

Sin duda una de las preocupaciones más grandes del Gobierno son los inaceptables niveles de inflación, dando cuenta que la batalla contra el aumento constante de los precios está aún muy lejos de ganarse. Las historia de desamores entre la realidad y las expectativas comienzan en 2015, con el candidato presidencial Mauricio Macri minimizando en diversas declaraciones el problema inflacionario, incluso considerando que uno de los objetivos más sencillos de cumplir para su equipo económico sería la eliminación de la inflación. La historia continuó en 2016, con Macri como presidente, y luego del levantamiento del cancerígeno cepo cambiario, con el anuncio de que la inflación para ese año sería de 25%. Nuevamente los hechos pusieron a las expectativas por detrás de la realidad: la inflación rozó 40% en 2016.
El traspié en 2017 no sería muy diferente. Las metas oficiales se situaron en 17%, pero a medida que corría el año el propio Gobierno tuvo que rectificarse y declaró que esa meta era "indicativa" y que la inflación anual rondaría 20%. Y nuevamente, la realidad: 2017 culminó con un nivel de inflación de 24,8%. Para 2018, la inflación prometida es 15%, y como si fuese a propósito, una vez más la realidad lo hizo posible: según estimaciones privadas, el primer trimestre del año arrojaría un inflación superior al 6%, proyectando que la meta autoimpuesta por el Gobierno se superaría entre septiembre y octubre, dando por resultado una anual en torno al 20%. Mismas acciones, mismos resultados.
La laxitud en el manejo de la política monetaria y el elevado déficit fiscal que tiene como lastre la economía argentina son algunos de los enemigos principales con los que convive la economía y que no le permiten mostrar grandes avances en su lucha antiinflacionaria. La política monetaria da muestras de la falta de independencia de la que dispone el BCRA para generar la confianza suficiente. Pocos son los que aún creen que la entidad tendrá la suficiente independencia para reposicionarse detrás del manejo correcto de las variables monetarias y no volver a ser manoseado por la casta política. Por otro lado, el déficit fiscal. Ese verdugo que nadie quiere tener consigo pero que nadie se anima a aniquilar. El Estado gasta más de $ 600.000 millones extra por año por encima de sus posibilidades, demandando más y más endeudamiento, y más emisiones de pesos por parte del BCRA en virtud de poder cubrir sus gastos.
Las promesas por parte del equipo económico siguen más vigentes que nunca: se renueva el compromiso en eliminar la inflación. En paralelo, los esfuerzos del Gobierno seguirán en pos de bajar gradualmente el déficit fiscal y hacer que Argentina deje de depender del crédito externo.
Promesas o realidades, lo cierto es que dentro del desequilibrio que existe en Argentina, solo podemos bregar porque las promesas dejen de ser simplemente un acto de fe y se conviertan en medidas concretas, para tener un país con crecimiento, empleo y menores niveles de pobreza, pero por sobre todo, de realidades.














