

El partido se va definiendo. Los dos principales contendientes mueven sus piezas dentro del mismo tablero cuyos límites son claramente las opciones continuidad o cambio. Daniel Scioli creyó por un tiempo que su imagen conciliadora; sus definiciones vagas y su tono cansino iban a permitirle jugar dentro de un tablero con bordes mas difusos en los que el podría atraer no solo el tercio K puro, sino también el tercio compuesto por aquellos que quieren un poco de cada componente.
Confió también en que el capital que había acumulado hasta ahora, pondría algún límite a la vocación de poder absoluto que ha caracterizado a la familia Kirchner en su vida política, ayudado por los encuestadores que reafirmaban la necesidad de ganar algo mas que el tercio fundamentalista.
Pensó que tendría espacio para una vez pasado un tiempo prudencial aplicar la ley fundamental de Maquiavelo, que dice que el primer deber del Príncipe es terminar con quien le ayudó a llegar al poder, como hizo Néstor Kirchner con Eduardo Duhalde. Mas aún, Scioli afirmó en reuniones reservadas con empresarios a quienes quería seducir, que esa máxima del gran florentino se iba a cumplir inexorablemente.
Pero Cristina movió su primera pieza tal vez la mas importante y marcó la cancha. Desde ahora, solo es posible esperar mas de lo mismo. No habrá en las listas K ningún espacio para disidentes potenciales, para aventureros que pudiesen siquiera pensar en alterar el sueño de permanencia eterna de la familia presidencial.
Carlos Zannini es en ese sentido una pieza central. Desde su silencio, ha sido no solo ideólogo sino también operador principal, sin límite alguno. Detrás de los discursos que dicen que "instituciones"; "justicia independiente" y aún "democracia" y "Constitución" son términos de valor relativo en la medida en que no se subordinen al proyecto político hegemónico, esta Zannini. De otro modo, no podría entenderse por qué y cómo han salido de su despacho las decisiones más duras de este tiempo.
En el otro lado del tablero, Mauricio Macri también movió sus piezas hace unos días cuando decidió acertadamente que su camino debía ser blancas o negras y no grises. Que valía correr el riesgo de decepcionar a algunos círculos del poder, con una apuesta cuya contracara sería lo que hoy sucedió finalmente: una Presidenta poniendo en los hechos su vocación de poder eterno.
Lo hizo rompiendo algunos conceptos tradicionales del juego político, como suponer que no puede hacerse política sin aparatos o que los votos siguen a los dirigentes o que el cliché de izquierda o derecha es determinante. Al igual que en otros momentos de la vida política argentina, Macri esta haciendo una apuesta a ese colectivo llamado la gente, que suele dar sorpresas. La decisión de CFK al elegir a su cuadro mas duro y fundamentalista parece darle la razón.
No deberíamos esperar de ahora en adelante en el discurso de los candidatos K nada que no sea mas violento, divisor de aguas en las palabras y los gestos y, por tanto, que marque más la diferencia con el cambio que propone Macri.
Habrá en los próximos días movimientos menores; pero el tablero esta allí, las fichas son blancas o negras y la gente deberá decidir que prefiere.













