

Cual un vendedor de Biblias puerta a puerta y en nombre del cambio con gradualismo, Mauricio Macri encaró ayer su alocución ante la Asamblea Legislativa con la fe de un predicador. En un momento dado, pareció un discurso de campaña pero lo concreto resultó que, para el Presidente, el centro de la cuestión fue mostrarse como un hacedor y gestor de diálogos y, sin patoterismos a la vista, como un conciliador empeñado en ayudar a sus conciudadanos a estar cada vez mejor a partir del cambio de paradigmas que propugna.
"No me refiero a la política, me refiero a la vida. No me refiero a los partidos, me refiero a personas, a las personas que creemos que merecemos vivir mejor", tomó riesgo Macri a la hora de hablar de los sueños que quiere transmitir, mientras desde lo simbólico pareció querer aislarse del entorno. Fue enfático en esta cuestión hacia el final del discurso; el mensaje estaba pasado, pero nadie acusó recibo inmediato en el Congreso.
Lo cierto es que, ante la opinión pública, el Presidente necesitaba ratificar que él es el conductor del proceso, una suerte de contraofensiva ante la personalización del insulto. El Gobierno está transitando hoy por un momento bien complicado, en cuanto a que la calle ha comenzado a ponerse nerviosa a partir del sufrimiento objetivo de los bolsillos, bajón más que estimulado por la influencia sus propios errores (algunos de imperdonable factura ética), por los tironeos corporativos que motorizan ciertos gremios y algunas entidades empresarias, por el aprovechamiento político que hacen los opositores más acérrimos al modelo en curso y hasta por la bronca que destilan los barras que se van a quedar sin ir al Mundial ruso.
En cuanto a la disertación en sí misma, aunque daría para la crítica el ritmo que adoptó el mensaje durante los más de 40 minutos de micrófono ("cuando enfatizas todo no enfatizas nada", le dijo a El Cronista el experto en oratoria José María Rodríguez Saráchaga), Macri fue bien concreto en la previsible defensa de su Gobierno, pero también en aquello que calló o en algunos peces de colores estadísticos que dejó correr, sobre todo en materia económica. Al fin y al cabo, nadie le pediría al marchante a domicilio que se ponga la soga al cuello o que niegue la existencia de Dios para impedir que le cierren la puerta en la cara.
En su prédica, esta vez el Presidente cambió el punto de vista que anteriormente él mismo o miembros de su equipo más cercano expresaron para insuflar ánimo, una especie de reproche a la gente que no se ilumina y no sabe ver (sobre todo a largo plazo) los beneficios de tal o cual política. El punto más crítico para este grave desliz, que ahora pareció intentar corregir, es que el mismo argumento de la ignorancia, sazonado con el supuesto envenenamiento que le producía la prensa a la gente, lo usaba Cristina Fernández para desacreditar ("ustedes no entienden, les voy a explicar") a quienes no pensaban como ella.
En esta ocasión Macri varió y se incluyó en un típico razonamiento de pum y para arriba: "(no lo vemos), pero mucho de lo que imaginamos ya está sucediendo", motivó. Y en otra parte del discurso agregó: "el crecimiento invisible sucedió. Es como cuando empezamos un edificio: en el comienzo no se vé lo que estamos haciendo, no se ven las estructuras que estamos poniendo, los pilotes, volcando el hormigón. Pero esa base existe, está y sobre ella se construye el resto".
En suma, con mucho voluntarismo del estilo con fe, con esperanza que supo cultivar Daniel Scioli y en un tono algo intimista más dirigido a la audiencia de la cadena nacional que a los diputados y senadores presentes, el Presidente planteó un discurso con visos de prolijidad, pero que no pareció poner en orden las prioridades. Al respecto, Rodríguez Saráchaga marcó que, debido a los saltos de un tema a otro, el discurso resultó tarzanesco ya que "quedó más destacada la posibilidad de hacer trámites por Internet que la baja del desempleo".
En su desarrollo, la estructura del mensaje resultó bastante repetitiva, ya que Macri habló primero para el público en general y a continuación en cada caso pidió el acompañamiento formal del Congreso. A cada enunciado, el Presidente le respondió con una descripción sobre el tratamiento de las leyes que el Gobierno espera conseguir durante el año legislativo, ninguna de ellas de carácter conflictivo como fue la del cambio en la movilidad jubilatoria de fines de 2017, tema sobre el cual hizo un prudente silencio.
