

Evitar el burnout, como se denomina al síndrome de desgaste profesional causado por un estado de agotamiento físico, emocional y mental, se ha transformado en una prioridad para empresas y líderes comprometidos con el bienestar de sus equipos.
Gran parte de las empresas entendieron que esta situación perjudica directamente la productividad y la competitividad de la organización, además del propio colaborador, lógicamente.
Sin duda, este agotamiento suele acentuarse a medida que se acerca el cierre de año. En muchas organizaciones comienzan a aparecer los signos más visibles de cansancio extremo laboral.
Reuniones acumuladas, objetivos por cumplir y la necesidad de cerrar todo “antes de diciembre” generan un clima donde la presión se intensifica y la energía colectiva se desgasta.
Según diversos relevamientos regionales, Argentina se posiciona entre los países con mayor nivel de burnout en el continente, con un 91% de los trabajadores/as que manifiestan síntomas de agotamiento.
Esta cifra pone en evidencia una realidad que va más allá de las largas jornadas: muestra cómo las culturas laborales todavía enfrentan el desafío de equilibrar el alto desempeño con el bienestar sostenido.

El análisis de los últimos estudios y prácticas organizacionales realizados por Great Place to Work demuestra que las culturas que priorizan el cuidado, la empatía y el reconocimiento logran contrarrestar el desgaste emocional.
No se trata solo de reducir la carga laboral, sino de repensar cómo trabajar y de qué manera los liderazgos pueden generar espacios de mayor contención: jefes cercanos, que escuchan, saben lo que le pasa al colaborador.
En ese marco, el fin de año es un momento simbólico y emocionalmente cargado. Las personas necesitan sentir que su esfuerzo tuvo sentido, que son vistas y valoradas. Esa validación emocional es clave para evitar el agotamiento y reconstruir la energía para el nuevo ciclo.
A nivel organizacional, las prácticas más efectivas observadas en las empresas con mejores climas laborales incluyen pausas planificadas, jornadas de cierre que promueven la desconexión y el reconocimiento colectivo, y conversaciones abiertas sobre bienestar y equilibrio. Estas acciones, aunque simples, refuerzan la confianza y fortalecen el sentido de pertenencia.
Cuando las personas sienten que su organización se preocupa genuinamente por su bienestar, aumenta el compromiso y la capacidad de recuperación ante los desafíos del año siguiente.

El mensaje central para este cierre del 2025 es claro: el burnout no es una consecuencia inevitable del esfuerzo, sino una señal de alerta sobre cómo se gestiona la energía humana en las organizaciones. Cuidar la salud mental y emocional de los equipos no solo es un deber ético, sino también una estrategia esencial para la sostenibilidad del negocio.
El desafío para 2026 será continuar construyendo entornos laborales donde la productividad y el bienestar no se contrapongan, sino que se potencien mutuamente.











