Chat GPT a escondidas: la revolución silenciosa que los jefes no ven
La inteligencia artificial ya no es promesa: es práctica. Y no sólo práctica, sino práctica oculta. No hay día en que un equipo no use ChatGPT -o herramientas similares- para redactar correos, preparar un PowerPoint, analizar una hoja de cálculo o importarle datos no estructurados.
Muchos, incluso, lo usan para interactuar mejor con clientes, proveedores, y hasta sus jefes. Pero lo que debería ser orgullo se transforma en secreto. Porque lo están usando sin permiso. A escondidas. En la clandestinidad.
Y no lo digo yo solo. Lo dice el estudio global"Trust, attitudes and use of artificial intelligence" de KPMG de mayo de 2025, con más de 17.000 personas encuestadas en 17 países: el 56% de quienes usan IA en el trabajo no se lo informan a sus jefes. ¿Por qué? Porque temen ser malinterpretados. Porque no hay reglas claras. O porque saben que, en muchas organizaciones, usar IA sin autorización es peor que seguir haciendo las cosas mal, pero "como siempre".
Ese miedo se refleja también en una encuesta de CEO en Camiseta. Con más de 800 respuestas, el 42,5% de las personas dijo que no le contaría a su jefe si lograra hacer su trabajo en un 10% del tiempo gracias a IA. Solo uno de cada cuatro respondería que sí.
La explicación es simple. En un mundo donde "estar ocupado" todavía se confunde con "ser productivo", la eficiencia genera sospechas. Porque expone cuán ineficiente era todo antes. Pero no solo eso: también deja al desnudo cuánto trabajo podría eliminarse, automatizarse o tercerizarse. El algoritmo EAT (Eliminar, Automatizar, Tercerizar) ya se está aplicando desde abajo, sin permiso, sin estrategia, sin marco.
Y mientras la base se mueve, muchos líderes miran para otro lado. No por maldad, sino por saturación. Porque no entienden. O peor: no quieren entender. La frase tácita en muchos directorios es brutal pero real: "Esperemos", o "Que lo resuelva mi sucesor". Esa espera pasiva no congela el cambio, solo deja el control en manos de quienes no lo lideran.
En paralelo, aparece otro riesgo silencioso: el efecto Dunning-Kruger en versión IA. Quienes saben poco tienden a sobreestimar lo que saben. Y ChatGPT multiplica esa ilusión: una respuesta coherente da la falsa sensación de saber. Pero una cosa es obtener una respuesta bien redactada, con apariencia de verdad, y otra muy distinta es entender el problema.
Esa confusión lleva a la nueva mediocridad: ideas genéricas, campañas intercambiables, textos repetidos. Lo que en 2023 era una ventaja -ser de los primeros en usar IA- en 2025 ya es parte del paisaje. Y si todos usan las mismas herramientas con las mismas recetas, el resultado no puede ser otro que la homogeneización del pensamiento.
Un estudio de 2024 publicado en arXiv muestra que, si bien la IA puede potenciar la creatividad al principio, su uso masivo tiende a reducir la diversidad de ideas y a generar producciones cada vez más similares (arxiv.org/abs/2401.06816).
Y ahí entra el fenómeno más absurdo de todos: los cursos que prometen "los mejores prompts". Como si pensar fuera algo delegable. Como si lo que necesitáramos no fuera criterio, sino frases mágicas para copiar y pegar. Enseñar a usar la IA sin enseñar a pensar es como enseñar a usar una calculadora sin entender lo que es sumar. Puede dar resultados rápidos, pero cuando cambia el problema, estás perdido.
El desafío para el liderazgo no es escribir prompts ni jugar con ChatGPT. Es mucho más incómodo: rediseñar el trabajo. Aceptar que hay roles que cambian (todos), tareas que desaparecen (las repetitivas) y nuevas competencias que no son opcionales (pensar). Que si un analista junior con IA rinde más que un gerente sin IA, no es problema del analista. Es un síntoma organizacional.
En resumen: la IA ya no es ventaja competitiva. Es piso. Y si no la integrás estratégicamente, tu gente la va a integrar igual.
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