Así, quedó en claro que el paquete laboral, aún pendiente de tratamiento por la gran diferencia que existe entre los propios gremialistas, no será de reforma plena, sino que irá desguazado en algunos capítulos de mínima conflictividad, siempre y cuando no aparezcan agregados inoportunos que enturbien los textos y, por ende, la voluntad de la oposición más racional a tratarlos. El tema será encabezado por el proyecto de inclusión laboral para que los trabajadores informales puedan registrarse sin perder la antigüedad y todos los beneficios que les corresponden por sus años de trabajo. Hoy, no parece que haya voces disonantes en tan delicada cuestión.
Un rápido repaso al listado de asuntos que abordó el Presidente muestra que incluyó también, en materia laboral, la extensión de la Licencia por Paternidad; una Ley de Integridad Pública para que "todos los poderes y las provincias se sumen a esta tarea titánica", tal como definió la de privilegiar la transparencia de los funcionarios; la sanción de la Ley de Financiamiento Productivo, con media sanción, para "canalizar el ahorro de los argentinos"; una nueva Ley sobre Telecomunicaciones y Tecnología de la Información propia del siglo XXI y la sorpresa del anuncio del Parque Nacional de Campo de Mayo.
También, Macri le pidió al Congreso trabajar "juntos para combatir la malnutrición y la obesidad infantil" y le solicitó a los padres su apoyo para mejorar la calidad de la enseñanza a partir de la evaluación permanente de las escuelas que permita corregir lo que se necesita corregir: "hoy está prohibido por Ley que se publiquen los resultados (de las evaluaciones) por escuela y eso no tiene sentido. Les pido que en este año legislativo avancemos para cambiar esta norma", arengó. Y prometió luego impulsar otras propuestas como la "educación sexual, de salud reproductiva y métodos anticonceptivos", a partir de "poner sobre la mesa el embarazo adolescente no intencional", otro foco de potencial conflicto con la Iglesia, tal como lógicamente ya sucede con el debate sobre el aborto.
Sobre esta tan delicada materia, que muchos han pensado que es una especie de cortina de humo para esconder todos aquellos problemas que aquejan a la sociedad mientras sirve como bisagra temporal hasta que el Mundial de Fútbol cambie otra vez el eje de las discusiones, fue la referencia más esperada de parte del Presidente: "estoy a favor de la vida, pero también estoy a favor de los debates maduros y responsables; por eso, vemos con agrado que el Congreso incluya este tema en su agenda de este año. Espero que se escuchen todas las voces y que se tomen en cuenta todas las posturas", abogó.
La cuestión ya había provocado sorpresa en la oposición, sobre todo en el kirchnerismo, en un tema que fue ahogado por Cristina Fernández durante muchos años por lo que nunca llegó al recinto. Algunos legisladores progresistas no pueden entender como un gobierno neoliberal y de derecha hace lo que la ex presidenta no quiso encarar en tanto tiempo. La senadora por Buenos Aires fue noticia también porque no asistió al Congreso "para no escuchar mentiras", una actitud muy poco democrática que fue explicada haciendo malabares por los diputados Agustín Rossi y Axel Kicillof.
Una última cuestión quedó flotando tras el discurso, como es el armado de amplias mesas de diálogo, tan caras al peronismo y al papa Francisco, método que Macri en persona rechaza por entender que es darle aire a las corporaciones. El crítico de esta postura fue el ex presidente Eduardo Duhalde quien argumentó que "el Presidente no sabe lo que es un diálogo. No es conversar con mi gabinete o los gremialistas". En cambio, Macri reivindicó los acuerdos sectoriales: "crecer depende de nuestra capacidad de sentarnos a dialogar en una mesa sin patoterismos ni extorsiones. Ya demostramos que se puede; lo hicimos con Vaca Muerta, con la lechería, con la carne, con la construcción, con el sector automotriz, con el sector forestal y con la biotecnología". Caminos que se vuelven a bifurcar entre el Gobierno y la Iglesia.













