Abrázame hasta que pase la sequía (y todo lo demás)
"Esto no se vio nunca en la reputa vida". Así de crudo, describió esta semana un importante empresario del agro el escenario que plantea la sequía. Se lo decía a cuanto funcionario del Gobierno lo quería escuchar.
La gravedad de la falta de lluvias se nota en que cuando, por ejemplo, en el INTA de Pergamino buscan comparaciones hacia atrás no encuentran nada parecido desde que empezaron a medir, allá por 1930.
El porteñocentrismo de los que hacemos noticias tal vez hizo que el tema se impusiera recién cuando el calor insoportable amagó con no irse nunca tampoco del cemento. O cuando la carne empezó a saltar de a un 30% por mes como en febrero, el mes en que volvimos a los tres dígitos de inflación después de 30 años.
La conciencia de que habrá un año de transición política seca, igual, no cayó del todo. El mi usted de Economía, Sergio Massa, de hecho, cree que en los próximos 20 días el agua puede llegar y salvarlo de una recesión marcada por la falta de dólares. Este miércoles habrá apretado el puño cuando empezó a llover en la Ciudad de Buenos Aires. Es una apuesta contra los pronósticos del banco Itaú o la consultora PxQ, que ya hablan de un retroceso del 3% en el PBI.
Los productores creen que ya está todo jugado. "En algunos lugares ni voy a pasar la cosechadora", dice un ingeniero agrónomo de una empresa top. "Todos los años cambiamos 50 camionetas, pero este año cero", cuenta. "Y solo renovaré los tractores clave, el resto pasa al año que viene". Así esta la cosa.
Sin lluvias, se recortan los salarios del staff ejecutivo. Se elimina todo el changuerío extra en negro, que es mucho, y empieza a pegar en los pueblos y las zonas que viven del campo. Los gerentes no quieren ni ver a ninguna fundación que haga ninguna cena para recaudar fondos para nada. Juira. Va a estar dura incluso la campaña para los políticos. "Que le pidan a los petroleros".
Últimos conejos
En el Palacio de Hacienda deambulan como el boxeador que sigue parado mientras le entran todas las trompadas. Jornadas extenuantes. Camisas fuera del pantalón. Pues que un poco se arrastran.
Las dos últimas semanas con el FMI fueron de desgaste y el resultado, duro. Van a exigir menos reservas, pero la van a hacer parir en lo fiscal.
El mail de Emmanuel Álvarez Agis a sus clientes a las 6:51 del martes titulado "Ante la peor sequía del siglo, el Fondo nos presta un fósforo", revela lo alarmante del cuadro. El economista avisó que la baja de la recaudación por retenciones obligará a pisar más el gasto para cumplir, porque se mantuvieron las metas de déficit que había sin sequía.
Obligado a acelerar la suba segmentada de tarifas más demorada del mundo, ahora las boletas con aumentos pueden caer justo en el momento de mayor impacto de la falta de lluvias en la actividad. Todo con la inflación en el 6 mensual, después de un verano de cortes de luz y con acampes piqueteros en la 9 de Julio: abrázame hasta que pasen las PASO.
En ese contexto, que un consultor como Agis -que siempre bancó- escriba que fue un desastre lo que renegoció, es too much para cualquiera, incluso para Massa, que aún respira como quien tiene más conejos de la galera. Como quien cuenta con el apoyo de la Casa Blanca. Como a quien todavía le quedan salvoconductos con el establishment peronista y empresario. Como quien si no es candidato puede decir estabilicé y me fui.
Sus equipos trabajan en más pases de magia. Podría haber alguna línea de crédito para consumo y construcción a través del Banco de Inversión y Comercio Exterior y bancos provinciales como para sostener el mercado interno. Y sigue vigente el sueño de que Lula tire algún dólar desde Brasil y de rascar verdes con una licitación de espectro radioeléctrico.
Quién iba a decir que en ese escenario tan delicado al ministro básicamente le quede el aguante del kirchnerismo más duro. Los ñoquis que prometió echar hoy se inmolan por él y lo reivindican como el jugador que quieren siempre en el equipo, aunque haya más inflación y peores compromisos con el FMI que en la época de Martín Guzmán.
Todo un indicador del miedo a que se vaya, no sea cosa que haya que dejar los eslóganes de plenarios y tener que tomar decisiones. Postales del despiste generalizado, la falta de conducción y la ausencia de rumbo que hay en la coalición de gobierno.
A propósito, ahora que el peligro de una crisis bancaria mundial se sumó a la pandemia, la guerra y la sequía como las desgracias inevitables que le complicaron el andar a esta gestión, resalta lo imperdonable de tanto tiempo de boludeo por internas falopa en los momentos donde hubo margen para gobernar.
Nuestros problemas de siempre y los interminables desafíos de afuera te obligan moverte. Entretenerse debatiendo si el diálogo o el lawfare, mientras la vas llevando, encierra el riesgo de que te lleven a vos. Puesto.
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