Más allá del 'detalle' de que Alberto Fernández considerara la derrota electoral del domingo como un triunfo, hay un dato que los analistas perciben como tranquilizador a la hora de proyectar los próximos dos años: ninguno de los competidores "salió herido de muerte". La oposición ganó con un menor margen que en las PASO, y el Frente de Todos pudo hace un papel más digno, al punto de estimular al propio Presidente a exponer ante la militancia de qué forma deberían resolverse las candidaturas de 2023.

Fernández aprovechó el silencio que guarda su Vicepresidenta estos días para apretar el acelerador y proyectar una segunda etapa de gestión con un perfil más propio y menos sujeto a la opinión de Cristina. Hay algunas señales de que la interna del FdT va a transcurrir con menos sobresaltos. Los potenciales cambios de gabinete quedaron en un segundo plano. Aunque llegó más tarde, La Cámpora acompañó a los sectores que se movilizaron el miércoles a la Plaza de Mayo. Y el Senado cumplió en revalidar los 116 DNU que firmó Alberto en la primera mitad de su mandato.

Este conjunto de situaciones deja a la vista que el Presidente obtuvo un "waiver" de parte de sus socios, para poder ponerle un rumbo más definido a su nueva etapa. Antes, las elecciones eran una barrera, porque cualquier paso que no pudiera ser encuadrado en el discurso del kirchnerismo, había quedado vetado. En ese camino quedaron el acuerdo con el FMI, el sinceramiento de tarifas y otras prácticas más condescendientes con el sector privado.

Ahora la Casa Rosada tiene una doble certeza: en primer lugar, el "Plan Platita" no alcanzó para comprar la voluntad de los votantes; en segundo, ya no tiene más recursos para insistir con esa fórmula. Lo que le transmite el triunfo opositor al oficialismo, es que si el Frente de Todos o el peronismo en general, quieren mantener un proyecto competitivo para 2023 no hay más alternativa que ordenar la economía. El Banco Central no puede seguir emitiendo pesos a mansalva, ni continuar sacrificando reservas. Las opciones cada vez son más angostas.

Los jefes territoriales del PJ, ya sean gobernadores o intendentes, le pedirán al gobierno un sendero de gestión que les garantice retener su poder en el próximo turno electoral. El peronismo histórico nunca se mostró interesado en opciones que pudiesen convertirse en un salto al vacío, y por eso hoy aparece como un aliado, dispuesto a acompañar las decisiones difíciles que tiene el Gobierno por delante.

La economía está parada, pero las empresas no tienen problemas de solvencia. Solo esperan las señales adecuadas para saber que las correcciones están en marcha. Al Gobierno le toca hacer que sucedan. Y en lo posible dejar de marear a los inversores con tanto discurso zigzagueante.