Dos videos históricos sobre la complicada relación argentina con el dólar recorren las redes por estos días, como documentos que apelan a la memoria para reflejar cuál es el problema de fondo que hoy tiene a todos pendientes del cepo cambiario, las resoluciones del Banco Central, los sistemas informáticos, la situación de los depósitos y la liquidez de los bancos.

La imagen icónica de Tato Bores que ya en 1962 señalaba que los argentinos, "en lugar de pagar el dólar 30, 40, 50, 60, 70 u 80 mangos", lo estaban haciendo a $ 135 "y si nos mojan la oreja, lo vamos a pagar a 200"; reflejaba por entonces desde la pantalla chica la consecuencia de uno de los peores déficit que arrastra la economía autóctona y que Tomás Bulat explicaría, con gran claridad, en una entrevista televisiva que ofreció 60 años después: la falta de confianza en la moneda nacional.

El recordado economista remarcaba de forma didáctica por qué el peso, a diferencia del dólar, no cumplía en ese momento con los requisitos de servir como moneda de cambio, referencia y reserva de valor. Tal como ocurría ya antes de aquel viejo monólogo en blanco y negro de Tato, o del clásico que el humorista realizó en 1990, en tiempos de la TV a color, para contar la historia de la devaluación argentina. Y como sigue sucediendo actualmente, cuando el 4K y el advenimiento de las redes reflejan el eterno déjà vú argentino.

Hoy, sin la convulsión en la City, son las pizarras de los países vecinos las que responden a la primera de esas aseveraciones de Bulat sobre una moneda que hace 18 años valía un dólar. En Uruguay, Chile o Brasil, junto a la cotización del peso argentino ya figura un cero. Su referencia de valor se perdió hace mucho tiempo, como lo muestra el mercado inmobiliario y la suba de precios, que se acelera pese a la recesión, no lo hacen atractivo para el ahorrista, aunque el presidente Alberto Fernández lo pida. "El problema de Argentina, cuando tenés inflación, es que dejás de usar el peso como reserva de valor", decía el economista hace ocho años, casi como si estuviera viendo este delicado presente.

La confianza, en definitiva, no es algo que se pueda forzar y las restricciones cambiarias solo agravan la situación. La necesidad de divisas en la economía lleva a las empresas y particulares a acudir a los mercados paralelos, en los que la devaluación se hace evidente (la brecha entre el dólar contado con liquidación y el oficial supera al 90%) y se traduce en mayor inflación. Y esa suba de precios implica, antes que nada y como peor consecuencia, un incremento de la pobreza en tiempos de retracción salarial y mayor desempleo.

Quizá por eso los argentinos corren a los bancos para comprar dólares, ya sea con ahorros o hasta con los fondos de planes sociales, si el Estado los deja. Y, ahora casi sin casas de cambio, venderlos luego a los 'arbolitos' o las 'cuevas' con la intención de hacer una diferencia en el dólar blue. Como decía Tato en el '62, con humor y picardía: "¡Vieja, hoy me gané 14 mangos y no hice nada!".