felisa Miceli. Lloraba la ex funcionaria porque creía que iba a ir a la cárcel pero el tribunal oral que la condenó le dio sólo tres años y la salvó de tener que pasarlos en prisión. Nunca pudo justificar los 100 mil pesos y los 31 mil dólares que la policía encontró en el baño del que era su despacho.


Cuando Miceli dijo que su situación era injusta, señaló su decisión de renunciar para enfrentar la investigación que la tuvo como imputada primero y como procesada después. No lo nombró pero todos entendieron que Felisa se refería a quien asumió luego aquel ministerio, el doblemente procesado y hoy vicepresidente, Amado Boudou.
Ella no pudo explicar el origen de unos miles de pesos y dólares. Y él no puede explicar su patrimonio ni las maniobras sospechosas con la imprenta de billetes conocida como Ciccone. Son fotografías de un poder en retirada al que le cuesta explicar porqué la prosperidad personal les llegó justo después de conseguir un cargo tan relevante en el Estado.