

El 95 % de los alimentos que consumimos depende de los suelos. Sin embargo, si seguimos en este rumbo, en 2050 el 90% de todos los suelos estará degradado, según la FAO. Por ende, si no se producen cambios, nuestros ecosistemas, clima y seguridad alimentaria estarán en peligro. Nos urge reducir el impacto que la alimentación tiene en el planeta y, al mismo tiempo, hacer que los cultivos sean más resistentes al cambio climático.
Este contexto nos desafía a innovar, abre el diálogo y pone en relevancia la importancia de la colaboración para lograr un cambio real en la forma de hacer agricultura. Hay que ir un paso más allá de la agricultura sustentable y en este sentido aplicar los principios de la agricultura regenerativa es una de las mejores maneras de hacerlo.
La agricultura regenerativa es una estrategia agrícola enfocada en la idea de conservar y revitalizar los procesos biológicos del suelo, un recurso no renovable clave de los sistemas productivos agroalimentarios. Es un método de reconversión que propone armonizar la producción agropecuaria con las dinámicas de la naturaleza.
En la COP28, la conferencia climática más importante en la actualidad celebrada anualmente, 134 países se comprometieron a incluir por primera vez la alimentación y la agricultura en sus compromisos nacionales para luchar contra el cambio climático y a aumentar su financiación. Convertido en tendencia mundial para avanzar hacia una producción más sostenible y responsable de alimentos, la Agricultura Regenerativa trabaja sobre tres ejes fundamentales: proteger la salud del suelo para mejorar la biodiversidad y preservar los recursos hídricos; contribuir al futuro suministro de alimentos obtenidos en equilibrio con la naturaleza, y desbloquear las soluciones tecnológicas que pueden contribuir a acelerar la transición hacia este modelo agrícola.

Así, es como desde Unilever, y en alianza con el INTA -Instituto Nacional de Tecnología- venimos implementando, desde hace un año, prácticas en línea con la Agricultura Regenerativa para nuestros cultivos en Mendoza con el fin de mejorar la calidad de los alimentos que ofrecemos y ser cada vez más respetuosos con los ciclos de la naturaleza.
Aunque los cambios en la agricultura suelen medirse a lo largo de varios años, los resultados recogidos en proyectos como éstos demuestran que ya están dando sus frutos en términos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, aumento de la biodiversidad, mejora de la eficiencia y calidad del agua y de la salud del suelo. No solo eso, sino que también, agricultores y pequeños productores locales comienzan a producir de manera responsable desde lo ambiental, social y económico.
El presente nos pide que tomemos decisiones concretas para cuidar nuestro futuro y marcar una diferencia en cómo impactamos sobre el cambio climático. No contamos con un planeta B. Por eso, es tiempo de replantearnos los sistemas agrícolas y alimentarios para hacerlos cada vez más resilientes y sostenibles. Ya no alcanza con cuidar la naturaleza, sino que es necesario hablar de regenerarla.












